quinta-feira, 7 de junho de 2007

La Familia del Futuro


Los fríos pasillos del hospital tenían al fondo un secreto. El señor Baldoza fumaba sin descanso como si aquellos cigarrillos fuesen sorbos de agua. Su primogénito estaba a punto de nacer.
Al final del pasillo, las puertas se mantenían firmes como un muro. Solo estaba Baldoza y sus cortos paseos en la sala de espera, con frío, con sus cigarros de agua.
Finalmente, y en recompensa, el doctor entró al área y con prisa se acercó al padre. Ambos paralizados, uno por esperar la noticia, otro por dársela.
El doctor, ahogado en sudor y nervios, se rascó la cabeza y en un suspiro le soltó la noticia.

- Señor Baldoza. No sé cómo decírselo pero, su hijo es un horno de microondas.

El silencio se hizo pesado. El padre quedó perplejo.

- ¿Cómo dijo?
- Su hijo, el hijo suyo es nada menos que un horno de microondas.

Imposible. Después de tanto esperar al niño, de pasar el día sin descanso, resultó que había nacido no un muchacho, sino un horno de microondas. A Baldoza se le durmieron los labios y dedos. Todo el silencio en el hospital se enfocó en el confundido hombre.

- Bueno y… ¿y ahora qué hago?
- Sepa que su esposa está bien. Vaya a verla, caramba. Vaya.

Con prisa, Baldoza dejó atrás al doctor y caminó el pasillo. los pasos se le hacían cada vez más precipitados y en su cabeza la palabra “microondas” resonaba con angustia.
Cuando Baldoza entró a la sala, vio a su mujer recostada en la cama, con el cuerpo cansado y la vista medio muerta.

- ¿Cómo estás?
- Bien
- ¿Qué pasó?

La mujer sin responder nada cabeceó hacia la mesa del frente. Un pequeño horno de microondas se mostraba brillante y austero junto a la ventana, ahí en la mesita del cuarto.

- ¿Qué quieres que te diga? –Suspiró la mujer- Tenemos por hijo a un horno de microondas, y eso es todo.

Mientras Baldoza se acercaba despacio a la mesa, pensaba qué es lo que había hecho mal, qué clase de broma era ésa. ¿Cuántas parejas alguna vez le dieron luz a un horno de microondas? Baldoza no lo podía creer. Llegó al aparato,
veía a su mujer quien seguía dentro de algún trance, y luego levantó el microondas.
La mujer guardaba silencio, y el señor Baldoza, avergonzado, giraba lentamente el electrodoméstico entre sus manos revisándole cada esquina, le torcía la perilla, le abría la puertita como buscando algo en el horno de microondas que le gustara.

- Es sólo un horno de microondas –murmuraba- ¿por qué un horno de microondas?


4 comentários:

adriana disse...

Me gusta mucho su blog, tal vez porque es completamente diferente al mío.

Anônimo disse...

Cómo se puede tener alguien un microondas como hijo?
La señora le ponía con el técnico que arreglaba el micro? o cómo?

:]

Xoyoco Luperca disse...

Una vez leí un cuento de una mujer que se enamoraba del tostador de pan: una historia trágica, en la cual, al final, el electrodoméstico se descomponía. Ella, después de su luto, entraba en razón del absurdo de estar enamorada del objeto, pero decidía enterrarlo en su jardín, pues no deseaba cargar con la culpa de dejar "un amante insepulto".

bieno disse...

Pinche vato fumado, mamó con eso