domingo, 26 de dezembro de 2021

Pokémon Go y la gamificación del senderismo

CELEBRANDO EL NIVEL 40 

Puedo remontarme muchísimos años atrás para explicar por qué me importa tanto esto. Nivel 40 es un logro difícil de conseguir, apenas hace unos meses era el nivel máximo posible y aunque ahora el camino a pedalear se ha expandido, y qué bueno, hoy celebro mi nivel 40 con un resumen que por la naturaleza de lo vivido (20 millones de exp) no será breve aunque así lo quiera.


Ser un maestro Pokémon muy diestro

Conocí Pokémon mucho antes de su llegada a Latinoamérica en 1998, antes de que se popularizara por televisión y desde luego, mucho antes de que los adultos se espantaran de miedo. En esos tiempos como otros contemporáneos consumía mucho Club Nintendo, Nintendomanía y posteriormente Cybernet. Pokémon nos llegaba a cuentagotas en forma de rumores, suposiciones, screenshots y nubarrones de información incompleta, como ver la corona espinada de Godzilla elevándose por el horizonte desde Japón. Me emocionaba la idea de coleccionar monstruos sean tiernos o poderosos, enfrentarlos y hacerlos parte de mi imaginativo precoz, un pasatiempo que sólo ejercíamos con tazos, monstruos Sonrics de bolsillo o hielocos. Era agradable coleccionar, intercambiar y admirar las colecciones de los otros. Me gustaba la idea de compartir un hobby inocente con otros.

Había un problema que lo frustraba todo: el juego sería exclusivo para Game Boy. Pocas cosas me han roto el corazón así. El Game Boy era una consola portátil más bien costosa, no sólo por el aparato en sí sino porque para funcionar, exigía el consumo de 4 baterías AA, suministro que para mí era imposible. Aun así pedí un GameBoy a mis padres quienes se negaron irreductiblemente. "Se pasa usted todo el día jugando a eso aquí en la casa y ahora también quiere jugar afuera? Está usted loco. No." Un no que fue como un portazo frente a la dulcería, un no que reverberó en mi cabeza como un "Éstos señores tampoco lo entienden." Me quedé exprimiendo hasta el cansancio noticias, fotos y revistas mensuales sin poder jugar en absoluto durante mucho tiempo.

Un par de años después, ya en secundaria, el taller de computación era un muelle pirata de mercado negro entre los que sabíamos buscar. Ahí escondíamos tesoros clandestinos imposibles de adquirir de otro modo, como discos de Black Metal, juegos flash violentos, música ilegal vía Napster, hentai y por supuesto emuladores. Recuerdo que esa palabra me daba una sensación de hackeo profesional o de videolúdica alternativa, ¿o sea que se puede jugar al Game Boy en la computadora? Sí, ¿Con el teclado? Que sí wey. Increíble. Sólo tenía minutos a la semana para jugar en aquellas obsoletas IBM Windows '95 antes de que el profesor nos emboscara. En esos minutos apreciaba a cada Pidgey, cada sonido monoaural y cada pasito que daba el personaje.

Entonces vino mi gran oportunidad con el anuncio de Pokémon Stadium para el N64. Y yo tenía un N64. Pokémon Stadium prometía, óigalo bien, ver a tus Pokemones animados en 3D, de tu colección a tu pantalla, los podrías ver en todo su esplendor batendo las alas, lanzando fuego, rocas, hielo, por Dios hasta parpadeando. Qué maravilla ver a Blastoise mover sus cañones y disparar un chorrazo de agua letal frente a tus ojos contra un Venusaur agitando su flor dorsal, o admirar la altura rascaciélica de un Onix. Era la real shit.

Lamentablemente, Pokémon Stadium requería que tuvieras tu propio cartucho de GameBoy para poder transferir tus criaturas de sprite en 8bits a su forma 64. Así que pronto me hice de un cartucho version Roja de Pokémon obtenido en las fantásticas llanuras del Pasito 1 sin haber tenido que comprar un Game Boy, burlando con eficacia el preventivo de mis padres.

Pokémon representa pues un triunfo personal desde mis tiernas pubertades, cuando Gus Rodríguez vivía y Alexandra Vicencio me enamoraba. Así pasé mis tardes entrenando y admirando el esplendor de mi equipo, reuniendo como premios a los 3 iniciales, pokemones exclusivos de la versión azul y las codiciadas eevoluciones.

Aquí vino otro revés. Para completar la Pokédex (para poder atraparlos a todos) habían dos o tres pokemones que solo alcanzaban su forma evolucionada al intercambiarlos con otro jugador. Graveler, Machoke y Kadabra fueron para siempre Graveler, Machoke y Kadabra. No sé cuántas veces habré escroleado mi colección desde el #001 hasta el #151, porque inclusive tenía al imposible pokemón #151, y detenerme con melancolía en esos grotescos e ineludibles huecos donde Golem, Machamp y Alakazam deberían aparecer.

Al final nunca pude completar la Pokédex porque alguien, a quien nombraremos simplemente como Ese-pinche-cabronazo-de-mierda-hijo-de-su-reputa-madre-la-concha-que-te-parió-weon-qliao-mmgvo, abrió el juego y borró mi partida en una masacre digital con la que le dio muerte a todos mis pokemones. Mi Raichu nivel 55, mi Articuno, mi Mewtwo, mi Flareon, mi Blastoise, todos ejecutados por un acto cruel sin permiso y que en su lugar dejaría una partida con 11 minutos de avance a nombre de un tal Kenny, con nada más que un miserable Bulbasaur nivel 6 en el inventario. 

No volví a tocar ningún juego de Pokémon hasta años después, ignorando las ediciones siguientes de Gold/Silver, Diamond/Platinum y no sé cuántas generaciones más. Acaso jugué TCG y Pokémon Colesseum que introduce el concepto de los pokemón oscuros; del ánime o de las películas ni hablamos, pues como Ash Ketchum, la animación se quedó congelada en una infancia moralista, con argumentos infantiles y batallas sin riesgo.

Sin embargo continué con mi gusto por Pokémon aunque ahora un poco más discreto. No fue sino hasta la presentación de Pokémon Go cuando me planteé volver a involucrarme del todo en su universo, con la promesa de que gracias a las tecnologías del 2015+, la fantasía de capturar e intercambiar pokemones por todo el mundo sería más tangible.

Doy todo este contexto previo para dejar ver el peso que tiene Pokémon en mi formación de gamer. De paso entender el impacto que tiene Pokémon Go en el mundo y en el entorno con lo que ahora sí, vamos a hablar de ello.



Go Catch, Go Trade, Go Play Together

Pokémon Go (abrev. PoGo) se trató de un fenómeno que impactó tanto a gente que no estaba tan metida con Pokémon, como los que eran entrenadores frustados de antaño, como yo. Se presentaba la opción de usar tu teléfono celular para andar por las calles atrapando, en tiempo real y ubicación física, versiones virtuales de los pokemones que estarían esparcidos por el mundo. El trailer mostraba a miles de personas conviviendo con pokemones salvajes a manera de realidad virtual, intercambiando en los parques usando solo el smartphone, apoderándose de gimnasios y uniendo fuerzas para derrotar a pokemones muy poderosos. La fecha de lanzamiento tentaba mediados del 2016, acompañado de una pulsera bluetooth llamada Go Plus con la que podrías capturar pokemones con solo pulsar un botón en la muñeca. YouTube explotó con especulaciones, hype y beta testings ante lo que como ocurrió 20 años atrás, sería un fenómeno mundial, esta vez sin la tontería del pánico religioso que no quiero abordar para no revelar demasiada estupidez humana. Pokémon Go sería entonces una expansión del mundo que seguía fuerte en sus versiones portátiles, y aunque mecánica y visualmente era más bien inferior a sus contrapartes de consola, el medio parecía ser lo suficiente atractivo como para emular la experiencia de salir a atrapar pokemones por todo el mundo, tal como nada menos que el primerísimo trailer del primerísimo Pokémon sugería desde 1996. 

Pokémon Go insistía en que salieras de tu casa, usaras tus piernas y conocieras tu entorno. Su objetivo desde el trailer de lanzamiento ya te invitaba a hidratarte, ponerte la mochila y salir a que te pegue el fresco. Go Catch, Go Trade, Go Play Together, te encomienda Niantic, equipo encargado de desarrollar el juego, para que vayas por ese Charizard shiny que está por ahí en algún parque, o te acerques a visitar monumentos locales de los que no sabías nada. Este ejercicio de salir a caminar y a recorrer la ciudad con tus amigos ha sido desde siempre la prioridad del juego.

Internet se llenó de screenshots, fanart, memes y referencias del juego e incluso antes de su lanzamiento, ya había gente haciéndose del .apk ilegalmente para poder jugarlo antes de poder jugarlo, acción a la que yo me abstuve sólo por respetar el proceso de algo que para mí era valioso. Pronto empezaron a brotar grupos de personas que se reunían para recorrer las calles y buscar juntos pikachus y squirtles, incluso había gente que se dedicaba específicamente a ser tu chofer personal para llevarte por tus capturas. Todos queríamos jugar Pokémon así. Fue lamentable que Satoru Iwata, cocreador del concepto, falleciera meses antes de ver el impacto que PoGo tendría en el mundo, pero su legado es evidente. 


En su primera presentación, PoGo era una versión lite de la línea principal del juego. De entrada sólo podías atrapar a cierto número de pokemones del primer juego, con la promesa de que en el transcurso de los años se irían revelando más criaturas. No había un sistema de combate, y los intercambios, parte esencial de la idea, aún no estaban listos. Esto desalentó a muchos jugadores primerizos que no fueron pacientes con Niantic; encima, la idea de salir de casa, aunque bien intencionada, era chocante para una generación sedentaria y socialmente incompetente. Aun así el proyecto continuó lanzando actualizaciones, eventos masivos y mejoras de rendimiento. A la fecha que escribo esto todavía faltan muchos pokemones por integrar conforme más juegos de Pokémon se van lanzando, y siempre en cada nota de parche, hay algo interesante que encontrar. Por ejemplo las ligas de combate, intercambios con recompensas extra, interacción con pokeparadas y otras adiciones con las que he visto a la gente regresar, o involucrarse más todavía, cosa que enriquece muchísimo la experiencia.

Yo lo he jugado desde el día uno que la aplicación llegó a los móviles de Latinoamérica. Esta vez mi expediente se guarda en la nube de la omniformación y no habrá sacerdote ni profesor ni Kenny que destruyan mi partida. Dicho esto, 1968 días después, celebro haber llegado al nivel 40 que hasta hace apenas un año era el nivel máximo posible. Hoy este máximo se ha incrementado a nivel 50 con nuevos retos pero yo voy a mi ritmo, con mis triunfos, mis carencias, y mis propias maneras de jugarlo.

Por ejemplo, tomé la decisión irrevocable de nunca ser un jugador fly. Esto es, engañar al gps del teléfono para hacerle creer al juego que estás en cualquier parte del mundo y así atrapar pokemones exclusivos, participar en una docena de incursiones a distancia o intercambiar pokemones desde el inodoro. Respetando a quien lo hace, a mí esto me parece deshonesto y por todas partes tramposo, aunque el método natural sea lento o muy complicado. Creo que el esfuerzo de salir a buscar es lo que le da valor a la colección y se disfruta mucho más hacerte de un pokémon rarísimo o agradecerle a un amigo que te traiga un pokemon de Francia, o ver por primera vez a un Tauros salvaje. Cada uno tiene sus prioridades desde luego, y no puedo yo decirle a nadie cómo jugar su PoGo así como nadie puede a mí decírmelo. Ciertamente me he quebrado la cabeza ordenando a mis pokemones según las ciudades donde los he ido atrapando, y como no salto de gimnasio en gimnasio no tengo a los más poderosos entre los más poderosos, en consecuencia soy más bien mediocre en los combates, pero disfruto muchísimo de todos estos retos, disfruto salir a caminar y andar en grupo, celebro cada intercambio, cada incursión, cada shiny, en fin, jugar al juego como Satoru lo había intencionado.

Pero entonces, cuando ya andaba por ahí en nivel 34, ocurrió algo inesperado en todo el mundo que no me lo van a creer. 

Surgió la pandemia y con ello, la intención de Satoru se vio menguada. No salir de casa contradecía directamente a la mecánica del juego y era muy frustrante no poder intercambiar con mis amigos o hacer incursiones al centro. Mi mochila se fue empolvando con pokemones para intercambiar que poco a poco me iban estorbando, mientras veía a los Lugias ir y venir por la ventana. Nada de comunity days, nada de monedas obtenidas por defender gimnasios, nada de reunirnos a combatir en catedral. Luego de un buen tiempo de no atrapar nada más que lo que saltara en mi cuarto, dejé de jugarlo casi por completo.

Sin duda esta misma experiencia tuvieron muchos entrenadores, porque cuando cambiamos a semáforo mandarina-mostaza-bermellón-magenta-carmesí, y a pesar de los esfuerzos y regalos de Niantic para mantener a los jugadores activos, ya casi nadie lo estaba jugando. No tenía mérito jugar desde casa y pronto se hicieron memes sobre dead game y obsolencia que pronto también me dejaría mermado. 



Casi un año más tarde retomé el juego, una mañana que por curiosidad abrí la aplicación y vi esas actualizaciones, eventos que me había perdido, Community days que me pasaron de noche. Pronto me pegó la nostalgia que he descrito antes. Vi que habían nuevas características, nuevos pokemones y que realmente no estaba tan lejos del nivel 40 como pensaba. Así que una vez más, me giré la gorra, saqué mi cubrebocas y me propuse a continuar lo emprendido 5 años atrás, cumpliéndolo el día 23 de diciembre del 2021.







¿Qué sigue para llegar al nivel 50? La inclusión de este level cap trajo un problemón con los caramelos XL, requeridos para que tu pokemón siga subiendo de nivel junto contigo. Honestamente dudo que pueda invertir caramelos XL en cada uno de ellos porque exigen mucho grindeo pero haré lo posible, checando listas de rankings y cuidando en quién los invierto. Muchos de mis pokémon élite no son prioridad para maxear y en muchos casos lo hice por atravancado, aunque no me arrepiento de ninguno.

De momento mis siguientes objetivos, además de seguir mejorando a mis pokemones es capturarlos por todas las ciudades posibles, con la idea de tener toda la pokedex armada con pokemones de diferentes ciudades cada uno. Ya he pensado en comprar un RV y rodar por México al menos, capturando todo lo que pueda hasta tener todos de diferentes ciudades. Espero poder hacerlo algún día.