segunda-feira, 25 de abril de 2016

LoL IWCI finals exp

Para esta entrada voy a evitar la discusión de validar al videojuego como un deporte, no porque no importe, sino porque a) es una discusión que se hace con una pared, o al menos, se debe hacer en una plática de retroalimentación, y b) creo que el videojuego no necesita una especie de palomita burocrática para existir como competencia real y tangible. Lo es, pero eso se demostrará con el tiempo (cuando los ancianos y naziconservadores se mueran. Es en serio).



El fin de semana pasado pude asistir al primer evento internacional celebrado en México de League of Legends. Un videojuego en línea que reúne habilidades cognitivas dentro del juego y emociones fuera de él. En este evento, al ingresar y verme rodeado de jóvenes como yo, me sentí entre camaradas, entre gente que ha pasado las mismas discusiones una y otra vez del videojuego como pérdida de tiempo y un mero entretenimiento infantil. Estas personas, chavos bulleados hasta el fin durante su infancia, hoy contentos por ver playeras, gorros, actores, juegos, trucos y amigos como ellos, encuentran en la final de la IWCI (International Wildc.. bah, una especie de mundialito de League of Legends) un patio recreativo donde nadie los mirará raro, nadie los cuestionará, nadie les hará preguntas ineptas. Uno puede levantar pancartas con memes y referencias y todos en el área lo notarán y reirán con él. Uno puede identificar a la distancia a un Youtuber y emocionarse por ello.

Este contacto es algo que no veo en ningún otro deporte o espectáculo. Uno va a las afueras del estadio a ver un partido de futbol, pero nunca ves a los jugadores entre ellos. Los artistas tienen que ir con guardias de seguridad para protegerlos de sus admiradores, y hacen que uno, el fan, el que hace poosible que esto tenga ingresos, se sienta como un virus contagiable. En el evento del 23 de abril pude hacer contacto con muchos tipos de aficionados y creadores de contenidos, salí muy satisfecho por sentirme parte de algo gigantesco, de mi época, y que evidentemente va a ser mucho más trascendental. La sensación de tener tu habitación llena de amigos jugando videojuegos sin que tus padres golpeen a la puerta para que bajes el volumen. Aquí ser gamer es lo correcto.



Y es que desde hace algunos lustros hacía falta este espacio, sin policías, sin publicidad y sin prejuicios. League of Legends reúne a jugadores que quieren ser grandes, nada de patriotismos ni legados familiares, aquí el contacto es humano porque todos tenemos esa necesidad maslowiana de autorrealización, y lo sabemos. No se celebra a una institución ni los colores de una playera, se celebra el encanto de jugar juegos con gente como tú.

Son esos pequeños detalles que uno nunca encuentra en otros deportes, donde se ha vendido la de que la competencia es más importante que la convivencia. No se ve atención para los aficionados a un deporte como en los eSports porque los aficionados somos los que le damos impulso, y la industria lo sabe. Su trabajo siempre irá en función a lo que gusta y lo que se necesita, nuestras exigencias son muy superiores a las de los aficionados al deporte tradicional, y no toleraremos nada por debajo de la atención que los gamers desde niños hemos necesitado.

Luego miro cómo ha crecido League of Legends como representante de eSports y encuentro una carrera profesional que aún no se escribe. En estos momentos precisos escucho una charla en línea entre un Streamer (jugadores o analistas que transmiten noticias, juegos o guías en vivo vía internet) y Yamato Cannon, el head coach de un equipo profesional. La charla es amena, se ríen, leen el chat de los aficionados que los estamos oyendo, y atienden a las dudas y preguntas de los aficionados. Nada de política (que existe, sí, pero no es superior al juego), nada de chismes ni mala leche. La admiración a estas personas es verdadera y no tiene nada que ver, a diferencia del deporte tradicional, con una pasión que no se explica. Sabemos por qué admiramos a quienes admiramos en LoL, y es porque son un ejemplo, no un modelo. Sus nicknames representan a esa figura talentosa, profesional, mientras que sus nombres reales significan que son personas y jugadores como yo y como el de enseguida. Este juego de nomenclatura les permite a ellos como profesionales y a nosotros como aficionados entender el juego del eSport y el rol que jugamos cada uno de nosotros en relación a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Yo soy un Samuel Chavarría que se convierte en un Samuecchi y las ganas de vivir cambian. No a manera de superheorismo clásico, sino a manera de actitud contra el universo que pide actas, facturas, renta y horarios laborales. He ahí la verdadera pérdida del tiempo.



Durante el evento en el Palacio de los Deportes pude ser feliz, pude saludar a Nosfeh y convivir con personas de la escena, gritar jugadas impresionantes, aplaudir los logros de ambos equipos, y no me importó que me vieran y me apuntaran (jajaja mira a ése qué raro es) porque entre gamers no ocurre. Como espectador de un juego profesional, descifras lo que puedes, y luego entiendes las elecciones y los errores, entonces surgen las sorpresas, la calidad de la ejecución, algo que no esperabas que ocurriera, y ocurre, y estás seguro de haber sido testigo de una jugada impresionante, ya no sólo por el talento del jugador, sino por la estrategia puesta en práctica, la exactitud de la predicción en segundos, la comunicación entre los jugadores capaces de responder y reaccionar. Disciplina, trabajo en equipo, organización. ¿Cuántos futbolistas pueden presumir de tener todo eso?

La comunidad de League of Legends puede ser pesada ingame, supongo que es justo por esa máscara del nick donde uno expulsa gritos y exclamaciones porque hace falta, nadie puede juzgar a alguien por gritar en un concierto, pero es notable cómo la comunidad es amable y simpática en vivo, en el trato personal, en la intimidad de la charla, hay risa, hay rostro, hay brindis. League of Legends es un juego de múltiples niveles humanos, y era natural que comenzara a ocupar territorio importante en la industria del mundo, porque ofrece lo que ningún deporte televisado puede ofrecer: identidad interpersonal.