terça-feira, 22 de dezembro de 2015

Review: Poemas para ahuyentar a Satán

Poemas para ahuyentar a Satán Poemas para ahuyentar a Satán by Jesús Carmona-Robles
My rating: 5 of 5 stars

Siempre que leo un poema de Carmona siento que, por un instante, he sido otra persona. Chubeto (no te puedo llamar por otro nombre, hermano, lo siento por tu editor) sabe de poesía, pero sus textos nunca aspiran, qué bueno, a la grandilocuencia académica y políticamente correcta. Chubeto apuesta por la experiencia propia convertida en imagen imposible, nos habla de los osos polares en sus ojos y de las personas que lo han habitado.

Aquí Chubeto es directo, es cómplice anecdotario, y nos ofrece su visión de la vida a base de capítulos convertidos en juegos mentales. Asocia demonios, madres, carreteras, cines, exnovias, amigos, en una suerte de testimonio donde se nos declara desnudo frente a la difícil tarea de ser normal.

El acierto de Chubeto es crear tanto movimiento con sólo estar de pie, contemplando una cama o pidiendo un taxi. Puede crear espirales en una sala de espera, puede decir te amo sin la estupidez que acompaña, puede hacer poesía con sólo girar un cigarro. Yo le agradezco a Chubeto los modos en que me muestra sus colores, me pone sus anteojos, me abraza con su tristeza y me dice lo que se siente ser él.

Ha sido increíble ver cómo se dispara la carrera de este colega que, aunque Poemas para ahuyentar a Satán es redondo y completo, nos deja con la esperanza de que su próxima entrega será aún más espectacular.

Gracias por el espacio.

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sábado, 19 de dezembro de 2015

Review: La doble vida de las hadas

La doble vida de las hadas La doble vida de las hadas by Santi Balmes
My rating: 5 of 5 stars

Love of Lesbian ha sido por mucho tiempo una de mis bandas favoritas y por tanto este libro era una obligación.
La doble vida de las hadas, o la de Santi Balmes, expone al mejor letrista de España como una mente auténtica, fresca y creativa, que está cerca de sus fans y lejos de la mamonería de la fama. Balmes ofrece su ingenio de una manera ordenada, le da lógica al disparate en estos relatos que alguna vez fueron borradores y que hoy en lugar de nacer en las melodías de Love of Lesbian, fueron a encontrar luz en la pluma única de Santi. Por ello se puede deducir un sabor loveoflesbiánico en los textos, y algo hay de ello, sin embargo cada relato es independiente, novedoso y genuino; no es un resumen de su trabajo con Love of Lesbian, es una nueva forma de entender a este gran compositor catalán que se muestra ante el lector como un ser humano con ganas de crear arte por el medio que mejor domina: las letras.

En cuanto a los contenidos, los relatos en La doble vida... son una dualidad curiosa. Por un lado, son sumamente cómicos, ridiculizan al protagonista, ponen en jaque a la belleza de la imagen, y conviven erotismo y vulgaridad de una manera armónica, lúdica e intelectualmente absurda. Con referencias sexuales agradables como un dildo de mármol o un muñeco empotrado, Santi baja del pedestal al sobreexplotado cuerpo desnudo y lo convierte en un objeto palpable, lejos de todo misticismo y pedantería, el sexo es en este libro un vehículo donde tomarse una copa del vino más barato del supermercado. Santi Balmes hace uso de un autor ficticio para arrojarle a él toda la mediocridad posible y convertir al autor en un ser mínimo, avergonzado de su infertilidad y de sus sueños, el alterego de Santi recibe toda la melancolía en estos relatos que tienen en común el anhelo de desposarse con una monja, anécdota que a Santi le pareció impresionante cuando se planteó la posibilidad de vencer a Dios con semejante hurto.

En estos relatos Santi es menos delicado que con sus letras, pero no por ello es áspero o tóxico. La sensualidad está revelada como tal, como un cuerpo excitado sin mayor aura poética que su propia condición desolada, con su mugre y roña, el cuerpo es una herramienta más para el relato, el hada se muestra en toda su simplicidad, sin magia ni alas, pero con unas ganas urgentes de coger y ser feliz.

La doble vida de las hadas es, en palabras de Balmes, una obra literaria que busca (y logra) reivindicar a la literatura de retrete.

Cuando se hable de genios, que se hable de Santi Balmes.

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terça-feira, 3 de novembro de 2015

Review: Enfermario

Enfermario Enfermario by Gabriela Torres Olívares
My rating: 5 of 5 stars

Cuando se quiere hablar de temas mórbidos es fácil caer en la pornografía, lo explícito, las vísceras gore con la que nos ha educado el cine norteamericano y que explota en la cara sin disculparse ni tener motivos claros. Sumo la pornografía porque el tema de lo grotesco quita el velo y expone sin tapaderas todo lo que queremos y no queremos ver.

El arte de escribir sobre lo mórbido radica en saber qué, cuánto y cómo mostrar la víscera. Si yo pronuncio la palabra vómito, por ejemplo, vendrá la imagen del embarrado en el suelo, grumoso y viscoso, y al pronunciarlo no explico ningún fin más que el de infundir el asco por el asco. Gabriela Torres sabe hablar del vómito sin pronunciar la palabra, y no sólo recrea la imagen, la hace sentir, la escurre entre las páginas, la náusea llega por el velo que ha confeccionado y nunca hace falta levantarlo porque detrás del velo no hay más qué ofrecer.

La prosa es delicada, los temas son densos, no necesariamente del asco, pero sí de lo nauseabundo. Gemelos parásitos, insultos, orina, zoofilia, transexualidad, esas cosas que generan un rechazo ligero, aquí se encuentran beneficiados por una voz cómplice que aborda los temas con pinzas y hace que se sientan como un manjar en el paladar que los lee.

Otro acierto es la motivación de cada personaje para abordar el tema que presenta. Cada voz es única y tiene su presencia a la altura del tema tan agresivo. No hay violencia, hay equidad entre la crítica reflexiva y la náusea que, supone, significa cada relato. Es un asco aliterado, un poema escrito con el semen del hombre amado, un pasaje de fotografías preciosas de anécdotas que no le deseamos jamás a nadie.

Pienso que ésta es una lectura obligada para todos los jóvenes escritores que pretenden el cambio, lo corrosivo de la imaginación, que tanto suele deformar al lenguaje en su paso. Gabriela Torres diseña sus párrafos con respeto a lo enfermizo, guarda luto por los muertos en podredumbre, y presenta a sus personajes humillados y trasgredidos con un vestido de seda literario y ejemplar.

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sábado, 17 de outubro de 2015

Review: Nu)n(ca

Nu)n(ca Nu)n(ca by Luigi Amara
My rating: 4 of 5 stars

Amara me gusta más como ensayista; ahí puedo leerlo de frente, sé que cada signo de exclamación tiene aliento y que se agarra de los cabellos cuando trata de explicarme la habitación de Pascal.

En poesía, aunque sé que el truco más lindo es difuminar lo dicho, no decir lo que se dice, Amara habla de espaldas, es esquivo, se burla con la cara en alto pero desde otro sitio. No digo burla como una mofa hacia el lector, sino hacia el erotismo, a la musa ausente e infaltable, el amor visto por atrás.

Me gusta porque es un espejeo a oscuras del rostro y los cabellos. Un peephole a lo que no se ve en las fotografías, lo sensual está en lo que deja con ganas, como una mujer de espaldas que apenas muestra el hombro. Ello permite que la poesía obvie el rostro y Amara se olvida de describir los ojos, la comisura, las mejillas, y en su lugar describe el tacto a lo oculto. La cara de la frente, como dice en algún pasaje.

No es la mejor poesía que he leído, pero es un excelente foco que logra identificar a partir de reubicarse según el objeto que se contempla. Estatuas de sal que hemos ignorado por mucho tiempo.


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Review: Scott Pilgrim y la tristeza infinita

Scott Pilgrim y la tristeza infinita Scott Pilgrim y la tristeza infinita by Bryan Lee O'Malley
My rating: 5 of 5 stars

En este tomo se expone la problemática de las relaciones amorosas. Los triángulos de exnovios, celos y rencores son protagonistas en esta entrega donde Envy es el ojo del huracán. La acción es más amplia que en su versión cinematográfica, mostrando flashbacks muy enriquecedores y diálogos ácidos. La pelea entre Envy y Ramona es épica, mientras que Todd es aún más arrogante y odioso.

El cierre nos deja con un Scott más maduro, más atento a su alrededor y con una voluntad más decidida que en los números anteriores. Me encanta la ironía de que ahora los personajes son más humanos, aunque saquen rayos lásers de los ojos y martillos de la bolsa.


Knives sigue siendo mi favorita. Sorry not sorry.

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terça-feira, 8 de setembro de 2015

Review: En busca de la espada de diamante: Una increible aventura de Minecraft

En busca de la espada de diamante: Una increible aventura de Minecraft En busca de la espada de diamante: Una increible aventura de Minecraft by Winter Morgan
My rating: 1 of 5 stars

Me cuesta trabajo leer este libro con la mirada de un niño que lee un libro de aventuras. "En busca de la espada de diamante" se queda corto en cuanto las posibilidades narrativas que ofrece Minecraft como un juego sandbox. El estilo de redacción es pobre, los diálogos están prediseñados: ¡No lo podía creer!, Por suerte sacó su espada del inventario que tenía por si acaso, o y de un flechazo certero eliminó al monstruo; la historia se siente mutilada y dependiente de Deus Ex-Machina en un universo donde hacerse de un casco es un acto de orgullo. Acá, el héroe ya tiene un casco en su inventario nomás porque sí.

De nuevo, entiendo que el mercado de este libro es para los más pequeños, pero no considera que esos pequeños, ésos que se han devorado al mundo de Minecraft, tienen una mentalidad más ágil por las mismas exigencias del videojuego; han vivido su propia aventura virtual, pueden narrarla con mejores rupturas anecdóticas, y superan lo que el autor aquí entiende tanto por Minecraft como por la prosa épica. Nada se siente natural, pareciera más bien que alguien le medio platicó al autor de qué se trata el asunto, y éste lo redujo asumiendo lectores bobos; básicamente estupidizó al objetivo del juego.

Minecraft no se trata de lo que aquí narra. Quien se mete a Minecraft no busca ser un héroe, busca sobrevivir, es un reto contra uno mismo; eso lo sabe cualquier niño de cualquier edad. El niño en el juego quiere encontrar una aldea para refugiarse, no para protegerla, los peligros de la noche no es por los monstruos, es por la soledad, y abrir un portal al inframundo es un acto sublime que requiere semanas de esfuerzo (en el libro, Steve ingresa al inframundo tan fácil como apilar dos piedras, en la página 18). El prbolema se resolvería si se le retira la pesada etiqueta de MineCraft para aceptar su lectura como lo que es: un cuentito de la SEP como cualquier otro, mediocre y de personajes sobreactuados, pero enteramente válido para niños de preescolar. Acá la audiencia gamer es un poco más exigente en cuanto a creatividad, sobretodo los niños que juegan Minecraft porque se les exige más creatividad.

Mala jugada enfocar la tensión del texto en lo heroico. Error apresurar gratuitamente los logros que se consiguen con esfuerzo dentro del juego, y sobre todo, error del autor desconocer enteramente la verdadera ansiedad de pasar una sola noche en los llanos oscuros de Minecraft y salir adelante a partir de las manos vacías.


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sexta-feira, 21 de agosto de 2015

Review: El traje del muerto

El traje del muerto El traje del muerto by Joe Hill
My rating: 5 of 5 stars

Quienes digan que este libro no da miedo están demasiado acostumbrados al horror explícito, al televisado, donde se le dice al espectoar cómo y cuándo debe asustarse, cuándo mirar de reojo, cuándo respirar. Joe Hill tiene un profundo respeto por la inteligencia de su lector, y en realidad, El traje del muerto da miedo por lo que uno mismo se imagina para sí.

Esta novela es buena no sólo por su simplicidad narrativa (una sola línea con algunos breves ramajes, como un cuento de 300 páginas, sin elipsis ni saltos, cómodamente continuo), sino también porque invita al lector a echar mano de la construcción de universos posibles. Un fantasma que nos habla más de nuestro miedo que de otra cosa. La anécdota que catapulta la historia ya es morbosa, y cada página se encarga de hacerle justicia y recompensar ese morbo por el que uno abre este libro.

No es fácil encontrar autores que respeten a la inteligencia del lector hoy en día. Todo el terror tiene que ser obvio, pornográfico, que nos deje el sabor a hierro de la sangre en la boca. El traje del muerto, aunque con escenas fuertes, presenta al fantasma y a la violencia de una manera incompleta, casi disimulada, para que el lector construya su propio escenario temible. Basta que el párrafo en el libro diga "había un hombre sentado en el sofá del pasillo" para que la escena cobre un tono oscuro, terrible, y el lector contemple a sus propios fantasmas en esa silueta negra de la historia.

La obra también vale por lo que es capaz de hacer extraliterariamente. Conforme iba avanzando en los capítulos, comencé a cuestionar el valor espiritual de los objetos a nuestro alrededor; la energía ancestral de alguna estatua que representa a una esposa muerta, el candelabro que iluminó la habitación de un niño enfermo, las muñecas que guardo celosamente en mi cabecera. El traje del muerto me hizo reparar en la conexión que tenemos espiritualmente con las cosas materiales, incluyendo perros, casas, baúles, y cómo nos desentendemos del aura hasta dejar de comprender el amor a la vida. Esta novela habla del amor después de la muerte, por medio de la venganza y el coraje. El amor y el odio como los puentes entre la vida y la muerte, a veces una analogía obvia, pero nunca presentada como lo hace Joe Hill en este interesantísimo relato.

En cuanto a personajes, me parece que están suficientemente involucrados para que no estorben en la relación entre el lector y la anécdota. Ningún personaje sobra, ningún diálogo es demasiado expositivo, cada personaje entiende su ubicación en el universo de la novela, incluyendo mascotas, flashbacks y breves apariciones. Joe Hill aprendió bien de Stephen King los secretos de la provocación por medio del morbo; esta novela es un manifiesto de la sencillez del miedo.

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segunda-feira, 10 de agosto de 2015

火山の夢

夢の中で南を見た
あの日は青と煙でした
私のことの前に古国を立ています
古神様と新し色があります。

私の手も入りました
この夢は闇思いましたけど
私の手は綺麗なから
石をとりました
その笑顔、寂しと悲し
自分語もっていました。
助けてと言った
火山を見って
も火人です。

私は起きました
寒夜を触りたい
タバコを吸います。
青日を見ます
これは夢じゃない
その色はうそじゃない。
私は火山です。
世界のむねは暑いです
土と火と煙
青日を触りたい
綺麗大月。

quinta-feira, 6 de agosto de 2015

Review: Ender's Game

Ender's Game Ender's Game by Orson Scott Card
My rating: 2 of 5 stars

Un niño de 6 años sufre bullying y es agredido por su familia hasta que llega un comandante de alto rango y lo convoca para ingresar a una escuela muy especial donde demostrará que es el mejor de todos, es "El Elegido". Más tarde, y a muy temprana edad, comandará a un grupo de jóvenes estudiantes para ir a una guerra que en realidad ocurre internamente en la escuela. Así se gana el respeto de todos y pasa a la Historia como el mejor que jamás haya existido.

Básicamente, Harry Potter en el espacio.

No en muchas ocasiones vemos cómo un personaje protagonista desencaja tanto en la ambientación planteada. Ender, un joven maravilla, adelantado a su época, una mezcla de Messi con Pelé con Maradona de 6 años, rompe todos los esquemas y récords establecidos desde hace siglos en una institución estrictamente militar. Me cansé de contar las veces en que el narrador incluía la frase "Nadie había logrado eso antes" cada vez que Ender levantaba un dedo. Era muy incómodo ver que en una página, Ender era agredido e insultado por ser diferente, luego en la siguiente página, enaltecido y alabado por -literalmente- chocar contra la pared. En la siguiente página un comandante de alto rango lo amenaza; párrafos más abajo obtiene el respeto de todo el universo así sin más. Pareciera que el autor no sabe qué hacer con su personaje, cómo ubicarlo en una problemática a su altura, o qué comportamiento deben tener los demás personajes hacia él. Ender no pertenece. Es Superman porque trae capa.

Al autor se lo comen las ganas de crear a un modelo perfecto que surgió desde las peores alcurnias, que ha sufrido a lo largo de su vida para llegar al punto más alto. No estoy en contra de la idea, pero el modo en que se lleva la narración es absurda. Es como si, para llegar hasta arriba, Ender hubiese tomado el elevador y listo. La premisa de que, por ser el tercer hijo, es denigrado y menospreciado, tiene cierto potencial, pero se pierde en una serie de logros fáciles, medallas gratis, admiración por cada palabra que enuncia. En una escena de entrenamiento, Ender obtiene el 100% de efectividad porque no hizo nada durante todo el combate, es decir, y literalmente narrado, no recibió ningún tiro ni falló ningún disparo y por tanto, cero errores... hay mejores algoritmos en una calculadora de cereal.

La anécdota está trabada por inconsistencias así, de situaciones muy contrarias y cercanas entre ellas. De sus compañeros, unos se le arodillan y otros lo agreden en un claro intento de resaltar la perseverancia del muchacho. Pero Ender no es astuto, ni ingenioso, ni siquiera empático. Todo lo que ocurre a su alrededor da vueltas y ocurre fortuitamente, mientras él se queda estático y aburrido en el centro, como si estuviera en una ruleta donde a veces le sonríen y a veces le hacen mala cara.

El secreto de una buena novela es, creo, la evolución del personaje en conjunto con la anécdota y el entorno a lo largo de una narrativa creativa. Aquí, cada elemento lleva su rumbo en una ficción por momentos estúpida (por ejemplo, los hermanos de Ender se convierten voceros de la justicia y mueven masas internacionales por medio de publicaciones y comentarios en internet). Falta terreno verosímil, faltan personajes acordes al contexto, falta construcción de situaciones incluyentes. Falta entender que Ciencia ficción no es lo mismo que Fantasía.

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sexta-feira, 24 de julho de 2015

Anteojos mapas

Tengo en casa un emulador de Dios.
Puedo virar al mundo, cambiar el oriente,
pongo al universo en exhibición.

Pretendo ser invisible con mis ojos totales
y desciendo -caigo, me trompico- a tu portería.
Soy un quietecito allí, fascinado por tu ventana,
intento de presente que finge haber llegado.

En mi emulador sí que sonríes;
imagino que te asomas y te mueves 
en la ventana fija y que eres un fantasma;
error de un dios que pretende
con tus fotos, ser feliz para toda la vida.

Entiendo que jugar al mirón es absurdo
porque en esa idea fija: tú detrás de la ventana,
es donde se acaba el mundo.
Lo demás carece de importancia

porque sólo tú tienes movimiento.

sábado, 4 de julho de 2015

Quiero cantarte canciones de Love of Lesbian al oído, o de cómo te quiero invitar a ver las luces desde una azotea que aún no tengo

Me gusta que la gente me vea raro cuando tarareo Love of Lesbian.
Se ensambla una idea de propiedad, autoconocimiento,
como si Love of Lesbian fuera una idea que se me ocurrió a mí
y ando por las avenidas resoplando oh oh oh oh.

También me gusta malear las historias que Santi cuenta desde Barcelona;
El amante guisante es mi favorita, miro un asteroide y lo miro a él con toda su muerte al aire
y pienso en lo que tuvo que haber pasado en su cabeza dorada
para que el impacto contra el colegio de niñas fuera lo de menos.
Siao, sayounara, bye.

Luego pienso en Bala, ese gato con pata de perro
y me inundan unas ganas terribles de contarte lo que he visto:
El Oporto que bebí en Lisboa.
El circo ambulante en los callejones de Guanajuato.
El barco del Capitán Garfio en Disnelyandia,
Las meninas de Madrid.
Y entonces se me ocurre que quiero clases de baile contigo
(toda pena y aflicción pueden curarse bailando)
pero no sé cómo cantarte canciones al oído sin parecer un completo imbécil
o de cómo se sonríe para convencerte de ir a la pista
(un tango, una ranshera, un sharlestone)
porque lo haces bien, mover tus manos,
No sé cómo lo haces, por Dios, pero te mueves bien,
lo voy a reconocer.

Pero entonces imagino
que si pudiera llegar por atrás y preguntarte
¿cómo voy a continuar?
sería entre un llanto y una súplica adolescente
que ya no me va.
Entonces me limito a buscar un departamento
que tenga una azotea lejísimos con su serie de luces
y sus sábanas blancas de pintura
para invitarte, mejor, a gritar.

Mirá vos,
a mi edad me ha dado por oír mil voces.

Así pienso en cada tontería que no te dije,
como un mal español que le pasa lo mismo que a mí
porque yo también viajo por incendios de nieve
y me digo tantas cosas incapaz de transmitirte,
¡soy grito y soy cristal!
el párvulo, el shaval que te quiere llevar a sus conciertos y jugar contigo toros en la Wii;
el extra de una escena que no quiero hacer
deseando que nos recoja el tiempo para poder silbar
y vengamos luego a desear la reversibilidad de las noshes
en vez de pensar en los días no vividos
o de pedirte que golpees bien, que lo hagas bien,
porque si subo a mi azotea para arrojarte estos gritos envasados
alguien desde otra terraza te diría te amo.

Lo bueno de cantarte Love of Lesbian en el oído
sería esa coronilla que circunda tu oreja
y que luego muerdo como un lesbiano, dicen, de antojo.
Sientes mis lenguas, mis malas lenguas
y volverías a reírte de mi delirismo;
(relax, entertainment, estúpido guionista enfermo).
pero yo quiero decirte la verdad que veo en tus ojos,
que aún con esta vergüenza de piernas flacas y voz terrible
puedo llevarte a la pista de baile y decir
Míranos, no bailamos tan mal,
son los demás los que no saben
y desear que no quieras bajarte jamás,
que juntos hagamos trizas vestuario y letrinas,
y después las putas ganas de seguir el show
(¿recuerdas que te dije soy un caso extraño?).

Pero ahora, cuando tarareo Love of Lesbian
luego de una tarde lluviosa en el taxi
o de gritar desde esta azotea que no tengo
me relajo y pienso que lo llevas bien
que estás aliviada, que todo ha acabado bien.

Y te miro y me confundes con algún asteroide, un asteroide que ahí va,
y te imagino con tantos hombres, por Dios,
cientos de ectoplastas que no se quieren esfumar,
haciendo un ruido que sólo yo sé.
De modo que en vez de golpearte y buscar el décimo asalto,
tan fácil y tan simple,
me invento estos cuentos shinos para niños del Japón
aunque no del todo falsos;
por ejemplo,
alguna vez dije hoy voy a decirlo: cómo me amo
y tú escushaste otra cosa.


Si hubiésemos huido hoy,
la maniobra de escapismo que nos habíamos prometido los dos.
yo no habría enloquecido,
yo no habría subido a ver constelaciones de gente como un planetario

tú serías el grito
y yo el cristal.

terça-feira, 23 de junho de 2015

Intensamente Tristeza



Pixar es garantía de emotividad y franqueza. Me cuesta trabajo disimular mis lágrimas en público o en privado (Toy Story 3 me pegó más fuerte que muchas rupturas amorosas), y es que el estudio CGI de Disney es más inteligente que las princesas habituales y los reinos maravillosos. 

Pese a tal declaración, honestamente yo no tenía grandes expectativas de Intensamente. Buena culpa de ello la tiene Dreamworks y sus personajes sosos, sus lluvias de hamburguesas, sus mega perros cansinos, minions primates que confundo con Alvin y las ardillas. Creía que la animación en general se había olvidado de personajes entrañables desde Wall-E o desde el mismo Toy Story. Pero no. En Intensamente encontré personajes que merecen, cada uno, su propio largometraje, no por chistosones, sino por complejos.

Tenemos a Alegría (Cristina Hernández de mi amor), la personificación de la emoción feliz y risueña que comanda los sentimientos de la infante Riley. Ella explicará a la audiencia en 10 minutos cómo funciona el cerebro y qué función cumplen las 5 emociones que junto con ella comandan las acciones de Riley.

Temor evita que Riley se haga daño.
Desagrado dota a Riley de la capacidad para elegir.
Furia hace que Riley obtenga lo que desea.
Y Tristeza... bueno... ella... ¿qué demonios hace la Tristeza?

Desde ahí adiviné que, aunque Alegría es en efecto la protagonista de la película, Tristeza es un personaje incomprendido (dentro y fuera de Riley). Ella no sabe por qué hace las cosas, por qué presiona el botón de llanto, por qué puede cubrir a los recuerdos felices con un aura melancólico ante la sorpresa de las mismas emociones que miran asombrados la habilidad infértil de Tristeza.
¿Qué hacer con ella? La evidente antagonista de Alegría que también tiene su lugar en el cuartel general, aunque sea leyendo los manuales de cómo funciona el resto del cerebro que ni a Alegría ni a nadie le interesa conocer.

La película en fondo se trata de una excelente analogía de la importancia que es tener a Tristeza en nuestras vidas. Dado que Riley es una niña, Alegría no concibe la necesidad del sufrimiento, y busca mantener a Riley brillante, sonriente, porque un niño no tiene otra actitud frente a la vida que es, a esa edad, todo juego y bobadas. Se forman en el cerebro isletas que representan a la personalidad de Riley, muy parecido a esos diagramas absurdos de un cerebro dividido en territorios donde se marcan los intereses más generales. El asunto es que Riley crece, cambia de intereses, que en escrito es la cosa más normal y aburrida para decir, pero dentro del cerebro, estos cambios son catastróficos para mantener el orden que Alegría pretende, déspotamente, conservar hasta el final.

Así es, los problemas surgen cuando llega el turno de Tristeza para entrar en la vida de Riley y amenazar con el totalitarismo de Alegría. Cuando el pensamiento central azul intenta hacer su ruta normal hacia el cerebro, Alegría siente que su imperio se verá modificado, y aunque así debe ser, Alegría no piensa en otra cosa que no sea carcajadas y bobadas. Crecer significa abandonar eso y enfrentarse al dolor. ¿Qué sabe de dolor Alegría? ¿Por qué hacer una escena en el momento en que un sacrificio tiene que hacerse? Alegría representa al infantilismo, mientras que Tristeza representa la aceptación. Era natural que Tristeza, tarde pero segura, tuviera una influencia significativa sobre el mundo abrumadoramente acaramelado de Alegría.

Con esto me refiero al proceso de madurez al que claramente apunta Intensamente en toda su extensión. La habilidad de Tristeza para melancolizar los recuerdos no es una maldición, ni un virus como lo entiende Alegría, sino una parte natural del cerebro para enfrentar a la vida: la nostalgia, el cariño por los tiempos mejores cubiertos de una añoranza agridulce que se desentiende de los días alegres y sonsos que Alegría ha defendido tanto. Es el turno de la depresión, el duelo, la recarga de baterías contra un mundo gris y cruel.


De modo que mientras el mundo feliz e inocente de Alegría se viene abajo, allá afuera Riley está aprendiendo a enfrentar a un mundo que ya no le sonreirá si anda por ahí haciéndola de mono; el caos que ocurre en su cabeza no es ninguna catástrofe aunque eso lo parezca. Por el contrario, es el derrumbe más natural y triste de la vida: El fin de la infancia, el declive de la felicidad despreocupada; el amigo imaginario entiende su destino, Alegría también representa la esperanza, pero ha sido derrocada porque así lo exige el ciclo de la vida, para dar paso al llanto que forja al carácter más completo armado por isletas heterogéneas de emociones.

Así lo vemos en las mentes de sus padres donde, para sorpresa del espectador, la líder ahí son Tristeza en la madre y Furia en el padre. De ahí intuí que su madre en realidad es una persona reprimida, mientras que su padre es una persona más bien enérgica, con todo y la escena genial donde todos en su cabeza están viendo un partido de futbol, algo que me sacó una buena carcajada.

Se puede entonces hacer un profundo estudio del psicoanálisis a partir de Intensamente, como la mente aterrorizada y en pánico del chico que saluda Riley, o la inseguridad en la que vive, lo sabemos, la chica cool de la escuela. Lo que ocurre en la cabeza de Riley es una manera divertida de ver algo tan natural como el envilecimiento y la zozobra del carácter en formación inevitable. La formación del carácter tiene que ver con la emoción y la actitud con la que tomamos las experiencias vitales de nuestras vidas, y todas ellas sirven para algo. Alegría aprende a aceptar la multimoción que el cerebro maneja; Intensamente tiene un cierre feliz porque finalmente Riley pudo llorar.



sábado, 25 de abril de 2015

¿Provecho?

Hace cinco meses que llegué a Puebla.






Junto con haber estudiado la maestría en Guanajuato y haberme comprado el Perfect Dark en lugar del Turok 2 en el 2004, venir a Puebla ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Puedo decir que mientras no vayan conduciendo un auto, la gente aquí es muy amable, cordial y atenta. Durante estos 5 meses he visto más actividades culturales de los que hubo en Chihuahua durante 25 años, y me da ternurita la paranoia urbana con la que caminan las doñas y señoritas; el centro es activo, lleno de familia, espectáculos y turistas, este lugar sí que merece aquel torpe eslogan duarteano "(X) Vive" que con tanta lástima quiere representar al estado más agónico. No se malinterprete, me gusta Chihuahua por algún sentimiento autóctono identidario y por los amigos que hice allá, pero en Puebla encontré una especie de precisión ubicacional, como algo que embona en seco, eso que faltaba, la satisfacción de meter un libro exacto en aquel espacio incómodo del librero.

Creo que esta pezenelaguacidad se debe en buena medida a la peculiaridad chihuahuense con la que me ven y me escuchan por acá. La calidad de vida que se tiene, vamos. Gracias a Puebla olvidé cuándo fue la última vez que me preguntaron aquel diario y engorroso "¿con eso de qué puedes trabajar?", y mis paseos por el centro son más productivos que sólo ir vagando por ahí; siempre me he de topar con un flyer de interés, un buen bar económico apacible, una librería cada tres cuadras, o un pulgar arriba cuando pongo a Korn en la rockola. Las preguntas que de repente me hacen aquí van más bien en función de mi identidad norteña: "¿allá qué se come?, ¿cómo aguantas el calor?, ¿no es peligroso?, ¿cómo le dicen allá a esto?" y me escuchan como sintiéndose afortunados de haberme conocido, como si estuvieran aprendiendo de mí. Yo también me siento afortunado entre ellos, más cuando sé que he atravesado por un montón de cosas para ganarme un lugar como éste; agradezco mi estancia en Puebla con respeto, y la gente a mi alrededor me trata con la misma cordialidad.

Es precisamente en la cordialidad donde un gesto muy específico de Puebla todavía no me cuadra o no termino de comprender del todo. Sé a plenitud que es un gesto de cortesía, una expresión gentil y afable, y sin embargo todavía me hace fruncir el ceño en extrañeza y me esfuerzo en cada ocasión por ocultar mi cara de ¿y eso qué es?

Sucede que al punto de las 2:00pm, no importa si en ese momento estás trabajando, leyendo, fumando o no haciendo nada en absoluto, la gente pasará y te dirá, sin más y sin aviso, "provecho", o peor aún, "provechito".

La primera vez que recuerdo haber escuchado un "provecho" fue con una chica con la que cené un par de veces en Guanajuato, pero su "provecho" tenía un peso mucho más intempestivo todavía; ella servía el plato, se sentaba frente a mí, me miraba fijamente con los ojos bien abiertos, y pronunciaba de una manera clara y tosca "Que te aproveche", como si quisiera que la expresión se imprimiera en el aire, con una densidad sonora y directa que me ponía nervioso.

¿Provecho, como en aprovechar? ¿Provecho de qué? ¿Qué significa? ¿De qué depende que la comida se aproveche o no? ¿...y ahora qué hago?




Es una expresión que jamás en la historia de los jamases se oye pronunciar en Chihuahua, ni siquiera en restaurantes. Lo entiendo como una especie de castellanización de aquel ridículo "bonapetí" que se menciona en las películas del canal 5, pero dado que el francés es por excelencia la lengua de mamones e insoportables, no le presté ninguna atención hasta ahora que llego aquí, al sur del país (no discutan, para nosotros todo es sur) y me topo con la cordial obligación de responder a decenas de provechos (o peor aún, "provechitos") a las 2:00pm, dentro o fuera de la oficina, con una precisión cronológica tan ritual y tan extraña en los mexicanos.

Nota: en japonés existe el similar itadakimasu, pero no es un equivalente. Esta expresión se usa exclusivamente para sí mismo y al momento preciso de tomar la comida. No requiere de ninguna respuesta ni se le dice a otras personas. Es una especie de reverencia directamente para el platillo propio.

Responder al "provecho" (o peor aún, al "provechito") es para mí particularmente un verdadero suplicio; no sólo me parece incómodo que me digan "provecho" cuando a esa hora estoy, por ejemplo, caminando al baño, sino que también me cuesta trabajo saber de qué manera se le responde a uno. Y es que yo no puedo contestar a un "provecho" con otro "provecho" (o peor aún, con otro "provechito") por tres importantes razones:

1) Aunque no tengo la certeza de qué significa esa expresión, ignoro si la persona que me lo dice se dirige, a su vez, a tomar sus sagrados alimentos (ojo, sagrados, esto es importante), o si se propone a hacer algo más antes de servirse. Aunque las 2:00pm sea la hora godín de la comida, hay muchas otras cosas que se pueden hacer en ese momento, como ir al banco, lavar la ropa, dormir una siesta, navegar en internet, fumar un cigarro (¿también se dice "provecho" cuando alguien fuma un cigarro?) o simplemente no salir a comer. Si efectivamente la expresión "provecho" significa algo así como espero que los nutrientes de tu comida sean bien asimilados por tu sistema digestivo, entonces habría que asegurarse primero de que la persona invariablemente se dispone a comer; de otro modo, si la persona no va a comer y el sistema digestivo no tendrá nada para aprovechar, entonces la expresión cae en saco roto y se convierte en un gesto ridículo, como decir salud si no se ha estornudado, o dar el pésame sin más cuando nadie ha muerto. Sacaría de onda, o estaría pirata, si yo anduviera por ahí diciéndole "provecho" a la gente, digamos por ahí de las 17:21pm, desentonando con todo el mundo; muy probablemente me mirarían con la misma extrañeza con la que los miro yo a ellos. ¿Provecho, por qué?

2) Incluso cuando efectivamente me encuentro comiendo, el que las personas se me aproximen por diestra y siniestra cada vez para enunciarme "provecho", "provecho", "provecho", me parece algo terriblemente invasivo que se planta en mi mesa. Así sea que me esté saboreando unas enmoladas con pollo y queso chipotle, o unas méndigas Barritas Marinela de la máquina, el "provecho" masivo me obliga a engullir el bocado entero y devolver, apresurado y con la boca llena, el mismo gesto encantador, de otro modo siento que el provecho se queda suelto, como cuando no te dicen gracias cuando dices salud; la incomodidad se vuelve más tensa todavía y adiós a mi enmoladas time. A veces pienso en tolerar la intervención y responder "igualmente", pero como dije antes, no tengo la certeza de que la persona vaya a consumir sus sagrados alimentos, y me parece un error asumir que por la hora así será (nadie es tan predecible... ¿o sí?). Entonces me quedo callado y otra vez me miran extrañados, como qué muchacho tan grosero. No hay salida.

En cualquier caso, mi peor y última opción para responder sería con otro "provecho" porque mi simpática sh de Shihuahua respondería en su lugar "provesho" y entonces vendría una siempre risita cómplice que ellos exagerarían para medio burlarse con cariño, "jijiji, provesssho", a lo cual tampoco sé cómo se responde: ¿me río, me ofendo, la hago de pleito? Ningún chihuahuense lo sabe.

3) Me he acostumbrado por tanto tiempo a comer solo y a mis anchas que me cuesta trabajo ponerle atención a otra persona, o a cualquier otra cosa que no sea un buen y especial Tasse de Soupe Chaude Avec Eau et Épicée Rouge (Maruchan con Valentina), por más amable que esta intromisión sea. Cuando como algo que está rico tiendo a hacer una sonrisa que desentona con la solemnidad de una mesa, tiendo a dejar migajas como un pajarito (qué fastidio, también, que digan comes como pajarito), y comer es para mí un momento particular y preciso del día en el que me meto (sobrio) en la supernova de mis pensamientos y trabajo en mis chaquetas mentales. Comer cuando se come es el secreto para ser feliz.

Apuntar: mientras más gente haya en la mesa, mayor es la probabilidad de que a alguien se le ocurra decir una payasada o asquerosidad. 8 de cada 10 personas calladas lo reconocen.

Es en la saciedad cuando mi atención al resto del mundo es nula, estoy en mi blank box, sólo existimos yo y los tacos de canasta con salsa verde, todo lo demás se puede ir derechito derechito mientras yo tenga un buen bocado mío de mí; no me quieran sacar un "gracias" que no siento, no me pongan a pensar con cuál tenedor se come, o si quiero una cuchara, o si los codos no van en la mesa, o si eso no lleva limón, o si provecho o igualmente, o gracias, o provechito.



No es que me moleste comer acompañado, pero he descubierto que se come mejor solo; quizá se deba a que he vivido a mis anchas desde hace más de 5 años y me gusta sorber la sopa fuerte, rica, con mi ruido y mi silencio. Aunque si soy más honesto conmigo mismo, creo que esta comodidad de comer alejado del mundo se me fue gestando desde que un primo que vivía con nosotros se sentaba en la mesa a la hora de comer y hacía muecas y se asqueaba de lo que yo me servía en mi plato. No quiero que suene a un trauma, con esto quiero más bien decir que encontré placer en la mesa amplia y callada, y no me parece natural andar por ahí metiéndose en la comida de los otros. repartiendo provechos y provechitos por todas partes.

Quien me conoce sabe que una de las sonrisas más sinceras que tengo es cuando disfruto de una comida deliciosa, unas buenas alitas con harto chipotle que las pruebo y quiero morir justo ahí, en ese instante en el que entiendo al zombie, sin la intromisión extraña (cordial, lo sé, pero al fin extraña) de quien me sustrae del escozor de mi lengua en pleno Nirvana.


terça-feira, 17 de fevereiro de 2015

Naves que dan vueltas a un balón

Compré estos zapatos por órdenes de una mujer
que me dijo compra estos zapatos y podremos bailar.
Y así lo hice.
Llegamos a la boda de no recuerdo quién
pero sí recuerdo el vestido negro con blanco
y unos tacones delgados, también negros;
es todo lo que mis zapatos saben.
No bailamos, es verdad,
pero cuántas veces chocaron nuestras puntas nuevas.

Luego mis zapatos fueron míos
y ya no había nadie que me dijera que no, 
que esos zapatos no.
Entonces tomé mis zapatos que eran míos
y vi hermosos adoquines en el suelo
y avancé sobre ellos por el mundo
entre las piezas de un orbe ajedrez.
Con mis zapatos repté la piedra,
recé en catedrales y museos, corrí por mi vida,
me gradué en el viejo recinto de otros caminantes
y ante la mirada escéptica de los más fuertes
mis zapatos anotaron tres goles
y evitaron otros más.

Mis zapatos estuvieron ahí cuando yo me iba
y me aconsejaron salir sin decir adiós
-los zapatos no dicen adiós-.
Calzamos y miramos juntos;
conmigo entonaron fados y nos manchamos de cerveja preta,
me llevaron a Mafra, a Lisboa y a Madrid
donde vimos a Velázquez y a Amália y a Goya
y cuánto sufrieron mis zapatos por el frío en los tranvías,
en los autobuses a Jalisco y a San Diego
cuando veíamos la carretera amplia cruzar el horizonte
y decían debemos recorrerlo todo.

Mis zapatos no dijeron nada cuando vieron a las zapatillas rojas
subir sus talones ante los zapatos de alguien más;
ellos me dejaron seguir bebiendo (acá arriba estaba el problema)
y me sostuvieron mientras lloraba.
Mis zapatos chapotean canciones bajo la lluvia
cada vez que las zapatillas rojas
se apartan abiertas para darle paso a zapatos más limpios y nuevos
y me dicen estamos nosotros, tenemos el desplante
sucios, aplastados, sin ritmo, sin encerar y contigo
igual que tú.

Entonces, con mis zapatos puestos
pateé duro la cama que también a ella contuvo
y andamos al santo porahí.

Nos fuimos al sur por caminos que ni el sol recorría,
allá, mis zapatos y yo conocimos las nubes,
pisamos cavernas poblanas de ritual y guano,
buscamos la felicidad como buscando agua
y el camino fue alegre y frondoso
que es lo único que a mis zapatos importa
porque ya no hace frío
y me dicen qué bien nos andamos en las calles de noche.

Hoy mis zapatos rotos y gastados
-sobre todo el izquierdo-
van cansados a laborar
pero nunca se apartan de mi cama en las mañanas.
Ya no meten tantos goles,
es cierto,
pero cómo nos divertimos
y nos imaginamos veloces como si el cuerpo y la experiencia
no pesaran.
Mis zapatos suturan las heridas de agotamiento,
se llevan la sangre que dejé en el pedregal de Chihuahua,
Guanajauto, Londres, Puebla y Portugal
por pensar en zapatillas rojas, blancas y negras y grises
mis caídas por el alcohol y mis piernas flacas
apenas sostienen el clericot con el que, 
irremediablemente,
iré a golpearme al suelo cansado.

Mis zapatos protegieron el dolor de aguantar firme
porque es de lo único que saben.
Mis zapatos preguntan hacia dónde
y ungen mis pies heridos
como un perro.

terça-feira, 27 de janeiro de 2015

El niño que le dijo a Bukowski que el mar no era nada bonito.

Odio el mar
lo odio con toda su fuerza.


Me arremeda su espuma de rabia
su ojo blanco por la noche
su manía de consumir la tierra
que luego retira como la gran puta
y ahí viene de nuevo
a estampar su frío entre mis llagas
-cada segundo un colapso-
en su cabeza de unicornio
gritan al pie lo inútil de mis miembros
sus bufas de toro en llanto.
Devora y vomita el piso que sostiene
abre las puertas y no da paso
lleva en su nombre todo un imposible
la vasta sirena del tiempo inacabable.


Odio al mar y a su plutón helado
una ola es una desgracia
¿para qué los cíclopes en la cornisa?
un rayo que no perfora
un eterno buscar el fin del mundo
¡El mar es el fin del mundo!
el mar que empuja el horizonte
desierto que engulle al amor de los amantes
pánico líquido, el mar
nuestro único extraterrestre
de rayo negro, rojo y plata
decir mar es enunciar su poco.
es el mar y sus profundos qués.


Odio su boom inasible
su manera meticulosa de llegar al puerto
vena de agua, enfermedades todas
ruptura en la montaña del Babel eterno.
Odio al mar por cada ola que no he detenido.


Salpicar ya es suficiente
y deja su manto salado
infame, cruel, antagónico
ese roer líquido de su aforma.
Odio sus desnudos al aire
con la brisa infértil que escupe en la cara.


¿Qué preocupaciones pueden tener el mar
y su infinito color prismado?
Miro al mar, su llenadera inagotable
su magnánima nada
el homicidio sin heridas.
Quiere el mar engullir al planeta por dentro
dejarme su peso terrible
la extrañeza del oxígeno mío
ante la naturaleza de morir callado
soy un cabello caído por autonomasia.
Por única vez no sirve de nada ser fuerte.


No le cabe al mar mi desprecio bípedo
yo que puedo recorrer el suelo
y aspirar hondo en la torre más arriba
el mar en su techo muestra la estupidez
de una evolución humana
que no produce ningún huevo
que no funciona en su manto ahogado
mi inerte plaga de formación huesuda
mi terror a morir desde cero
Mi repulsión por todo lo inasible.
Mar, una vez ahogado
¿Cómo se muere sin ti?


Odio al mar, su él y ella tan indomable
me reduce, me limita, me ataca
la mar y su guerra inmóvil
el mar antimúsica sin patria
que en su corazón negro se guarda el absoluto
que no teme a mi puño quebradizo.
El mar contenido de interminable,
sin miedo, lo odio, lo odio
ese plano infinito que también me odia a mí.