¿Qué te viene a la cabeza cuando piensas en futbol mexicano?
Si tienes mi edad, 35 años, recordarás como yo aquellos gloriosos torneos largos con Gerardo Torrado, Pavel Pardo, Ramón Ramírez, Jorge Campos, cuando el título de campeón duraba más de dos meses; esa generación de llaneros talentosos que le dieron silueta al futbol en los ojos de un niño. Cuando se sangraba la camiseta, cuando ganar un clásico era motivo de festejo en serio y los medios tenían voces icónicas representando el sabor de la victoria o la derrota de manera imparcial. Los padres llamaban a los cuñados y sacaban su televisión al jardín para preparar la carne asada, el Estadio Azteca le sacaba canciones a Calamaro, en las escuelas se intercambiaban estampillas.
Yo recuerdo al futbol mexicano como una forma de unificar amigos y familias. Era el tema que podía sacar en el barrio como un disparo para hacer amigos. Poner un balón en la calle era una especie de invocación esotérica en el que había el entendido de que quien viniera al llamado estaría dispuesto a destruirse las rodillas. Ver la liga mexicana por televisión era particularmente un gran incentivo para salir a probarnos porque en el fondo sentíamos que esa palurdez con la que jugábamos era suficiente para imitar lo que veíamos en las pantallas de los años 90. Un futbol torpe pero talentoso, lento y preciso, con aguante a la zancadilla pero penales fallados, un futbol pues que nos representaba como la cultura violada pero luchona que somos tanto en la cancha como en la guerra.
Daba la sensación de que por ser mexicanos podríamos jugar a ese futbol también, no podríamos aspirar a jugar como Deco, Zidane, Ronaldo o Batistuta. Éramos, y lo sabíamos, versiones reducidas de Benjamín Galindo, Matador Hernández, Miguel Herrera, Luis García. Y nos gustaba porque era una forma de ser coherentes con nosotros mismos. Antes de rodar el balón, como si de una puesta en escena se tratara, los partidos comenzaban primero con una repartición de personajes como quien pide la bendición de un santo o espera ser poseído por tal nombre: ¡Pido ser Hugo Sánchez! ¡No, me toca a mí ser Hugo Sánchez! ¡Entonces soy Cuauhtémoc Blanco! Y así arrancaba el Granjas FC vs Deportivo Nuevo Paraíso, donde íbamos a reventarnos los tenis contra el asfalto y a exponer la nariz en diez balonazos, inspirados por el 4-0 contra EUA de esa tarde o la noticia de que fuimos eliminados por Alemania. Aunque nuestro partido no se televisara, también éramos parte de ese futbol.
En eso pienso yo cuando pienso en el futbol mexicano. Me conmociona cuando al decir cosas como "le ganamos a Brasil" y alguien responde, incrédulo y un poco testarudo, con "¿cómo que ganamos? ¿a poco tú jugaste?". No sabría cómo o para qué explicarle que al futbol mexicano de una u otra manera lo formamos todos. De ahí que la afición pese, de ahí que llamemos "los 4 grandes" a los que deberíamos llamar "los 4 populares", de ahí que exista el concepto del doceavo jugador.
Cuando era niño, por ejemplo, opté por irle a las Chivas en una franca declaración similar al ritual de salir del clóset. Lo decidí porque las Chivas me regalaron una imagen que se me quedó grabada como fotografía: mi padre, mis tíos, amigos de la familia, vecinos, todos estábamos reunidos en la sala para ver y celebrar la final entre Guadalajara y Toros Neza del verano 97. Me decanté por las Chivas no porque mi familia fuera de las Chivas, de hecho ellos siempre han sido más bien del tipo "yo le voy al que gane", sino porque ser fan del Guadalajara fue mi manera de agradecerles esa reunión en la sala que no volví a ver en mucho tiempo. Ser chiva era una decisión que venía acompañada, por supuesto, de por ley tener que enemistarse con el América o de quien sea que hable mal del rebaño, y quizás así lo hice un tiempo, pero años después tuve una novia, declarada americanista más o menos por la misma razón que la mía por ser chiva, y nuestra relación tenía mucha chispa gracias a ello. Aprendí pues que ser hincha de un equipo no significaba discriminar al otro, o que no tendría yo derecho a reconocer cuando el América jugaba bien, "¿pos no que eras de las Chivas?" solían reclamarme mis amigos si aplaudía un gol del ame, cosa cuyo origen entendía, pero tampoco me sentía limitado a no poder reconocer que un equipo jugara bien.
Hoy el futbol mexicano es una cosa muy extraña, pensando en esta nostalgia de la que estoy hablando. Las aspiraciones del jugador mexicano ahora es migrar a Europa, y está bien, pero hay algo de sentido de pertenencia que se pierde un poco. Los intercambios entre jugadores suceden sin respeto a la playera y la culpa de una derrota viene más derivada de fallas administrativas que del tronco delantero. En lugar de tener una generación de jugadores con ganas de pelear por el gol, que sería lo esperado si venimos de una escuela tan aguerrida como Carlos Hermosillo, Héctor Reynoso o Miguel Herrera, el FutMex se fue convirtiendo poco a poco en un escaparate de estrellitas cotizadas que luego los vemos manejando un Ferrari o bebiendo caro en un hotel.
Eder Bayuelo pidió lo mismo, o eso siento. Eder como yo parece haberse cansado del pésimo periodismo actual, ése que dejó atrás al debate imparcial a cambio de un espectáculo gritoneado donde Álvaro Morales es un comediante amateur y Hugo Sánchez tiene que poner sus trofeos en la webcam para recordarnos que él es Hugo Sánchez, porque ya se nos olvida. La dupla Martinoli-García pasa más tiempo burlándose de Jorge Campos que describiendo el juego, y aunque llega a ser divertido, me pone a pensar en las opciones de periodismo deportivo que tengo, porque estos dos hablan más de Caliente,mx o Farmacias del Ahorro que del partido en sí.
Opciones como Leyendas del Futbol Mexicano, una que nace desde la carencia del buen periodismo, y busca hablar de una forma muy sobria sobre lo desplegado en la cancha y la historia que dicho partido representa. Eder no se influencia por tal jugador que cobra tanto o juega en Bulgaria o dijo equis cosa del América, le importa la huella que dejó, que está dejando o que puede dejar si hace las cosas bien con la pelota. Le importa, es lo que veo, que el estrellato de un futbolista se gane por talento y por garra, con goles de antología, con atajadas de fotograma, con trazos perfectos al ángulo, esas estampas inolvidables que lo inspiraron a reunir a un equipo igualmente hastiado del sensacionalismo de Marín y de Faitelson, y hacer un canal de Youtube donde los inmortalizaría, como una contraréplica a la producción abaratada de revista del corazón.
El formato de esta contraréplica funciona. LeyFutMex llega a sus audiencias de una manera inteligente y gratuita: internet. No tocaré el tema de si la televisión será devorada por el navegador como lo fue antes la radio, pero sí quiero reconocerle a Eder que supo darle al periodismo deportivo el upgrade que necesitaba y en el que otros como ESPN o Marca no han sabido reproducir, porque están casados con un periodismo obsoleto, o no saben operar en las redes sociales, baste ver los títulos de ESPN en la cabecera de sus resúmenes en Youtube: PIETRA EXPLOTA CONTRA MAURICIO PEDROZA. ÁLVARO SE PELEA CON RAFA. Ugh.
Por eso es relevante que el periodismo futbolístico se relacione con su audiencia desde el futbol y no desde la nota. Porque el anhelo y la emoción en el futbol viene siempre acompañada del orgullo y de las cualidades que tenemos para mostrarle al mundo. En el fondo a eso se refería el Chicharito y evidentemente el periodismo no lo entendió. Porque el periodismo de ahora no se esfuerza por entender al muchachito parado entre dos piedras a riesgo de un atropello. LeyFutMex es una celebración de nuestra historia como nación. El futbol es un lenguaje que usamos en todo el mundo para mostrar nuestro poder sin herir a nadie. Un poder organizativo, dinámico, entendido, efectivo, alabado. Quiero que LeyFutMex siga creciendo porque es una manera de decirle al país cómo queremos ver al futbol, y que más personas se sumen y corrijan sus errores, como LeyFutMex también sabrá corregir los suyos. Me gusta pensar en el futbol como un gran espacio de asombro y compañerismo, de honor a quien honor merece y de construir la historia de manera memorable. Creo que LeyFutMex lo consigue porque ha sabido adaptarse a las necesidades del aficionado mexicano con los medios que están a la mano. Felicito a Eder y a su equipo por estos 100 episodios de ruleta rusa, por lo que hacen también por el futbol femenil, por tener un contacto verdadero con su público como ningún otro, por las horas nalga que le dedican a su trabajo y por darle a este chivista frustrado un colega más con el cual hablar sobre las leyendaaas del fuuuutbool mexicano.
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