terça-feira, 13 de agosto de 2013

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"Felicidades por usar la otra mano" tuiteó el amado Chumel hace unos minutos e inmediatamente pensé en todo lo que no sabe. 
Usar la otra mano no es, aunque parezca, levantar una en lugar de la otra. La izquierda se llama siniestra por una muy buena razón, y es que el mundo todavía no sabe qué hacer con nosotros zurdos, espejos sin vidrio, minoría incapacitada, rojillos comunistas, jugadores profesionales de béisbol.

Ser zurdo no es, desde luego, una pesadumbre insostenible, es una situación de ser cubos viviendo en el mundo de las esferas. Se persiguieron a los zurdos por tener la mano de Satán, mi tía Blanca fue forzada a escribir con la derecha con una soga, y yo por mi parte tenía que voltear el cuaderno para imitar la escritura de la maestra mientras que mi letra quedaba eternamente deforme por la falta de un pupitre de paleta izquierda en todas las escuelas de mi vida. Ser zurdo es un orgullo porque pese al ratón de la computadora, a las guitarras y a la taza de café que debo girar siempre en las cafeterías como ritual ceremonioso, la zurdera me da una identidad, me alinea con Cobain, Link, Bart, Flanders y Sephirot aunque estemos distanciados del todo. Ser zurdo es ser el otro, el siniestro, el de la espada escondida, el que no sabe en cuál mano va la tortilla y en cuál el tenedor. 

La vuelta prohibida a la izquierda, la desviación que siempre debió haber tomado Bugs Bunny, el garfio de Garfio, la inscripción invertida en el lápiz. Todo esto, quiérase o no, afecta a la personalidad. He visto gente sorprendida de que, en el repente, notan que hago cosas con la mano izquierda "¡¿Eres zurdo?!" me preguntan como si descubrieran un sexto dedo en mis manos, "No sabía que eras zurdo" me confiesan como si no me conocieran del todo.

Se trata de una hermandad no establecida por nadie. Ser zurdo es aceptar el favoritismo del mundo (el diestro hijo favorito de papá), es saberse huésped de esa desviación en el cerebro que produjo cosas como el Nevermind o que caza peces en el polo norte*. Así que sí, gracias Chumel, porque no es fácil torcer el brazo para escribir en la banca, ni cambiarle las cuerdas a la guitarra cada vez, o configurar el ratón de la computadora, o que te cierren el changarro para zurdos porque no hay quien piense en los que no podemos usar un abrelatas o un guante de billar.



*Para quienes viven en Chih, recordarán la pantalla de Telcel en la Av. Universidad que decía "¿Sabías que... el oso polar ¡es zurdo!?" así, con signos de admiración y todo, porque efectivamente ser zurdo es un dato curioso, impresionante, digno de mención en una pantalla gigante urbana según parece.

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