quinta-feira, 6 de dezembro de 2007

medianoche mía


No sé existir en escuelas tan propias de la mente.
Apenas me entero que ha nacido la noche, y me río al pensar que siempre ha sido así. Me escapo de la ciudad y me voy al noctum. Cuando doy la espalda, no le encuentro faltas a la luna; no tiene pueblos amargos, desvíos, ni nada desagradable. Es tan inhóspita como perfecta.
Cuando estoy de pie, al margen de las vidas, esperando un viento que me acaricie, miro mis ojos y los encuentro rodeados de alegorías inexplicables.
Me cuido de no desvanecerme por este fascinante truco,
truco de volar con ojos cerrados y no enterarme de aquellas gentes que me exigen paciencia.
Yo bebo, es como me mantengo entre la tierra y la apariencia (el aguante, como dice la bary). No soy una mentira, soy una persona que no tiene cómo compartir su medianoche.
Apenas si encuentro quién me tolere durante el día, esa persona me desaparece y me orilla más al calor de la luna. Lo peor es no encontrar la manera de decirle que deje toda frivolidad y venga conmigo, a mi medianoche.

Entonces..
Que me quede escrito: Las maniquíes lunares no existen.

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