Soñé que soñaba.
No entiendo cómo se puede estar orgulloso de la nacionalidad
es como estar orgulloso de tu páncreas.
-[no recuerdo, pff]
Estaba yo en una especie de cenote abandonado. Cuando encuentro la salida, me intercepta un gigantesco tanque de guerra que pretende llenar la cueva de granadas y dejarme ahí muerto. Al percatarme de ello, logro escabullirme por una salida, me trepo al tanque y bloqueo la portilla de salida. Escucho entonces una explosión y abro la portilla. El tanque está ahora vacío.
Justo en ese instante llega Adrián, un primo mío, y me dice -¡Perfecto! Con este tanque ya podremos destruir a Estados Unidos. Tráetelo y vámonos a la frontera-.
De alguna manera satisfecho, entro al tanque y lo conduzco por las calles guiado por Adrián, quien va a pie frente a mí.
Entonces nos detenemos un momento, yo salgo del tanque y observo detrás de mí a tres niños que nos siguen felices -Bien- exclama Adrián -ahora ya podremos empezar-. Mi primo entonces desmonta un aparato de balística que traía el tanque y lo coloca de frente a los tres niños. Luego se acomoda en el aparato y sin chistar, comienza a dispararles a total quemarropa.
Los niños eran rubios.
Yo observo la escena sorprendido; ni los niños ni él muestran gesto alguno, simplemente se dejan acribillar sin oponer resistencia ni moverse siquiera un poco.
-Ahora te toca a ti- dice mi primo, y se levanta del asiento. -Dispárales hasta que estén muertos.-
Me trepo entonces al aparato, aún anonadado, y me tomo del gatillo. Los niños siguen de pie, desbaratados, sangrando por todo el cuerpo, pero de pie ante mí.
Entonces los tres pequeños, al verme dudar, se acercan a la punta de la feroz arma, y abren la boca de forma muy sumisa, colocando en la salida de las balas sus dientes y sus lenguas. Comienzo a disparar, a destrozarles el rostro, mientras que ellos se toman de la ametralladora como una paleta de caramelo, y yo aún desconcertado, los aniquilo a sangre fría.
Un hombre se me acerca.
-No te saludaré- me dice -porque acabas de matar a tres niños.... sin embargo te saludaré porque eran niños gringos, y haberlos matado te hace más mexicano y por ello, mi hermano- y entonces cordialmente el hombre me tiende su mano, y yo la estrecho con presunto gusto.
-Hora de seguir- advierte mi primo, y me da un traje de soldado. -Con estos uniformes pasaremos inadvertidos por la frontera, y podremos matar a quien sea-. Dejamos entonces el dichoso tanque atrás y seguimos a pie, armados con dos rifles color verde bandera, como los rifles de juguete.
Seguimos pues caminando, y a medio paso nos detiene un soldado. -What are you doing here?- nos pregunta. -We are patrolling- contesto yo -What's your crew number?- -We don't have any, they didn't give it to us- responde mi primo. Comienzan entonces ellos dos a discutir en un inglés velocísimo que yo no sabía que mi mente podría tener almacenado. Finalmente nos deja continuar.
Cantando casi victoria, un muchacho nos alcanza corriendo.
-¡Son unos hijos de puta!- grita entre lloriqueos -Mataron a esos pobres niños.. ¡tú los mataste pendejo malnacido!- Me grita el muchacho. -Vete a la verga, cabrón- le respondo yi igualmente enojado, y sin darle importancia a su fuerte agonía, lo golpeo en el estómago para derribarlo. -Eres un imbécil- me grita desde el suelo aún llorando -ésos eran buenos niños, y tú te los llevaste imbécil! ¡Imbécil!-. -¡Y tú eres un pobre argentino!- le grito yo. -¿Y qué tiene de malo que sea yo un argentino?- me contesta él. -¿Sabes tú cómo les decimos aquí a los argentinos?- Entonces me le acerco y comienzo a patearlo fuertemente en el estómago -¡Les decimos sudacas! ¡Porque eso es lo que son! ¡Unos putos sudacas de mierda!- y lo sigo pateando hasta dejarlo casi inconsciente y con su llanto descontrolado como su único consuelo.
Alcanzo entonces a Adrián en el camino, y seguimos caminando.
Miro atrás al muchacho que está tratando de levantarse entre sus lágrimas y su estómago sofocado; volteo a ver a mi primo y le digo muy despacio..
-Somos unos monstruos-.
....soñé que soñaba.