sábado, 27 de agosto de 2011
Día 13: El primero que leyó en su vida
Tengo un monstruo en el bolsillo
Graciela Montes
Libros del rincón: 1992
¿Cómo olvidar la noche en la que fastidié a mi madre porque no me quedaba yo dormido mientras me leía esta novelita y concluyó en dármela para que yo la terminara de leer?
La voz narradora es la de una niña de 6 años cansada de sus rutinas diarias, de sus amigas y enemigas, de su madre y de su suéter amarillo. Descubre, en el clímax de sus corajes, un monstruo real que vive en su bolsillo y que es agresivo y apapachable. Mejor lectura inicial no pude haber tenido.
Siempre reconocí que mi gusto por la lectura se debe a que en casa mis padres siempre tuvieron libros a la altura de mis hermanos y yo: simples, resistentes, garabateados y ligeros. Éste en especial no es visualmente el más atractivo, pero fue el estilo narrativo -y la enunciación de mi madre al leérmelo por primera vez- lo que me hizo ver que en los libros existen también personalidades, enojos, pensamientos y confesiones que puede tener cualquier persona, digamos, una compañera de mi salón cansada de sus rutinas y con un monstruo en el bolsillo.
Aprendí pues con esta novela a abrazar las posibilidades discursivas y ficcionales de los libros, y nunca me detuve.
sexta-feira, 26 de agosto de 2011
Día 12: Una biografía
Nerón (Nero)
Philipp Vandenberg
Vergara: 2005
No recuerdo qué cosa me motivó a leer la biografía de Nerón, pero sí recuerdo que quedé fascinado con la vida de este muchacho.
Destinado a hacer grandes cosas, Nerón era enclenque, incapaz de dirigir a un imperio, y limitó su dominio a la creación de artes, esculturas y teatros. Mientras su madre dirigía los asuntos gubernamentales, Nerón construía la cultura, pese a que a su alrededor sólo habían traiciones, asesinatos y orgías.
Sus reacciones eran más bien provocadas en favor de la música y los gladiadores, y eso me parece rescatable en una época donde todo era riquezas y conquistas. Nerón visionario hizo lo que tenía que hacer en el lugar y los tiempos equivocados.
quinta-feira, 25 de agosto de 2011
Día 11: Uno que lo haya motivado a visitar algún lugar
Viaje a Portugal (Viagem a Portugal)
José Saramago
Punto de Lectura: 2007
Trataré de no ahogar esta entrada hablando sobre el profundo amor que tengo por Portugal. En este libro que es más bien una bitácora de un hombre que viaje de España a Portugal, se siente una confesión de Saramago por su país natal. Pinta los ríos, bosques y casas de un sentido nacionalista que le hace falta a Portugal; un país modesto, decente y discreto que se reserva la belleza para sí misma y para quienes le tienen el respeto que Saramago aquí encuadra.
Sí, conocí Lisboa después, y saboreé lo que Saramago, Pessoa y Amália Rodríguez saborearon y llevaron al arte. Portugal es un país vivo con gente muerta, su construcción está basada en el misterio, y Viaje a Portugal es apenas una guía turística de todo esto.
quarta-feira, 24 de agosto de 2011
Día 10: Uno con una pésima adaptación cinematográfica
Drácula
Bram Stoker
Valdemar: 2007
Claro, entiendo que existe un sinnúmero de versiones cinematográficas de Drácula (1897), unas que son bueneronas y otras realmente terribles -Drácula 2000 es un verdadero insulto a la inteligencia-, pero quizá todos estemos de acuerdo en que la versión de Francis F. Coppola es de todas la más rescatable, no sólo por Gary Oldman, Keany Reeves, Winona Ryder y Antony Hopkins, sino por Winona Ryder nada más.
El imperdonable pecado de la película es que convierte al conde en un ser sufrido y que añora el amor desde hace tres siglos. Este detalle se convierte en el hilo conductor absoluto de la historia. Graso y terrible error. El Drácula de Stoker es despiadado, abusivo, atterrorizante, y no un dandy que hostiga y corteja a una señorita ya comprometida. Vamos, es la bella Winona Ryder, pero él es el poderoso Conde Drácula. No es algo que pueda tomarse en serio.
La película como tal está bien, pero cuando se trata toda del amor que siente Drácula por Minna Murray creo que lo tira todo por la borda, incluyendo sus premios a mejor maquillaje y vestuario. Nada de la película tiene sentido cuando Drácula no es más que un ricachón feo con el pobre corazón roto. Los que disfrutamos en serio de la novela aplaudimos la producción, pero no la cuchara que Francis Ford Coppola metió a la fuerza en la historia original.
Como bien dicen: si algo ya funciona bien, no trates de arreglarlo.
terça-feira, 23 de agosto de 2011
Día 9: Uno con una excelente adaptación cinematográfica
Déjame entrar (Lat den rätte komma in)
John Ajvide Lindqvist
Espasa: 2010
Ésta es una de las poquísimas ocasiones en las que uno dice "La película fue mejor que el libro". Déjame entrar (2004) llega en un momento adecuado, cuando el vampirismo está siendo humillado y ridiculizado al grado de creer que el vampiro es un niñiño maricón y no un monstruo inmerso entre los humanos. John Ajvide rescata al vampiro en la forma de una jovencita cruel, insensible y agresora para salvar el honor de las historias de terror.
Estabelcida en Estocolmo, la película europea retrata fielmente a los personajes de la novela, y aunque carece de presupuesto, logra una conexión entre todos ellos que es limpia, morbosa y conmovedora.
Recomiendo mucho la película, ya que el libro no es lo mejor que se ha escrito de vampiros, aunque entretiene con todo y sus fallas.
Nota importante: Hace unos meses salió el refrito gringo: Let The Right One In que no hace falta ver, o siquiera comentar más allá de lo que la película original ya ha logrado. Tristemente mi edición del libro lleva la portada de esta versión norteamericana -inclusive al reverso del libro aparece la leyenda 'sólo en cines' (?)-, pero lo leí porque la película sueca, lejos de lo que pueda o no pueda lograr el libro, es realmente muy buena.
segunda-feira, 22 de agosto de 2011
Día 8: Uno para leer en fragmentos
Cien años de soledad
Gabriel García Márquez
Alfaguara: 2007
Definitivamente un libro tan denso no podría aspirar en ser leído en una semana. La única manera de disfrutar de Cien años de soledad (1967) es si se da respiros, profundos y restauradores respiros entre dos o tres capítulos acabados.
Entiendo a las personas que no soportan este libro, y creo que es debido a dos cosas: primero, se les ha hablado tanto y tan maravillosamente de Cien años de soledad, que lo que esperan al abrirlo es un resplandor de genialidad y absoluta fascinación. Creo que la novela merece ser trabajada a su ritmo, a sus tiempos, pausado. La segunda razón es porque efectivamente Cien años de soledad es un mundo conservado en un pueblito, donde hay lugar para las guerras, los circos, los amoríos, la muerte y, por supuesto, la soledad. Reducir toda esa natura humana a Macondo exigió de muchas generaciones, cada una con su situación, cada una con su merecido espacio.
domingo, 21 de agosto de 2011
Día 7: Uno muy divertido
Porno para perdedores
Israel Miranda Salas
Productos y Consumibles Planeador: 2011
¿Cómo no iba a ser divertido un librito comprado en el Chopo que lleva por título Porno para perdedores?
Es una colección de unos 60 poemas donde el autor estetifica sus primeros contactos con la sexualidad y el morbo. Me recordó a su vez mi propia sexualidad, los conceptos que se usaban antes y cómo ahora puede hacerse poesía con aquellas prohibiciones.
Existe también en los poemas de Israel Miranda el alcohol, los amigos y las noches. Porno para perdedores (2011) es volver a la intimidad de aquéllo que nos daba vergüenza, y cómo lo compartimos ahora como una mera anécdota que todos, en nuestras diferentes versiones, tuvimos y nos construyen el presente. Definitivamente un buen atino de la suerte.
sábado, 20 de agosto de 2011
Día 6: Uno de un Premio Nóbel
La ciudad y los perros
Mario Vargas Llosa
Punto de Lectura: 2010
Estuve tentado de poner para este día a José Saramago, pero en una reflexión más honesta, leí La ciudad y los perros (1962) después de saber del galardón de Mario Vargas Llosa.
Y es que antes del premio, sólo había leído de él Travesuras de la niña mala (2006), una novela que pasó más bien de noche, pero que me pareció buena, entretenida, con un excelente discurso narrativo, y sí, definitivamente no para un Nóbel. Cuando me entero de la premiación, me dirijo inmediatamente a éste, su novela más recordada, para familiarizarme un poco más con el autor y su trabajo más fuerte.
Sigo pensando que el Premio Nóbel de Literatura no es más que un juego de lotería, pero Vargas Llosa ha hecho una buena aportación al bagaje literario de Latinoamérica, así que no me parece injusto que se lo hayan dado.
La ciudad y los perros, por su parte, juega con el orden de la mente lectora. Uno no sabe si está leyendo un evento presente o pasado, pero no importa, contrasta con la narración, y los personajes son ligeros. Es fácil dejarse envolver por esta maraña de brincos en el tiempo e incógnitas de personajes, porque el autor sabe ser paciente también. Definitivamente leería otro libro de Vargas Llosa.
sexta-feira, 19 de agosto de 2011
Día 5: Uno de viajes
El viaje vertical
Enrique Vila-Matas
Anagrama, 1999.
Muchos dicen que es el libro quien elige al lector y no al revés. Algo similar me sucedió con esta lectura que hice unos meses antes de viajar a Portugal para realizar mi propio viaje vertical, guiado en buena medida por la impasividad de Vila-Matas y Tedi López Mills.
El viaje vertical tiene más contenido que la mera descripción de un barcelonista dirigiéndose (huyendo) a Lisboa. Es un descenso físico y metafórico, es la analogía de Alicia en el plano de la vida adulta, real. Los problemas con su mujer, con el dinero y con sus hijos construyen las paredes del agujero y la caída se acentúa con la constante "¿Qué voy a ser?". Decía que este libro cayó en el momento perfecto en mis manos porque mi viaje, aunque no en descenso porque no puedo permitirme el lujo del pesimismo, sí era una línea recta en vertical, hacia arriba, pude cruzarme con Federico Mayol en mi ascenso mientras él caía, y ahí en ese cruce me vi a mí mismo descendiendo también por su mismo hueco con Lisboa como el ángulo de nuestras respectivas direcciones.
Cierto que tomé la historia más personal y los diálogos más propios por mi situación actual, y ello me cegaría de una crítica objetiva. Pero el viaje, también amplificado por Gilberto Owen, es un traslado hacia el rostro del espejo.
quinta-feira, 18 de agosto de 2011
Día 4: Uno que les guste a todos menos a usted
El gran Gatsby
F. Scott Fitzgerald
Decir que este libro no me gustó sería mentir. Lo cierto es que tanto me lo cantaron en cada esquina "excelente libro", "el más vendido de Estados Unidos" "Buenísimo" y lo abrí ya programado a que fuera ese libro que yo hubiera querido escribir, ese libro iluminador, conmovedor y bien servido. Bueno, sí, pero no arrollador.
Entiendo que la intención de recomendarlo fue noble, porque también es cierto que nunca me habría atraído de primera mano, pero fue esa insistencia la que me hizo preguntarme "¿Por esto tanta emoción? Bleh". De nuevo, tiene que ver más con la sugestión colectiva inyectada que el libro en sí.
quarta-feira, 17 de agosto de 2011
Día 3: Uno que sea un placer culposo
Título: Armando Hoyos: La Real Epidemia de la Lengua
Autor: Eugenio Derbez
Edición: Diana 2000
Páginas: 140
ISBN: 9789681332150
Junto con La biografía no autorizada, Este libro es el que hojeo a oscuritas, cuando estoy cansado y fastidiado del resto de las lecturas que pretenden algo serio e iluminador. Simpaticé desde niño con Armando Hoyos porque lo figuraba como un hombre solitario, gruñón y molesto con la ignorancia de la gente, un Sheldon Cooper mexicano, tan mexicano que su filosofía es, por supuesto, una bufonada que debemos mantener en teatro para reírnos también de nosotros mismos como un supuesto pueblo de pensadores.
Derbez va más allá de los simples juegos de palabras. Con La Real Epidemia de la Lengua, libro bipartita, explora al lenguaje escrito desde sus modos fonológicos hasta gráficos, y los hace bailar en una serie de disparates cuyo patrón es el código que conocemos en las letras hispanas.
Es mi gusto culposo porque Derbez no es el mejor comediante, y este par de libros en particular están destinados para quienes consumen su programa. Decir que me gusta Hoyos es decir que me gusta Televisa, y me incomoda pensarlo de ese modo. No obstante y ya que estamos aquí, admito que encuentro muy ingeniosos los juegos de palabras que Derbez explota en cada sketch suyo (Las cinco herencias, Misión imposible, Julio Esteban, Alz y Heimer, etc). Estos libros son apenas una muestra de las posibilidades de las letras y todo lo que ellas forman, conforman, transforman, informan, reforman y deforman.
terça-feira, 16 de agosto de 2011
Día 2: Uno que haya tardado mucho en leer
Título: No será la Tierra
Autor: Jorge Volpi
Edición: Alfaguara, 2006
Páginas: 523
ISBN: 9707706546
No sólo por la interminable cantidad de páginas que tiene este volumen, No será la Tierra conlleva, a mi ver, un pecado terrible que impide la continuación de la lectura: la presunción.
Jorge Volpi, hartamente conocido por su deseo de ser superior a la actual literatura, pretende con este título abordar todos, absolutamente todos los temas de la condición humana, y ello lo obliga a tratar temas de la química, la filosofía, la existencialidad, la historia, la política, y su lectura termina siendo cansina, odiosa, forzada, porque como no quiere el lector sentirse un completo imbécil, ahí está como güey hoja por hoja queriéndole demostrar a no sé quien que puede entender las ideas que Volpi trató de explotar.
Sobra decir que nunca es así, y el lector se ahoga, se frusta, y por su propio bien, se tarda.
Leer No será la Tierra es más que nada una necedad personal; es un obligarse a la idea de que estoy a la altura de este ridículo crackqueano pedante, y que puedo seguirlo a través de sus páginas sin sentido y descomunalmente altaneras. Esta lectura me llevó tiempo porque necesitaba respirar de su estilo pretencioso una semana o dos, antes de zambullirme en su pesadez de nuevo, como quien mete la cabeza en un inodoro nada más para demostrar que puede hacerlo, y descansa durante largos periodos antes de sumergirse otra vez por la obligación que No será la Tierra pretende significar.
segunda-feira, 15 de agosto de 2011
Día 1: Uno que hayas leído de una sentada
Título: La naranja mecánica (A Clockwork Orange)
Autor: Anthony Burges
Edición: Minotauro, 2007
Páginas: 200
ISBN: 9788445076613
Me acabé este libro una noche de vacaciones. El modo en el que Alex cuenta su historia es de lo más ameno y agradable; siempre refiriéndose al lector como su único y mejor amigo, su discurso es así de honesto y sencillo en cada página, como debe de sonar un amigo muy cercano que te confía algo que le ocurrió.
Me gustó cómo el texto fue borrando de mi cabeza los destellos de remembranza que surgían de escenas de la película. Cada pasaje me dejaba pensando "esto está mejor que en la película", "¿por qué no incluyeron esto otro en la película?", o "qué pena que la película no esté narrada de este modo", y lo deja a uno con ganas de profundizar más en la mente de este joven que nunca se siente pretencioso ni grosero de ningún modo.
La lectura es ágil gracias a la transparencia que Alex ofrece a la hora de relatar los hechos. Es honesto consigo mismo, cuenta abierto y sin reparo pero sin exagerar en detalles innecesarios; y como mi edición incluía un diccionario nasdat-español, era hasta divertido irse familiarizando con el vocabulario de estos drugos.http://treintalibros.blogspot.com
segunda-feira, 8 de agosto de 2011
Test de perfil laboral
Práctico Analítico: - 4 %
Práctico Conceptual: Neutro
Práctico Social: - 6 %
Analítico Práctico: - 4 %
Analítico Conceptual: - 1 &
Analítico Social: - 6 %
Conceptual Práctico: + 15 %
Conceptual Analítico: + 16 %
Conceptual Social: + 14 %
Social Práctico: - 8 %
Social Analítico: - 8 %
Social Conceptual: - 3 %
Conceptual Analítico ( + 16 % )
La priorización de las respuestas sugiere una orientación hacia la consideración de problemas globales que, aún cuando requieren una consideración amplia, requieren lograr resultados precisos. En este sentido se pondrán en juego para cada persona el grado de abstracción para asociar conceptos, generar respuestas creativas y dejar abierta la posibilidad de evaluar y procesar nuevamente la información.
Tiende por tanto a considerar diversas opciones y posibilidades para las que luego la realidad asigne su cuota de acierto y error, proceso del cual se asociarán e incluso podrán generarse nueva información o datos concretos.
En esta área de problematicidad se muestra entusiasta y emprendedor, con disposición a interactuar con los demás, recibir y sintetizar información diversa. Esta flexibilidad repercute en sus relaciones con los otros con quienes pone en juego su capacidad de comprensión.
Requiere de cierta independencia y libertad de trabajo, valora especialmente el logro de sus objetivos personales, el reconocimiento y la valoración de su desempeño.
En suma, se aprecia la tendencia al manejo de información compleja que requiere apertura mental y capacidad de análisis con posibilidades generar informes creativos más allá de los datos concretos. También puede corresponderse con la capacidad para abordar tareas que supongan el logro de un resultado global a partir de la estructuración de detalles concretos.
Profesiones requirentes de este perfil pueden ser: Periodismo especializado, investigación y presentación de informes en las distintas disciplinas de las ciencias humanas, mercadotecnia o estudios de opinión pública. Desarrollo de productos de servicios o intangibles. Desarrollo de procesos creativos. Desarrollo de Negocios. Ingeniería de Negocios.
domingo, 17 de julho de 2011
Cuentos completos (Tomo 1)
Cuentos Completos. Tomo I by Francisco Tario
My rating: 5 of 5 stars
La fórmula secreta de Tario es engañosa. Parece basar su intriga en hechos sobrenaturales, como un ataúd que se mueve, o un traje de etiqueta asesino. Yo considero que Tario va mucho más allá no sólo por hacerse la pregunta de "¿qué tal si pasara esto?" que es la guía para sus narraciones, sino que también adopta un ángulo de vista amplísimo con lo que el lector se puede sentir a sus anchas en la lectura. Tario no escatima pensamientos, reflexiones e inconformidades durante el desarrollo de la trama y esto enriquece fuertemente a la construcción de sus personajes ya desde el pensamiento maravillosos.
Tario es siniestro en sus anécdotas, pero no pretende impresionar ni escarmentar a nadie. Su genialidad consiste en probar nuevos personajes narradores en nuevas situaciones insólitas. Sus cuentos son del tipo "anoche soñé que yo era tal cosa y me pasaba esto", y logra convencer de que efectivamente ha sucedido tal cosa. Aunque no coincido con la opinión del editor González Suárez quien dice que si Tario no hubiese nacido en México sería internacionalmente reconocido, sí pienso que su cuentística debería ser más aprovechada y entendida por todos los hispanoamericanos como historias maravillosas llenas de humor y de asombro. Sus imágenes son fuertes y su manejo del lenguaje es fluido y elocuente. Ojalá más personas se den la oportunidad de leer un cuento o dos para ver cómo Francisco Tario convierte a lo más mundano (como escuchar una polka o el arrendamiento de un chalé) en un evento fantástico.
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My rating: 5 of 5 stars
La fórmula secreta de Tario es engañosa. Parece basar su intriga en hechos sobrenaturales, como un ataúd que se mueve, o un traje de etiqueta asesino. Yo considero que Tario va mucho más allá no sólo por hacerse la pregunta de "¿qué tal si pasara esto?" que es la guía para sus narraciones, sino que también adopta un ángulo de vista amplísimo con lo que el lector se puede sentir a sus anchas en la lectura. Tario no escatima pensamientos, reflexiones e inconformidades durante el desarrollo de la trama y esto enriquece fuertemente a la construcción de sus personajes ya desde el pensamiento maravillosos.
Tario es siniestro en sus anécdotas, pero no pretende impresionar ni escarmentar a nadie. Su genialidad consiste en probar nuevos personajes narradores en nuevas situaciones insólitas. Sus cuentos son del tipo "anoche soñé que yo era tal cosa y me pasaba esto", y logra convencer de que efectivamente ha sucedido tal cosa. Aunque no coincido con la opinión del editor González Suárez quien dice que si Tario no hubiese nacido en México sería internacionalmente reconocido, sí pienso que su cuentística debería ser más aprovechada y entendida por todos los hispanoamericanos como historias maravillosas llenas de humor y de asombro. Sus imágenes son fuertes y su manejo del lenguaje es fluido y elocuente. Ojalá más personas se den la oportunidad de leer un cuento o dos para ver cómo Francisco Tario convierte a lo más mundano (como escuchar una polka o el arrendamiento de un chalé) en un evento fantástico.
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quarta-feira, 15 de junho de 2011
Carta de un usuario para Omnibus de México
Buenas noches:
El motivo de este mensaje es para darles a conocer a ustedes el terrible y grandísimo defecto que derriba toda la calidad y el empeño que se esmeran en ofrecer en su servicio. Soy un constante usuario de los transportes estatales y nacionales, y recorro muchísimos kilómetros por todo el país durante todo el año; y si algo he aprendido de dichos viajes es que siempre es importante ir cómodo y disfrutar de un buen trayecto ida y vuelta cuando se tienen que hacen traslados tan extensos y constantes. Seguro que ustedes ya saben eso.
Por tal motivo, quisiera hacerles llegar a ustedes una queja sobre su servicio -que sin duda comparto con demás usuarios- y proponer así una solución a este problema que es el gran 'pero' a la hora de hacer uso de sus transportes:
El problema al usar Omnibus de México son las películas que pasan en las pantallas durante el viaje.
Como frecuente usuario permítanme esclarecer el punto. Es imposible ignorar la película del autobús porque cada asiento a lo largo del vehículo tiene una grande y sonora bocina que no puede ignorarse ni silenciarse de ninguna manera; Aún cuando a veces la bocina incluya un botón de silencio, la distribuición es imperante y no hay quien pueda ignorar el audio del disco aun cuando se quisiera. Esto es un real y verdadero fastidio porque las películas transmitidas en sus autobuses son realmente ofensivas, terribles. Es una vergüenza asistir a tales insultos, y no encuentra uno dónde esconder la cara para no ver esas baratijas absurdas y ridículas que rompen con la pasividad del viaje, porque uno está obligado a ver esas estupideces en la pantalla, verdaderas boberías que lo ponen a uno de mal genio por estarlas escuchando y se termina por bajar del autobús fastidiado y cansado del doblaje tonto y cansino. Sin temor a equivocarme, las peores películas que he visto en mi vida las he visto a bordo de un autobus de OdM, y eso habla muy mal de ustedes, no por el mal gusto que pueda tener el chofer que las reproduce, sino porque nosotros los usuarios estamos obligados a ver una idiotez, y parece que a ustedes no les importa que tengamos nosotros que chutarnos esa basura a la fuerza. En alguna ocasión vi una película de animales parlanchines que tenían doblajes chillantes, agudos y bobos, ¡y no había ni un solo niño en todo el autobús para verla! Sugiero verdaderamente que le pongan atención a las películas que ponen y a las personas que van a recibir dicha proyección durante sus traslados, ya que como dije, no pueden ser ignoradas por el audio tan alto y la posición de las bocinas.
Realmente espero que este mensaje no sea ignorado, pues una ruidosa y muy mala película eclipsa y echa por tierra al resto de su trabajo como compañía de transportes, y uno termina hablando mal con sus familiares sobre el viaje que acaba de tener, porque siempre hablamos de lo asquerosa que estuvo la película que pasaron.
Sin más por el momento repito mi petición de tener un mejor control sobre las películas que se transmiten, pues haber visto una película estúpida es haber estado en un viaje estúpido.
Saludos.
-Lic. Samuel Chavarría García.
segunda-feira, 13 de junho de 2011
El vidente
Hoy fui a casa de Arturo, otra vez, para terminarnos la botella de whiskey que había quedado de la noche anterior. A Arturo le gusta invitarnos a beber en su casa, por comodidad, por economía, no lo sé, pero vamos.
Ahora fui yo solo, y curioseaba entre su librero mientras él organizaba la música. Me gusta husmear en los libros de Arturo, tiene autores que he leído pero que no tengo; tiene también libros antiquísimos y antologías envidiables. De ahí tomé al azar la edición de "Narraciones extraordinarias" de Porrúa y empecé a hojearlo sin ningún fin. -Siempre haces eso. -dijo Arturo desde su silla. -¿Siempre hago qué? -Siempre agarras ese libro de Allan Poe y buscas El Cuervo, luego me dices que es la misma traducción que la de Editores Mexicanos Unidos.
Lo cerré avergonzado y me quedé con una extraña sensación de no ser yo ningún secreto, ningún enigma, y me sentí aliviado.
Ahora fui yo solo, y curioseaba entre su librero mientras él organizaba la música. Me gusta husmear en los libros de Arturo, tiene autores que he leído pero que no tengo; tiene también libros antiquísimos y antologías envidiables. De ahí tomé al azar la edición de "Narraciones extraordinarias" de Porrúa y empecé a hojearlo sin ningún fin. -Siempre haces eso. -dijo Arturo desde su silla. -¿Siempre hago qué? -Siempre agarras ese libro de Allan Poe y buscas El Cuervo, luego me dices que es la misma traducción que la de Editores Mexicanos Unidos.
Lo cerré avergonzado y me quedé con una extraña sensación de no ser yo ningún secreto, ningún enigma, y me sentí aliviado.
terça-feira, 24 de maio de 2011
El día del niño: La infancia como territorio para el miedo
El día del niño: La infancia como territorio para el miedo by Rubén Lardín
My rating: 5 of 5 stars
La premisa que une a los diferentes estudios aquí dispuestos está básicamente proponiendo dejar de preparar a los niños para que sean adultos, y permitirles en su lugar ser consumidos por su propio universo infantil con todas las bondades y maldades que eso significa. El libro expone los miedos, la perversión y el morbo como una forma de "infantilidad espejeada" que al chocar con lo que los adultos consideran correcto, o moralmente importante en el desarrollo de la criatura, se vela y se trasfigura como algo terminantemente maligno sólo ante los ojos de aquél que cree más maduro.
Estos estudios nos advierten que les estamos enseñando a los niños a ser adultos, y no puede haber nada más cruel para un niño que evitarle el mundo que le corresponde como tal. Es decir, no podemos censurarlo de hacer lecturas grotescas o terroríficas de la vida, porque también la locura y el delirio es una forma de educar la comprensión de los más pequeños.
El día del niño... habla sobre pedofilia, cuentos de horror, personajes que usamos para hacer que los niños hagan lo que deseamos (el hombre del saco, el coco, etcétera), y habla también de cómo la inocencia del niño es una fuente increíble para historias fantásticas y retorcidas a la vez que alimentan no a la maldad de la criatura como los pensadores maduros temen, sino a su propia imaginación de seres que están formando una nueva percepción de la experiencia.
Recomiendo este libro para comprender mejor a la mentalidad del niño frente al mundo de los adultos y cómo esos imperantes 'No veas esa película / No te toques ahí / No te acerques allá' configuran -o distorsionan- las cualidades mentales de un niño que no debe ser alejado de las formas de terror que ante él se construyen, pues es justamente este terror el que los convertirá en personas más abiertas y mejor preparadas para explorar sus propios abismos y capacidades creativas.
¿Qué quieres ser de mayor?... Es difícil encontrar una pregunta que contenga una dosis más alta de mediocridad y malas intenciones. No faltará quien sostenga, hipócritamente, que tal interrogación despierta la imaginación del pequeño o la pequeña, incitándoles a plantearse nuevas cuestiones que enriquecerán su lenguaje y la calidad de sus relaciones con quienes les rodean. Mentira. Esa pregunta es cicuta para la fantasía y un yugo marmóreo para la libertad del alma. "¿Qué quieres ser de mayor?" dicta la condena del crecimiento y la ata de pies y manos al castigo del trabajo, a la necesidad de ganarse uno el pan con sudores mal pagados. No se está preguntando a la criatura si querrá ser peligroso, feliz, vampiro, paseante o turco. Se le demanda una profesión, ni más ni menos que una ocupación renumerada.
-Nelson de la Rosa (p. 275)
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My rating: 5 of 5 stars
La premisa que une a los diferentes estudios aquí dispuestos está básicamente proponiendo dejar de preparar a los niños para que sean adultos, y permitirles en su lugar ser consumidos por su propio universo infantil con todas las bondades y maldades que eso significa. El libro expone los miedos, la perversión y el morbo como una forma de "infantilidad espejeada" que al chocar con lo que los adultos consideran correcto, o moralmente importante en el desarrollo de la criatura, se vela y se trasfigura como algo terminantemente maligno sólo ante los ojos de aquél que cree más maduro.
Estos estudios nos advierten que les estamos enseñando a los niños a ser adultos, y no puede haber nada más cruel para un niño que evitarle el mundo que le corresponde como tal. Es decir, no podemos censurarlo de hacer lecturas grotescas o terroríficas de la vida, porque también la locura y el delirio es una forma de educar la comprensión de los más pequeños.
El día del niño... habla sobre pedofilia, cuentos de horror, personajes que usamos para hacer que los niños hagan lo que deseamos (el hombre del saco, el coco, etcétera), y habla también de cómo la inocencia del niño es una fuente increíble para historias fantásticas y retorcidas a la vez que alimentan no a la maldad de la criatura como los pensadores maduros temen, sino a su propia imaginación de seres que están formando una nueva percepción de la experiencia.
Recomiendo este libro para comprender mejor a la mentalidad del niño frente al mundo de los adultos y cómo esos imperantes 'No veas esa película / No te toques ahí / No te acerques allá' configuran -o distorsionan- las cualidades mentales de un niño que no debe ser alejado de las formas de terror que ante él se construyen, pues es justamente este terror el que los convertirá en personas más abiertas y mejor preparadas para explorar sus propios abismos y capacidades creativas.
¿Qué quieres ser de mayor?... Es difícil encontrar una pregunta que contenga una dosis más alta de mediocridad y malas intenciones. No faltará quien sostenga, hipócritamente, que tal interrogación despierta la imaginación del pequeño o la pequeña, incitándoles a plantearse nuevas cuestiones que enriquecerán su lenguaje y la calidad de sus relaciones con quienes les rodean. Mentira. Esa pregunta es cicuta para la fantasía y un yugo marmóreo para la libertad del alma. "¿Qué quieres ser de mayor?" dicta la condena del crecimiento y la ata de pies y manos al castigo del trabajo, a la necesidad de ganarse uno el pan con sudores mal pagados. No se está preguntando a la criatura si querrá ser peligroso, feliz, vampiro, paseante o turco. Se le demanda una profesión, ni más ni menos que una ocupación renumerada.
-Nelson de la Rosa (p. 275)
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Se van quedando solos, solos, solos.
Hoy por la tarde mi novia y yo nos dedicamos a ver la colección de The Matrix de principio a fin. Las personas cercanas a mí saben lo fanático que soy de la saga y que comprendo el concepto de punta a punta. Sí, llámenme geek o freaky pasado, pero tengo una fascinación por The Matrix que, como todas las aficiones, deseo compartir con mis amistades más íntimas.
Durante dicha velada con mi novia, dejamos enfriar un rato la laptop luego de correr 2 películas (el ventilador ha estado fallando y ocupa algo de enfriamiento para que pueda procesar el video); durante ese intervalo, me solté hablando sobre detalles mínimos, irrelevantes y casi hasta pendejos sobre The Matrix que pueden no ser muy obvios -o importantes- para quien ve los filmes por vez primera, y sin embargo yo quería contarlos de todos modos por el mero placer de darle una mejor extensión al contexto. Le hablé entonces sobre el festival del trigo, del anciano quijotesco, del trasfondo sobre X personaje, de los eventos ocurridos en The Matrix Online que nadie conoció (según sé, fui el único mexicano en tener este juego), y me sentí entonces como el clásico idiota que se adelanta a la película que estás viendo, o te advierte sobre una escena importante porque teme que no prestarás la atención debida.
Aunque sé muy bien que Argelia estaba escuchándome con todo gusto, no pude evitar pensar en que ya antes me había asaltado esta reflexión like a splinter in my brain driving me mad. Pensé en mi hambre por darles a conocer a mis amigos los secretos que iba desenvolviendo en The Matrix y que servían para saborear mejor la experiencia del concepto aunque a nadie le importara, como la vez que le marqué a Toto a las benditas 3 de la mañana expresándole mi emoción por un detalle que acababa de descubrir online. Pensé en mi colección y en los estudios que he leído y escrito explorando el asunto y en los detalles que nada más a mí me sorprenden y me complacen. Recordé la reacción "default" que recibo como respuesta cuando le doy mi correo a una persona:
Y frustraciones así que cierran el circulo inmediato para convertirme un poco más en Pablo Castel.
Hasta cierto punto, entiendo que nuestras pasiones sólo las abarquemos nosotros mismos, y sería ridículo exigirle a la gente que las sienta igual. No busco yo propiamente eso, sino más bien quiero con esta entrada procesar un poco la sensación garrickeana que me asalta a veces y que se confirma cuando luego de una plática con alguien me dice 'eres muy bueno escuchando'. Por dios, ¿qué clase de plática fue ésa entonces?
Con el tiempo me hice a la idea de que mis lecturas y mis fascinaciones no iban a ser comprendidas ni escuchadas como yo hubiera querido, y esto sucede en varios planos de los gustospersonales de cada uno. Me resisto a llamarlos gustos personales porque al llamarlos personales, o individuales, inmediatamente los siento vacíos y carentes de todo sentido. Soy de la idea de que las inquietudes y las fascinaciones deben ser compartidas y retroalimentadas. Al menos en lo que a mí respecta, tengo yo a veces la necesidad de mostrar las cosas que comprendo, lo que sé y lo que me complace del mundo, y mucho de eso, supongo, provoca en mí la necesidad por estar redactando. Esta necesidad provoca también, supongo, que lanzar pistas al aire como un libro en la mano, o con mi chamarra de Death Note, o mi dije de Korn, o mi ringtone de Silent Hill; y aunque no espero que todo el mundo sepa por qué algunas veces agito la pierna derecha, o por qué colecciono muñecas de porcelana, lo cierto es que tengo una inquietud por mostrarles a mis compañeros y a mis amigos las cosas que me apasionan de la vida con el fin puro de intercambiar pensamientos igualmente fascinantes.
Por eso estoy tan contento y le agradezco tanto a Argelia que se haya animado a ser mi pareja y a compartir con paciencia mis estupideces, para convertirlas así en nuestras estupideces, porque de ese modo yo también estoy para ella. Por eso tengo en exhibición mis libros, mis cuadros, mis blogs, como una forma de constante recordatorio de que todo lo que sé, lo que me apasiona y me llena la vida, es también una experiencia que ofrezco; esto es, creo yo, la mismísima esencia del porqué escribimos. Del por qué nos enamoramos.
Durante dicha velada con mi novia, dejamos enfriar un rato la laptop luego de correr 2 películas (el ventilador ha estado fallando y ocupa algo de enfriamiento para que pueda procesar el video); durante ese intervalo, me solté hablando sobre detalles mínimos, irrelevantes y casi hasta pendejos sobre The Matrix que pueden no ser muy obvios -o importantes- para quien ve los filmes por vez primera, y sin embargo yo quería contarlos de todos modos por el mero placer de darle una mejor extensión al contexto. Le hablé entonces sobre el festival del trigo, del anciano quijotesco, del trasfondo sobre X personaje, de los eventos ocurridos en The Matrix Online que nadie conoció (según sé, fui el único mexicano en tener este juego), y me sentí entonces como el clásico idiota que se adelanta a la película que estás viendo, o te advierte sobre una escena importante porque teme que no prestarás la atención debida.
Aunque sé muy bien que Argelia estaba escuchándome con todo gusto, no pude evitar pensar en que ya antes me había asaltado esta reflexión like a splinter in my brain driving me mad. Pensé en mi hambre por darles a conocer a mis amigos los secretos que iba desenvolviendo en The Matrix y que servían para saborear mejor la experiencia del concepto aunque a nadie le importara, como la vez que le marqué a Toto a las benditas 3 de la mañana expresándole mi emoción por un detalle que acababa de descubrir online. Pensé en mi colección y en los estudios que he leído y escrito explorando el asunto y en los detalles que nada más a mí me sorprenden y me complacen. Recordé la reacción "default" que recibo como respuesta cuando le doy mi correo a una persona:
-Oye, ¿y por qué la cucaracha no existe?
-Es la cuchara no existe.
-Aah yo pensé que era la cucaracha, hahaha... ¿y por qué la cuchara no existe?
-Es una frase de Matrix, mi película favorita.
-Aah, yo casi no entendí esa película.
Y frustraciones así que cierran el circulo inmediato para convertirme un poco más en Pablo Castel.
Hasta cierto punto, entiendo que nuestras pasiones sólo las abarquemos nosotros mismos, y sería ridículo exigirle a la gente que las sienta igual. No busco yo propiamente eso, sino más bien quiero con esta entrada procesar un poco la sensación garrickeana que me asalta a veces y que se confirma cuando luego de una plática con alguien me dice 'eres muy bueno escuchando'. Por dios, ¿qué clase de plática fue ésa entonces?
Con el tiempo me hice a la idea de que mis lecturas y mis fascinaciones no iban a ser comprendidas ni escuchadas como yo hubiera querido, y esto sucede en varios planos de los gustos
Por eso estoy tan contento y le agradezco tanto a Argelia que se haya animado a ser mi pareja y a compartir con paciencia mis estupideces, para convertirlas así en nuestras estupideces, porque de ese modo yo también estoy para ella. Por eso tengo en exhibición mis libros, mis cuadros, mis blogs, como una forma de constante recordatorio de que todo lo que sé, lo que me apasiona y me llena la vida, es también una experiencia que ofrezco; esto es, creo yo, la mismísima esencia del porqué escribimos. Del por qué nos enamoramos.
sexta-feira, 22 de abril de 2011
Anthony Burgess: La Naranja Mecánica
La Naranja Mecánica by Anthony Burgess
My rating: 5 of 5 stars
Cuando terminé el texto, me sentí triste por haberme confiado tan largo tiempo a la famosa versión cinematográfica de Stanley Kubrick. La tesis de Burgess en La naranja mecánica es mucho más sublime que lo expuesto en la pantalla, y además, apunta hacia lo contrario ahí dicho.
Basta remitirse al artículo que Anthony Burgess publica en 1986 (incluida en la edición de Minotauro del 2007 junto con un muy útil glosario nasdat-español) donde el autor explica que la película mutila de la obra literaria un capítulo clave para hacer de Alex un personaje verdaderamente humano. Burgess se lamenta de que Kubrick efectivamente presenta a un Alex cíclico, condenado y entorpecido, mientras que el Alex burgesseano es en realidad ascendente y constructivo gracias al capítulo 21 que impide que la obra se convierta en el círculo vicioso y sinsentido que Kubrick y la edición norteamericana quisieron mostrar.
Podría decir que La naranja mecánica es, en resumen, una cátedra para que entendamos que es naturaleza del adolescente destruirse con excesos y fascinarse por el caos y por lo sublime aun cuando no los entienda. Alex va de aquí a allá devastando al mundo que lo enseñó a ser así, y eventualmente es mecanizado por el mismo mundo para que, en sacrificio de su condición humana, no exista su acto delictivo. Esto es bien sabido por las facilidades que le ofrece al espectador la película, pero lo que ahí no se muestra es que Alex aprende finalmente qué es lo verdadero (sin preguntarse si eso es lo correcto) después de su gastada experiencia con la ultraviolencia: Esto es el acto de crecer.
Aunque sin entenderlo en su totalidad, Alex sabe que es propio del hombre eso nuevo que siente cuando se fastidia finalmente de ser un bebé destructor y amamantado. De pronto lo invaden unas ganas terribles de tener un hijo y de tener una mujer, y con ellos formar una vida bella, plena, y estas ganas resultan ser mucho más convincentes y naturales que las prácticas a las que fue sometido. Así, Burgess insinúa que no podemos interferir en el sentimiento propio del ser humano; por más que queramos, no podemos simular la naturaleza, no podemos tener en este mundo naranjas mecánicas como si fueran parte de nuestra existencia.
Termino la lectura de la obra con un sabor muchísimo más complaciente que lo entendido en la película, donde el final es pesimista y circular; es decir, Burgess en realidad trata de decirnos que el autodescubrimiento es también consecuencia natural de la destrucción del hombre, mientras que Kubrick insiste en que para el hombre (o para Alex en este caso) la destrucción es lo único absoluto en la vida. Pero ni Burgess ni Alex piensan así, y por eso invito a leer la novela por encima de la película de culto porque en ella se demustra que el albedrío es importante para la estabilidad humana, y que ésta no es una naranja mecánica que existe y existe y existe sin saber por qué.
"Sí sí sí, eso era. La juventud tiene que pasar, ah, sí. pero en cierto modo ser joven es como ser un animal. No, no es tanto ser un animal sino uno de esos muñecos malencos que venden en las calles, pequeños chelovecos de hojalata con un resorte dentro y una llave para darles cuerda fuera, y les das cuerda grrr grrr grrr y ellos itean como si caminaran, oh hermanos míos. Pero itean en línea recta y tropiezan contra las cosas bang bang y no pueden evitar hacer lo que hacen. Ser joven es como ser una de esas malencas máquinas".
(p. 193)
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My rating: 5 of 5 stars
Cuando terminé el texto, me sentí triste por haberme confiado tan largo tiempo a la famosa versión cinematográfica de Stanley Kubrick. La tesis de Burgess en La naranja mecánica es mucho más sublime que lo expuesto en la pantalla, y además, apunta hacia lo contrario ahí dicho.
Basta remitirse al artículo que Anthony Burgess publica en 1986 (incluida en la edición de Minotauro del 2007 junto con un muy útil glosario nasdat-español) donde el autor explica que la película mutila de la obra literaria un capítulo clave para hacer de Alex un personaje verdaderamente humano. Burgess se lamenta de que Kubrick efectivamente presenta a un Alex cíclico, condenado y entorpecido, mientras que el Alex burgesseano es en realidad ascendente y constructivo gracias al capítulo 21 que impide que la obra se convierta en el círculo vicioso y sinsentido que Kubrick y la edición norteamericana quisieron mostrar.
Podría decir que La naranja mecánica es, en resumen, una cátedra para que entendamos que es naturaleza del adolescente destruirse con excesos y fascinarse por el caos y por lo sublime aun cuando no los entienda. Alex va de aquí a allá devastando al mundo que lo enseñó a ser así, y eventualmente es mecanizado por el mismo mundo para que, en sacrificio de su condición humana, no exista su acto delictivo. Esto es bien sabido por las facilidades que le ofrece al espectador la película, pero lo que ahí no se muestra es que Alex aprende finalmente qué es lo verdadero (sin preguntarse si eso es lo correcto) después de su gastada experiencia con la ultraviolencia: Esto es el acto de crecer.
Aunque sin entenderlo en su totalidad, Alex sabe que es propio del hombre eso nuevo que siente cuando se fastidia finalmente de ser un bebé destructor y amamantado. De pronto lo invaden unas ganas terribles de tener un hijo y de tener una mujer, y con ellos formar una vida bella, plena, y estas ganas resultan ser mucho más convincentes y naturales que las prácticas a las que fue sometido. Así, Burgess insinúa que no podemos interferir en el sentimiento propio del ser humano; por más que queramos, no podemos simular la naturaleza, no podemos tener en este mundo naranjas mecánicas como si fueran parte de nuestra existencia.
Termino la lectura de la obra con un sabor muchísimo más complaciente que lo entendido en la película, donde el final es pesimista y circular; es decir, Burgess en realidad trata de decirnos que el autodescubrimiento es también consecuencia natural de la destrucción del hombre, mientras que Kubrick insiste en que para el hombre (o para Alex en este caso) la destrucción es lo único absoluto en la vida. Pero ni Burgess ni Alex piensan así, y por eso invito a leer la novela por encima de la película de culto porque en ella se demustra que el albedrío es importante para la estabilidad humana, y que ésta no es una naranja mecánica que existe y existe y existe sin saber por qué.
"Sí sí sí, eso era. La juventud tiene que pasar, ah, sí. pero en cierto modo ser joven es como ser un animal. No, no es tanto ser un animal sino uno de esos muñecos malencos que venden en las calles, pequeños chelovecos de hojalata con un resorte dentro y una llave para darles cuerda fuera, y les das cuerda grrr grrr grrr y ellos itean como si caminaran, oh hermanos míos. Pero itean en línea recta y tropiezan contra las cosas bang bang y no pueden evitar hacer lo que hacen. Ser joven es como ser una de esas malencas máquinas".
(p. 193)
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quarta-feira, 20 de abril de 2011
Javier Arévalo: Los Niños Góticos
Los Niños Góticos by Javier Arévalo
My rating: 1 of 5 stars
Desde el título hasta la frase que cierra, este libro es un intento fallido de ser agresivo y pretenciosamente intelectual.
La narración peca de ser cansada y terriblemente descriptiva con interminables enumeraciones de eventos ínfimos que no hacen más que entorpecer el flujo de la lectura:
"Se sirvió un té, le echó mantequilla serrana a su pan francés. Humeaba la taza, olía a canela, a clavo, a hierba luisa, y el pan derretía la mantequilla olorosa y pálida. Nadie había en la casa, nunca tenía a nadie a su lado. Las tías venían a dejarle la comida a mediodía y él se la recalentaba en la noche. Comía poco, mojó el pan en la taza azul, en la efusión marrón que humeaba todavía, tomaba el té caliente hasta el límite de la resistencia de sus labios y su lengua".
(p. 257).
Estas descripciones tan minuciosas se irán repitiendo a lo largo y ancho de esta obra que quizá lo que busca sea establecer un escenario concreto y fijo, pero lo que hace es convertir a la lectura en un laberinto mundano e insaboro.
Los diálogos de los personajes se sienten artificiales y demasiado accidentados, y en lugar de elocuencia, lo que aportan al texto es en realidad pretensión, soberbia y fastidio con charlas burdamente elaboradas y cansinas.
"-Esto también es política, papá, ¿no te das cuenta? Todo esto es político. Metiéndonos a la cárcel sin delito formulado, sin acusación formal, le dicen a la gente: ustedes tienen un límite, el límite es mi voluntad. ¿Lo ves o no lo ves, padre? Lo ves, estoy seguro, pero quieres hacerte el ciego.
-Ese grupo, hijo... son unos diletantes, tú también te encegueces, Se consumen en el escándalo.
-Hay una posición estética, seguramente derivará en una posición ética y política. Siempre pasa lo mismo en este país, a lo mejor crean un partido. De hecho, eso hay, aunque en prototipo, y me interesa. Se viene una renovación, y yo quiero estar ahí.
-Imitan a los decadentes, hijo.
-Quizá nos toca ahora ser decadentes, padre, ya que la mentalidad que nos domina sigue siendo colonial".
(p.150-151).
Al desfile de detalles y diálogos exagerados se le suman personajes que son imposibles de identificar y se convierten en clones entre ellos mismos; se encuentran tan faltos de personalidad y de características propias que no es posible distinguir el uno de otro, y lo que hace el narrador de ponerles un sin fin de nombres y motes no ayuda para nada a remembrarlos. Los personajes terminan siendo apenas maniquíes ahogados en un mar de apodos y monólogos que complican al lector por la similitud que hay entre ellos, algunos cuentan hasta con cuatro nombres distintos. Luis Alberto, José Carlos, Josemari, María del Pilar, Martita, Conde, César, Belisario Gay, no se hacen diferenciar los unos de los otros, salvo quizá María del Pilar e Ignacio que son los únicos niños que aparecen en la obra. El padre de los niños, por ejemplo, Belisario Gay, es apodado por el narrador como 'El hombre de las pompas fúnebres', luego a una mujer se le ocurre cambiárselo por 'El ajedrecista' y uno debe colectar todos esos datos. Otros más son llamados indistintamente por su físico o por su profesión, y uno debe recordar cuál es el poeta, cuál el fotógrafo, el pedófilo, el cura, el jornalista, el bisexual, etcétera, y qué nombres tienen cada uno de ellos. Aquello termina por ser un grupo de fantasmas sin rostros ni nombres ni atributos y no hay quién se identifique con alguno de ellos; están hechos con el mismo molde y se expresan con los mismos discursos, incluyendo al propio narrador.
De vez en cuando la voz del autor también mete su cuchara cuando le da la gana, y se hace presente para señalar, otra vez, datos que no vienen al caso y que sólo vienen a espoilear la historia con descripciones que a nadie le importan, como queriéndose adelantar a los hechos narrativos para borrar cualquier posibilidad de intriga:
"María del Pilar viajaba sobre las piernas de su hermano. 'La Rubiecita', así había decidido llamarla desde ese momento (La llamaría con distintos nombres a lo largo de esta historia)".
(p. 35).
"José Carlos sonrió, relajó los músculos, era solo una puta anónima (En ese momento, lo fue, después tendría nombre)".
(p. 105).
Es decir, no sólo hay que aguantar al tedioso narrador guía, sino también las intervenciones del autor que se distingue por aparecer con otra tipografía dentro del texto.
En cuanto a la edición, existe un gran número de faltas ortográficas y errores de imprenta (las páginas 226 y 227 no están impresas) y la sinopsis al reverso diluye cualquier signo de sorpresa al ser demasiado explicativo con los sucesos que acontecerán dentro del texto.
Cuando lo di por perdido fue cuando de una página a otra al narrador se le ocurrió volverse, además de tedioso, repentinamente escatológico y termina finalmente por estorbar en el desarrollo de la historia:
"Se quitó la pijama y se metió al baño, cagó tranquila leyendo Azul. Luego de limpiarse, se metió a la tina llena y tibia, se jabonó despacio y comenzó a masturbarse. Le daban ganas por la mañana, siempre".
(p. 212).
"Martita lo esperaba en la puerta, hacía lo mismo cuando le pedían el baño; a veces oía los pedos de algún caballero, y se quedaba allí".
(p. 221).
Se siente como si a Arévalo le hubieran dicho que una buena novela debe estar plagada de detalles lentos y diálogos exageradamente intelectuales. Arévalo quiere decirlo todo, busca impresionar con ambientaciones y diálogos muy rebuscados, con descripciones lentas e inútiles y personajes huecos dirigidos por un narrador que parece estar en contra de la libre imaginación, como asumiendo que el lector es demasiado estúpido para visualizar a un hombre que bebe mientras escucha. Es algo muy infortunado, porque el concepto inicial de una niña que cosía vestidos para niños muertos era muy atractiva, pero la idea gancho desaparece y lo que sucede después no es ni atractivo ni verosimil. El libro termina siendo una cansada pérdida de tiempo.
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My rating: 1 of 5 stars
Desde el título hasta la frase que cierra, este libro es un intento fallido de ser agresivo y pretenciosamente intelectual.
La narración peca de ser cansada y terriblemente descriptiva con interminables enumeraciones de eventos ínfimos que no hacen más que entorpecer el flujo de la lectura:
"Se sirvió un té, le echó mantequilla serrana a su pan francés. Humeaba la taza, olía a canela, a clavo, a hierba luisa, y el pan derretía la mantequilla olorosa y pálida. Nadie había en la casa, nunca tenía a nadie a su lado. Las tías venían a dejarle la comida a mediodía y él se la recalentaba en la noche. Comía poco, mojó el pan en la taza azul, en la efusión marrón que humeaba todavía, tomaba el té caliente hasta el límite de la resistencia de sus labios y su lengua".
(p. 257).
Estas descripciones tan minuciosas se irán repitiendo a lo largo y ancho de esta obra que quizá lo que busca sea establecer un escenario concreto y fijo, pero lo que hace es convertir a la lectura en un laberinto mundano e insaboro.
Los diálogos de los personajes se sienten artificiales y demasiado accidentados, y en lugar de elocuencia, lo que aportan al texto es en realidad pretensión, soberbia y fastidio con charlas burdamente elaboradas y cansinas.
"-Esto también es política, papá, ¿no te das cuenta? Todo esto es político. Metiéndonos a la cárcel sin delito formulado, sin acusación formal, le dicen a la gente: ustedes tienen un límite, el límite es mi voluntad. ¿Lo ves o no lo ves, padre? Lo ves, estoy seguro, pero quieres hacerte el ciego.
-Ese grupo, hijo... son unos diletantes, tú también te encegueces, Se consumen en el escándalo.
-Hay una posición estética, seguramente derivará en una posición ética y política. Siempre pasa lo mismo en este país, a lo mejor crean un partido. De hecho, eso hay, aunque en prototipo, y me interesa. Se viene una renovación, y yo quiero estar ahí.
-Imitan a los decadentes, hijo.
-Quizá nos toca ahora ser decadentes, padre, ya que la mentalidad que nos domina sigue siendo colonial".
(p.150-151).
Al desfile de detalles y diálogos exagerados se le suman personajes que son imposibles de identificar y se convierten en clones entre ellos mismos; se encuentran tan faltos de personalidad y de características propias que no es posible distinguir el uno de otro, y lo que hace el narrador de ponerles un sin fin de nombres y motes no ayuda para nada a remembrarlos. Los personajes terminan siendo apenas maniquíes ahogados en un mar de apodos y monólogos que complican al lector por la similitud que hay entre ellos, algunos cuentan hasta con cuatro nombres distintos. Luis Alberto, José Carlos, Josemari, María del Pilar, Martita, Conde, César, Belisario Gay, no se hacen diferenciar los unos de los otros, salvo quizá María del Pilar e Ignacio que son los únicos niños que aparecen en la obra. El padre de los niños, por ejemplo, Belisario Gay, es apodado por el narrador como 'El hombre de las pompas fúnebres', luego a una mujer se le ocurre cambiárselo por 'El ajedrecista' y uno debe colectar todos esos datos. Otros más son llamados indistintamente por su físico o por su profesión, y uno debe recordar cuál es el poeta, cuál el fotógrafo, el pedófilo, el cura, el jornalista, el bisexual, etcétera, y qué nombres tienen cada uno de ellos. Aquello termina por ser un grupo de fantasmas sin rostros ni nombres ni atributos y no hay quién se identifique con alguno de ellos; están hechos con el mismo molde y se expresan con los mismos discursos, incluyendo al propio narrador.
De vez en cuando la voz del autor también mete su cuchara cuando le da la gana, y se hace presente para señalar, otra vez, datos que no vienen al caso y que sólo vienen a espoilear la historia con descripciones que a nadie le importan, como queriéndose adelantar a los hechos narrativos para borrar cualquier posibilidad de intriga:
"María del Pilar viajaba sobre las piernas de su hermano. 'La Rubiecita', así había decidido llamarla desde ese momento (La llamaría con distintos nombres a lo largo de esta historia)".
(p. 35).
"José Carlos sonrió, relajó los músculos, era solo una puta anónima (En ese momento, lo fue, después tendría nombre)".
(p. 105).
Es decir, no sólo hay que aguantar al tedioso narrador guía, sino también las intervenciones del autor que se distingue por aparecer con otra tipografía dentro del texto.
En cuanto a la edición, existe un gran número de faltas ortográficas y errores de imprenta (las páginas 226 y 227 no están impresas) y la sinopsis al reverso diluye cualquier signo de sorpresa al ser demasiado explicativo con los sucesos que acontecerán dentro del texto.
Cuando lo di por perdido fue cuando de una página a otra al narrador se le ocurrió volverse, además de tedioso, repentinamente escatológico y termina finalmente por estorbar en el desarrollo de la historia:
"Se quitó la pijama y se metió al baño, cagó tranquila leyendo Azul. Luego de limpiarse, se metió a la tina llena y tibia, se jabonó despacio y comenzó a masturbarse. Le daban ganas por la mañana, siempre".
(p. 212).
"Martita lo esperaba en la puerta, hacía lo mismo cuando le pedían el baño; a veces oía los pedos de algún caballero, y se quedaba allí".
(p. 221).
Se siente como si a Arévalo le hubieran dicho que una buena novela debe estar plagada de detalles lentos y diálogos exageradamente intelectuales. Arévalo quiere decirlo todo, busca impresionar con ambientaciones y diálogos muy rebuscados, con descripciones lentas e inútiles y personajes huecos dirigidos por un narrador que parece estar en contra de la libre imaginación, como asumiendo que el lector es demasiado estúpido para visualizar a un hombre que bebe mientras escucha. Es algo muy infortunado, porque el concepto inicial de una niña que cosía vestidos para niños muertos era muy atractiva, pero la idea gancho desaparece y lo que sucede después no es ni atractivo ni verosimil. El libro termina siendo una cansada pérdida de tiempo.
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quinta-feira, 17 de março de 2011
Psychoville: Terror y absurdo
Son pocas las series televisivas que me capturan realmente. Hace falta una trama inteligente, giros creativos y personajes elaborados para hacerme desear ver capítulo tras capítulo. Pues bien, BBC lanzó en junio del 2009 Psychoville, una serie inglesa de siete capítulos y un especial de Halloween cuyo género, como todas las cosas buenas, no se podría definir.
Decir que se trata de horror sería sugestionar a la mente de que su intención es asustarte, cuando no. Llamarlo comedia es esperar a que te haga reír, y aunque es una serie divertida, no pretende provocar carcajadas. Decir que es parodia es decir que no tiene idea original, y llamarlo misterio o suspenso o thriller sería restarle crédito a su trabajo humorístico.
Psychoville presenta a cinco personajes únicos y retorcidos cuya situación en común es haber recibido cada uno una carta de un no menos interesante hombre. Enlistaré rápidamente a cada uno de los protagonistas y sus patologías para notar también que cada uno de ellos merecería su propia serie aparte por el modo en el que están detalladamente construidos -si tuviera yo un poquito de idea sobre perfiles psicológicos quizá podría ser más exacto con las descripciones, perdonen mi limitado conocimiento sobre psicoanálisis-. Trataré también de no spoilear nada de la trama para no echar a perder alguna de las muchas sorpresas que la serie tiene preparadas.
Mr. Jelly es un payaso agresivo y enfadado cuya personalidad sarcástica y gruñona sólo puede compararse a su falta de tacto para entretener a los niños. Mr. Jelly es agrio, tenebroso, nefasto, y manco. Lleva consigo un juego de dieciséis herramientas para reemplazar su mano derecha cuya ausencia usa para escarmentar a las personas. Mr. Jelly no sólo tiene que lidiar con esta discapacidad para trabajar, sino que también con Mr. Jolly, el payaso de la competencia, cuyo éxito lo hace enfurecer más todavía. Mr Jelly, el payaso manco, es el del aspecto más aterrador y es también, irónicamente, el más divertido.
Joy Aston es una enfermera que colabora en el área prenatal de un hospital. Joy es dulce, gentil y alegre en todo momento excepto cuando alguien se mete con su muñeco: un sucio y desgastado "Freddy" que Joy cuida como si fuese su bebé real. El dañado estado mental de Joy salta a la vista en cuanto se nos introduce al personaje, pero Joy se mantiene dentro de su ilusión en todo momento y efectivamente trata al muñeco Freddy como su hijo: lo arrulla, le cambia el pañal y hasta le da pecho frente a un marido taciturno que se limita sólo a soportar y a seguirle la corriente a la locura de su mujer. Hay una escena en particular que me parece triste y graciosa a la vez en donde Joy sube a un autobús con su muñeco en los brazos y le exige a una estudiante que le ceda el asiento exclusivo para mujeres con niños.
Luego está Oscar Lómax, un anciano ciego y millonario asistido por un jovencito al que él llama "Tealeaf". La particularidad de Lómax, más allá de creer que un paquete de chicles es su teléfono celular, o de tener una mansión que, él no lo sabe, está casi vacía, es una inmensa colección de peluches rarísimos y exclusivos. Lómax y Tealeaf salen en búsqueda por el último peluche de su colección y pelearán contra un par de siamesas espeluznantes y umbrosas que también harán lo que sea por conseguir el aclamado peluche.
Le sigue Robert Greenspan, un enano que trabaja en una obra de teatro interpretando a un enano de Blanca Nieves. Robert es constantemente humillado, no sólo por su condición física, sino también por estar enamorado de la actriz que interpreta a Blanca Nieves. Estas humillaciones llevarán a Robert a ser vengativo y malicioso, y además, a estar convencido de que tiene poderes sobrenaturales.
Finalmente, David Sowerbutts, quizás mi personaje favorito, es un pelmazo de treinta y ocho años eterno dependiente de su anciana y maniática madre, Maureen Sowerbutts, quien se niega a que David se valga por sí mismo. David sigue y escucha a su madre sin chistar y comparte con ella un hobbie muy peculiar: el estudio, fascinación y admiración por los asesinos seriales, tópico en el que David está muy bien instruido. Pese a la torpeza mental de David, su conocimiento sobre, biografías y modus operandi de los más grandes asesinos en la historia es una cualidad impresionante y a la vez peligrosa combinada con la sobreprotección de Maureen. Esta pareja me recordó mucho a 'la madre nefasta y el bebé obeso' de Thirteen ghosts (Beck, 2001).
Tenemos entonces un payaso manco, una madre reprimida, un ciego obsesionado, un enano malicioso y un potencial homicida reunidos en esta serie creada por Reece Shearsmith y Steve Pemberton, quienes también interpretan a varios personajes dentro de la serie. No sólo esta ensalada de fenómenos es ya suficiente para mantener el morbo y la espectación, sino que también el misterio humorístico y los homenajes que se hacen a obras y personajes como Alfred Hitchcock (1899-1980), Stephen King (1947-), Frankenstein (Mary Shelley, 1818), Are you afraid of the dark? (1991) o hasta al mismo Chucky (Child's play, 1988), constituyen una anécdota atractiva e ingeniosa llena de sustos y absurdos que no son para nada tontos ni chocantes como se esperaría de una parodia. Los delirios y malfunciones psicológicas de los personajes dan espacio a enredos graciosos y terribles a la vez, como cuando David alucina con que está bailando con sus asesinos seriales favoritos quienes en medio del delirio le revelan un dato tan importante como retorcido. O cuando Tealeaf, para lograr su cometido, coquetea con una de las siamesas rivales y discuten los acuerdos para sus momentos de intimidad. Como tal, al menos yo encuentro repulsiva la idea de acostarse con una siamesa -disculpen si hiero algunas susceptibilidades-, pero Psychoville logra reunir dicha repugnancia con tintes de comedia. En otro momento de la serie, Mr. Jelly termina esposado a una anciana senil que complicará más las cosas, pero también las hará más divertidas.
En general, Psychoville funciona como un álbum familiar disparatado y oscuro que pone en vitrina a estos fenómenos de circo dignos de aparecer en una novela de Allan Poe (1809-1849). Si bien la situación introductoria es apenas un pretexto para meter a estos personajes en la misma licuadora, es posible reconocer también que cada uno de ellos cuenta con sus propios enredos independientes, y la genialidad final consiste, además de las ingeniosas historias, personajes retorcidos y técnicas cinematográficas (hay una larguísima escena alusiva a The Rope (Hitchcock, 1948) que fue hecha en una sola toma de cámara), es el equilibrio perfecto entre parodia y homenaje, suspenso y humor, terror y absurdo.
.Link para ver la serie.
.Link para ver la serie.
domingo, 13 de fevereiro de 2011
Casa de asistencia, dulce casa de asistencia.
Supe de un matrimonio muy joven que estaba pasando por momentos difíciles.
La pareja tenía una hija de cuatro años, y su situación económica los llevó a tener que vivir en una casa de asistencia pensada más bien para jóvenes estudiantes. La pareja de esposos compartía con otros tres muchachos la cocina, el baño, los pasillos, la lavadora y las llaves de la casa. El único espacio medianamente íntimo para ellos (y digo medianamente íntimo porque todo el tiempo estaba con ellos la niña) era la habitación de dimensiones enclaustradas; se han visto en cualquier pueblo de Lisboa armarios mucho más grandes que eso.
Ahora, yo no soy quién para determinar el valor que tiene un verdadero hogar, aposento de una familia, pero sí sé de los placeres que es vivir con tu pareja y este par de jovencitos casados se esmeraba por mantener esa bendición intacta a pesar de los ajenos estudiantes que debían tolerar por las mañanas sirviéndose café en lo que era su mesa de comedor, en lo que era su mañana. Refunfuñaban cuando el baño estaba ocupado por alguno de estos inquilinos con sabor a intruso, y pobre de aquél que no deje en la despensa un espacio accesible para guardar el cereal favorito de la niña. Tristemente estos otros inquilinos eran una peste resultante por los problemas económicos que pasaban, pero hacían lo posible, como ya hemos visto, de vivir a sus anchas como cualquier pareja normal, así sea simulando la absoluta propiedad de tener una casa en donde algunas veces te topabas a una cucaracha que va por los pasillos con una toalla en la mano.
La noche, por otra parte, y pese a las delgadas paredes que dividen los cuartos, era algo muy de ellos. Sólo había que esperar a que la niña en el colchón del piso se quedara profundamente dormida. Había que esperar a que se dieran las dos de la madrugada para tener la certeza de que el rechinar de la cama no iba a despertarla. Algunas noches, sin embargo, ni eso les importaba. Hacían el amor en su cuarto diminuto, sobre la cama de prisión como si vivieran en el nido de sus sueños. Cogían y se amaban en el mismo espacio donde una niña de cuatro años comenzaba a entender los ruidos de la noche.
La joven pareja ahogaba los gemidos, tenían que hacerlo. El agudo crujir de la cama ya era motivo suficiente para llamar la atención de cualquier vecino que se encontrara en el cuarto contiguo, despierto aún a las dos de la mañana, haciendo tarea, o escuchando los fuertes vaivenes mientras escribía en una hoja de blog.
sábado, 1 de janeiro de 2011
Bueno y... ¿Por qué Guanajuato?
Diciembre 2008 - Diciembre 2010
Observe primero el transeúnte el disimulo que presentan los callejones y la gente local. Y sí, digo disimulo porque el pueblo anda -si se puede decir que anda- como si no fuese nada más que un enorme y grandísimo autobús en el que todos los presentes hemos tenido la coincidente fortuna de vernos la cara. La colonial arquitectura puede provocarle a usted una de las siguientes tres posibles miradas en los ojos: La del turista fascinado que cual conejo avanza unos metros para después ocultarse detrás de una cámara y avanzar unos poquitos más. Todos sabemos que esa gente no tiene instinto de sobrevivencia, pero alegran el hueco. Luego viene la del hombre-esponja. La mía, mis ojos como quien camina jugando a ser un parásito de las cafeterías y las bancas del teatro, ése que tiene un pacto medio enfermo y cansino con el balcón de los cafetales y los pedregales con historias tan símiles a las de Don Luis o Don Chamé; el estudiante pone la mirada de enajenado y descifra alguna babosada en las seculares paredes de este viejo virreinato y de sus callejones mugrosos por la cerveza. Es un ridículo, es un falso, pero no le importa. Le viene después, por supuesto, la mirada del nativo, el artesano, el ciudadano local cansado de los desfiles, la danza, la marihuana y el diario trinar "de colores se visten los camos en la primavera" y su pandero hispanomexicano. Sabes que alguien vive en la ciudad porque sus pies van deprisa y sin ver a nadie, sin mostrar fatiga del mejor medio, el paso tras paso. Sin embargo, en el trato directo, esta gente es abierta, es solvente, servicial: "¿Qué anda buscando, joven? Aquí tengo éste y también éste otro, puede probárselos con confianza, si no es lo que anda buscando aquí a dos calles encuentra" y todo es verde, sobra sosiego, sobra amor.
Guanajuato significó para mí un desarrollo más personal que profesional. Su espacio quijotesco me hizo ver lo impedido estoy para caminar con otra persona pero también me hizo ver cuánto me pide mi cuerpo y alma para ir por más y más y más. Conocí alemanes, argentinos, brasileños, españoles, suecos, suizos, noruegos, franceses, canadienses, chilenos, austriacos y la lista continúa incluyendo al infame Kalimán y a sus pantalones sucios de orines y su libreta que nunca se acaba. Conocí cafés increíbles (y no sólo me refiero a la bebida) y el agujero que tomé como departamento propicio para contaminarme en el absoluto de mis delirios y destrucciones. En Guanajuato cicatrizaron mis muñecas en mis manos. En Guanajuato me hice alquitranista pese al dolo de muchos (me incluyo) y mi resistencia a licores fuertes, bueno.. no quiero hablar más de la cuenta.
No es éste el mejor espacio para describir mi cualquier desarrollo alcanzado, lo cierto es que entre viaje y viaje un Samuel se botó de la maleta y otro, como gangrena, como gemelo incrustado, se lo fue comiendo.
La Universidad de Guanajuato (UGTO) por su parte, si bien está un tanto mal administrada, al menos en su nivel posgrado de lit. hispanoamericana, sí está a la altura de lo que se espera de una academia coordinada por gente bien preparada y ubicada en tierra tan artísticamente fértil. Mi salón de 8 compañeros, todos profesores, todos leídos, todos amables, empujó más a fondo el acelerador de este tren subterráneo que he elegido como carrera y ello significa, por supuesto, más consumo de libros y ensayos que muchos me han castigado de excesivos, pero también los han visto concretarse en mi cabeza. Las letras con chinga entran, es lo que concluyo.
En resumen, Guanajuato me tranformó en un flanêur, un silente extraño que va y viene de terminal en terminal buscando -por fin- su estado terminal.
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