Hoy fui a casa de Arturo, otra vez, para terminarnos la botella de whiskey que había quedado de la noche anterior. A Arturo le gusta invitarnos a beber en su casa, por comodidad, por economía, no lo sé, pero vamos.
Ahora fui yo solo, y curioseaba entre su librero mientras él organizaba la música. Me gusta husmear en los libros de Arturo, tiene autores que he leído pero que no tengo; tiene también libros antiquísimos y antologías envidiables. De ahí tomé al azar la edición de "Narraciones extraordinarias" de Porrúa y empecé a hojearlo sin ningún fin. -Siempre haces eso. -dijo Arturo desde su silla. -¿Siempre hago qué? -Siempre agarras ese libro de Allan Poe y buscas El Cuervo, luego me dices que es la misma traducción que la de Editores Mexicanos Unidos.
Lo cerré avergonzado y me quedé con una extraña sensación de no ser yo ningún secreto, ningún enigma, y me sentí aliviado.
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