El día del niño: La infancia como territorio para el miedo by Rubén Lardín
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La premisa que une a los diferentes estudios aquí dispuestos está básicamente proponiendo dejar de preparar a los niños para que sean adultos, y permitirles en su lugar ser consumidos por su propio universo infantil con todas las bondades y maldades que eso significa. El libro expone los miedos, la perversión y el morbo como una forma de "infantilidad espejeada" que al chocar con lo que los adultos consideran correcto, o moralmente importante en el desarrollo de la criatura, se vela y se trasfigura como algo terminantemente maligno sólo ante los ojos de aquél que cree más maduro.
Estos estudios nos advierten que les estamos enseñando a los niños a ser adultos, y no puede haber nada más cruel para un niño que evitarle el mundo que le corresponde como tal. Es decir, no podemos censurarlo de hacer lecturas grotescas o terroríficas de la vida, porque también la locura y el delirio es una forma de educar la comprensión de los más pequeños.
El día del niño... habla sobre pedofilia, cuentos de horror, personajes que usamos para hacer que los niños hagan lo que deseamos (el hombre del saco, el coco, etcétera), y habla también de cómo la inocencia del niño es una fuente increíble para historias fantásticas y retorcidas a la vez que alimentan no a la maldad de la criatura como los pensadores maduros temen, sino a su propia imaginación de seres que están formando una nueva percepción de la experiencia.
Recomiendo este libro para comprender mejor a la mentalidad del niño frente al mundo de los adultos y cómo esos imperantes 'No veas esa película / No te toques ahí / No te acerques allá' configuran -o distorsionan- las cualidades mentales de un niño que no debe ser alejado de las formas de terror que ante él se construyen, pues es justamente este terror el que los convertirá en personas más abiertas y mejor preparadas para explorar sus propios abismos y capacidades creativas.
¿Qué quieres ser de mayor?... Es difícil encontrar una pregunta que contenga una dosis más alta de mediocridad y malas intenciones. No faltará quien sostenga, hipócritamente, que tal interrogación despierta la imaginación del pequeño o la pequeña, incitándoles a plantearse nuevas cuestiones que enriquecerán su lenguaje y la calidad de sus relaciones con quienes les rodean. Mentira. Esa pregunta es cicuta para la fantasía y un yugo marmóreo para la libertad del alma. "¿Qué quieres ser de mayor?" dicta la condena del crecimiento y la ata de pies y manos al castigo del trabajo, a la necesidad de ganarse uno el pan con sudores mal pagados. No se está preguntando a la criatura si querrá ser peligroso, feliz, vampiro, paseante o turco. Se le demanda una profesión, ni más ni menos que una ocupación renumerada.
-Nelson de la Rosa (p. 275)
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