terça-feira, 27 de maio de 2014

Lloran los muertos al bajar de la cuerda

Algunas tardes las madres miran al cielo
cuando cuestionan la bondad de las nubes
y contemplan la caída de la lluvia
el estrépito de una gota al tocar el piso
su guerra en estampida contra la arena.

La madre hará vigilia del ataque al suelo
y recordará los tiempos anteriores
cuando los marineros perdían sus botellas
cuando las brujas morían en las paredes
cuando tenían que bajar gente de la horca.

Recordará también esa lengua lastimada
el calor de una soga, una serpiente
se arremolina en la fragilidad de su cuello.

Ahora los ojos libres de los fieles
miran a sus condenados aturdidos
y celebran una especie de justicia de Dios
la misericordia y la soga tensa.

A la hora de abrazar al muerto
-al marinero, a la bruja, al ladrón de hogazas-
la madre sentirá el cántaro de la lluvia
como una incisión de cuerdas húmedas
que también quemarán sus mejillas
y caerán con violencia desde el cielo
como sus antiguos hombres y hermanos.

terça-feira, 20 de maio de 2014

Siete

Tú no lo sabes.
pero el día que dormiste conmigo
rajé un poco el borde de tu falda.
Sólo un poco, lo juro,
un corte preciso
entre tu muslo y mis dedos
porque no podía
y tenía que irme al frente.

No sabría decir cómo:
si mis uñas fueron navajas
o si tomé el cinto
que habíamos tirado al suelo.
No sabría decir el corte
porque era genuino
mi surco sobre ti; en ti,
en tu molde recostado
a un milímetro de la impaciencia.

Tu aroma cayendo a plomo,
el ímpetu de entrar en tus sueños,
en tus interiores
y es que estabas tan desnuda debajo de la falda.

Entonces me abrí paso
y miré el amanecer de tus caderas.
Miré a profundidad tus bragas rojas
colándome por el roto que te había hecho,
deseando que el algodón no cicatrice nunca.


Tú no lo sabes
pero ese día
te conocí del todo.

sexta-feira, 9 de maio de 2014

Unicornio triste de marfil

Recuerdo el día que te llevé al circo
¡Qué ganas las mías de subirte al palco! Al más grande palco
para que vieras funámbulos como tú
en su pedacito de cielo,
donde serías un ciempiés magnífico
y donde yo sería tu araña.

Entonces nos sonreirían como a otros animales,
nos enjaularíamos entre el vino y el cine de miedo
(algo en tu mirada me da valor)
para cerrar la jaula con las piernas,
arlequina bajo la carpa en fuga,
fumando cada cigarro que ganaste
abriríamos los labios y que la gente aplauda;
aquí donde ellos ven rinocerontes
tú cabalgas a este unicornio de metal y piedra
con su cara de imbécil
y tu cara de poeta
riéndonos del mundo allá tan lejos
como en el Tango.

Bailar a veinte metros, después treinta y treinta más
entonces yo bufaría,
entre el humo de tus Marlboro
las fuertes ansias de cornarte.