Morir es una costumbre que sabe tener la gente.
-Manuel Flores.
Cuando me plantearon la trama de Shingeki no Kyojin (しんげきのきょじん: El ataque de los titanes, Anime: 2013) me dio una idea de espíritu épico a la Age of Empires medievalón y heroico. Pero como a todo, decidí darle una oportunidad y terminé por ver toda la serie.
Si acaso me maravillé primero por la calidad de sus 'trazos', hubo algo en la construcción de personajes que me atrapó cautivó al grado de preocuparme por ellos y por sus destinos.
Shingeki no Kyojin es, a secas, un "tower defense"/ánime: En un futuro distópico la humanidad ha sido exterminada por unos gigantescos seres humanoides surgidos de la nada y que han reducido el territorio humano a los confines de una modesta ciudad amurallada. Ahora, la humanidad dedica sus días a mantener el perímetro intacto y a vivir en paz dentro de esta burbuja de concreto. Luego de cien años, un Coloso perforó la muralla y la humanidad se vio en la urgencia de combatir dentro de su propio terreno ante la invasión de estos seres descomunales que devoraban todo a su paso.
A mi ver, la trama es sencilla, comprensible e interesante, sin embargo creo que no es la acción del combate a lo que el ánime apunta; las peleas entre titanes y humanos son ágiles, trepidantes e intrascendentes en comparación al peso que se le da a los personajes involucrados: diminutos y muertos.
Sin ahondar demasiado en la anécdota, es evidente que Shingeki no Kyojin es, en realidad, un drama melancólico acerca de los conflictos de ser un peón destinado a morir. La muerte es el verdadero enemigo en esta historia, los titanes son acaso el móvil que la lleva ante los ojos abnegados de esos indefensos humanos quienes no tienen otro remedio más que observarla y recluirse aún más profundo. Los titanes avanzan con muecas congeladas, sonrisas incómodas, cuerpos humanoides, y carecen de toda habilidad cognitiva que no sea la de comer gente... ¿igual que los zombies? así es, pero a diferencia del zombie, estos monstruos son gigantescos, sonrientes a lo Gato Chesire y no guardan ninguna relación con la sociedad humana; no obstante, su función es la misma: obligar al hombre a encarar la muerte, la muerte absoluta, en maremoto, mucho más grande que ellos.
La relación titan-zombie está pues basada en el temor a la muerte genuinamente abrumadora. Por tanto, Shingeki no Kyojin acierta cuando apuesta por la introspección del soldado enviado a su muerte irremediable de manera tan desconsiderada. Constantemente los soldados se cuestionan si morir es acaso importante, si su deber es más grande que su vida, o si la humanidad les está agradecida: ¿Qué significo yo como persona? ¿Es tan fácil deshacerme de mí? ¿Acaso la aldea me lo agradece? Numerosos cadetes le dan la espalda al compromiso y regresan a casa, mientras que otros, con ojos cristalinos y puños cerrados, lamentan las bajas de sus colegas y se comprenden como carnada prescindible. Ello provoca que los personajes entren en profundas reflexiones y charlas internas que concluyen siempre en cuestiones de honor, sacrificio, y perseverancia.
La muerte en Shingeki no Kyojin es también un motor de pelea impulsado tanto por el miedo como por el instinto de supervivencia. Los horrores que atestiguan los seres humanos al mirar de qué forma un titan mastica a sus seres queridos, impregna a los soldados de algo así como un "pánicodio" que los lleva a reflexionar sobre el valor del individuo y su lugar en la comunidad. La problemática que representa "ser enviado a morir" es mucho más trascendente que, incluso, la propia raza humana. Cuando un compañero observa cómo un titan devora a un compañero (cómo la muerte devora a un compañero), entra en un letargo contemplativo, casi filosófico, sobre la maldad sin sentido, la vida sin significado, la guerra sin victoria.
Shingeki no Kyojin no hace más que explorar los procesos mentales del soldado que combate algo mucho más poderoso que él. Armin, personaje más llorón que la Chilindrina, está siempre debatiendo sobre la responsabilidad, la amistad y el agradecimiento a los soldados caídos. Mikasa es una Michelle Rodríguez imperturbable, y ha lidiado con el rostro de la muerte con una personalidad congelada que apenas entiende que está enamorada del personaje principal Eren. Así sucesivamente, cada soldado, sin importar su rango, tiene maneras de afrontar la muerte como no se expresa en otras series o videojuegos que aborden el tema bélico. Hay una escena donde un alto general ordena ejecutar a un importante elemento de su guardia por el miedo que le tiene, en lugar de pensarlo como una herramienta capaz de combatir a la par contra los titanes.
El tema da mucha tela para cortar, pero siempre llega en función de la muerte. A veces, como mencioné antes, tengo la impresión de que estos titanes son otra forma de zombies insaciables y enigmáticos, con una semejanza descompuesta al cuerpo humano, incapaces de negociar, organizar o fundamentar su embestida. Aquí, el titan es una mezcla entre SlenderMan, Jason Voorhees y Polifemo disfrazado de horda zombie, con sonrisa cínica, ojos alegrados de muerte y, naturalmente, falto de aparato reproductor.
Pelear contra estos abrumadores enemigos es para unos, la deuda que se tiene a las familias y a los seres queridos dentro de la ciudad. Para otros es una prueba divina de su valía como seres humanos, mientras que unos más consideran al titán como el fin absoluto e invencible. El sacrificio es la constante en Shingeki no Kyojin y por tanto, sus personajes están mentalmente atrapados en un limbo entre el miedo y el deber, el olvido y el reconocimiento, el morir o el ser. Lo que el ánime plantea es que enfrentar a la muerte es en realidad ser.