sábado, 13 de novembro de 2010

El hubiera sí existe

¡Buff! Ya me dio flojera caminar
hasta la casa. Pinche avenida se
me hace eterna. Mejor por acá.
Puta madre, otra vez no traigo llaves.
Siempre se me olvida que ya
tengo que comprar otros audífonos
Grrr, y no hay nadie en la casa y 
quién sabe cuándo regresen éstos
Ni hablar, igual paso por un Oxxo
y a ver qué hay.
En serio que qué pendeja, ¿cómo no traigo llaves?
Y ya casi no me quedan cigarros.
Tendré que ponerme a esperar, por güey
No, mejor sigo caminando, igual
no estoy tan lejos de la casa
Me he de ver bien ridícula aquí sola sentada. 
Mejor me *hip* levanto. O no, mejor no. 
Coming out of my cage and I've 
been doin' just fine gotta got--
Wooh! ¿Pero quién será ella?
Qué guapa es.
Mañana le pregunto a Diana, o a Melby por la tarea de Vladi. 
Peligro y ninguna sabe ahí.
¡Vaya, qué lindos labios tiene!
¿Qué estará haciendo ahí sentada
afuera?
Bueno, ya mañana veo. Qué flaco ese tipo.
de manga corta con este frío, de veras que
 hay cada loco.
No creo que me haya visto.
¿Y si doy la vuelta a la cuadra
nada más para verla de nuevo?
Sí hombre, vente. ¿qué puede pasar?
Igual es tiempo para no llegar a la casa.
Podría ir por otra cajetilla con la doña, 
sí, ¿a que me trate como niña? No, qué flojera
¿Qué será lo que tiene esa niña? Algo
en su piel me atrae, ¿serán sus lunares?
¿su tez como nívea? Pff, sí que es linda.
¿Qué ese no es el tipo que acaba de pasar? 
¿pues qué se traerá?
¿Y si...? No, no jodas, ¿qué le diría?
Sólo le fastidiaría su momento del cigarro
pero es que no puedo sólo irme y dejarlo así.
Andará perdido. Quién sabe. Grrr, qué frío tengo 
y mis padres que nomás no llegan.
(Entra al abarrotes de la esquina)
"Buenas tardes. Me da un Marlboro
por favor. ¿Sueltos no vende? Uhm
ni hablar, deme una cajetilla entonces
¿Cuánto es? ...Sale, gracias."
Eso me recuerda que tengo antojo de
unas quesadillas. Ash, en qué pienso.


"Hola, disculpa ¿tienes fuego que me prestes?"
"Sí, Déjame ver. (ofrece el encendedor)"
"Gracias (enciende un cigarro) ¿cómo  te llamas?"
"Argelia ¿y tú?"
"Samuel. Vivo a tres cuadras de aquí"
"¿En serio? Yo vivo en esta casa, 
¿Por qué nunca te había visto?"
"Es que rara vez ando por acá. De hecho rara vez
me detengo a hablar con alguien"
"¿Ah sí? Pues no te creo ¿ahora 
por qué te dio por hablar conmigo?"
"La verdad, es porque te vi y te me hiciste muy linda;
pero no quería quedarme sólo con eso y 
quise saber también tu nombre"
"Ah pues ahora ya sabes cómo me llamo"
"Sí, tu nombre es muy bonito. ¿Me dejarías escribir algo sobre ti?"
"¿Escribir algo sobre mí?"
"Sí, sólo eso"
"¿Pero escribir qué cosa?"
"Cualquier cosa"
"Pues *hip* sí, supongo que está bien" 
"Gracias, (apaga el cigarrillo)."
"¿Qué no tienes frío?"
"¿Frío?  No, no pienso en el frío. Toma (le da su cajetilla)"
"¿Y esto?"
"Yo no fumo"

domingo, 7 de novembro de 2010

Las ironías de México

Muchas veces mi respuesta inmediata cuando me preguntan ¿cómo están las cosas en Chihuahua? es señalar la inseguridad, la corrupción, la drogadicción y demás putrefacción de mi ciudad natal. Para ser honesto (y agradecido, desde luego) nunca me había tocado en carne viva sentir toda esa destrucción fuera de los noticieros, patrullas volando y militares en escolta. El vecino de enfrente fue secuestrado dos veces, pero hasta ahí había llegado mi tacto con la inseguridad.

Remito en el título a la ironía de mi bello y jovial país porque no fue en Chihuahua donde me tocó vivir esa delincuencia, sino en la capital de Guanajuato, la ciudad mexicana menos mexicana de México y que yo sentía la más serena de todas las que he conocido.

Sucedió que caminando sobre una avenida desierta de regreso a casa, cuatro amigos y yo (una mujer y cuatro varones) platicábamos de lo bien que nos divertimos, hasta que vimos, al otro extremo de la acera, a un grupo de cinco o seis jóvenes en agresión. Al principio creíamos que eran dos bandos en riña, pero cuando el grupo entero se dio a la fuga y se resguardó en uno de los callejones, notamos que en realidad se trataba de un asalto sobre un hombre de 40 años que luego de la golpiza se levantó del suelo bañado en sangre y comenzó a caminar ante nuestros ojos perplejos.

Nos acercamos a su auxilio para buscarle una ambulancia. Tenía un severo golpe en la frente, otro en la nuca, y su oreja izquierda estaba casi desgarrada. Mientras lo revisábamos, Ángel llamó al 066 para que lo llevaran a un hospital. El hombre, tomado y golpeado, no podía recordar hacia dónde estaba su casa.
La policía apareció pronto. Unos ocho oficiales saltaron de una camioneta y comenzaron la revisión. Mientras unos hablaban con el hombre, otros hablaban con los testigos y uno más tomaba mis datos aparte. Segundos después, un grupo de muchachos se aproximaba a la escena.

Resultó que era el grupo de asaltantes que venía de regreso.
¡Eh pinches polis de mierda van a valer verga putos! Y comenzaron a disparar.

Vi entonces que tanto amigos como policías salieron corriendo y dejaron al hombre herido que reposaba en la banqueta. No supe qué sensación me dio cuando vi a los policías, a cada uno de los propios policías armados y preparados, correr huir junto con nosotros. Uno de ellos respondió a los disparos con los suyos, pero con ver a los 8 elementos corriendo como civiles yo ya me sentía mucho muy desprotegido. Corrí más y alcancé a Mata, la chica que venía con nosotros, y la metí a la cajuela de una camioneta. Eh, ¿y el Fer? ¿Dónde está el Fer? Preguntaba Hugo que se unía con nosotros junto a la camioneta. Volteamos a todos lados. Faltaba Fer, y la policía también había desaparecido.

Encargué a Ángel que se quedara con Mata mientras Hugo y yo retrocedíamos unos pasos, temerosos y resguardados en los autos estacionados. Honestamente, yo ya me imaginaba a Fer derribado a media calle; yo gritaba su nombre con el miedo en la boca.

Afortunadamente lo vimos a salvo corriendo a nosotros y nos dijo que como vio que dejamos al hombre herido, se detuvo a esconderlo debajo de un carro. Tal como lo leen, Fer agarró al homre y se metió debajo de un carro y dejó que los delincuentes (no por querer apuntar a nadie pero tenían acento del D.F.) sólo pasaran a un lado de ellos. Nos dijo que los fulanos regresaron a esconderse al callejón de donde habían venido y los policías volvieron para asegurarse de que no regresen.

Después de eso, ya despejada la violencia y con paramédicos asistiendo a la víctima, me quedé muy frustrado y triste. La policía conocía los callejones que sirvieron de escape para los asaltantes y pudieron haber rodeado el área y entrar con más unidades. Pero no lo hicieron. Dejarnos a nosotros cinco jóvenes a nuestra suerte tampoco es lo mejor de alguien con una placa que signa "proteger y servir" y, en serio, una oficial nos pedía con desesperación y temblor en la mano un cigarro.

Quería concluir con una reflexión sobre la situación del país, seguido de lo que espero en mi experiencia próxima en Lisboa, pero de exclamaciones tipo "qué barbaridad" ya estoy muy cansado. Esa noche me sumé a las familias que viven con miedo, y ya eso es suficiente.

Llegamos a casa, blancos de miedo, sin ganas ni maneras de poder descansar.

quarta-feira, 27 de outubro de 2010

Sobre letras y tumbas

Para alcanzar una meta distante
deben darse muchos pasos cortos.

De unas semanas para acá me ha dado por reflexionar sobre los detalles en mi vida que finalmente son los que terminan por estructurarla por completo. Pienso en la relación con mi familia, mi manera de responder a los problemas, mis prioridades, mis amigos, mi noviazgo, mis vicios y demás detonantes casi imperceptibles.
De momento, y a un par de meses de concluir con mi preparación académica, me he detenido a pensar sobre mi relación con la literatura y el por qué este Samuel que a todos ustedes ofrezco se perfiló desde siempre a una vida tan lejana del resto de los Chavarría. Dado que entiendo que estas reflexiones no le interesan a un gran número de personas (y porque estoy seguro de que sólo un par de buenos amigos habrán leído al menos hasta este párrafo), seré lo más breve que pueda tan extenso y descriptivo como así se me antoje.

La anécdota del por qué estudié letras la he contado varias veces y siempre me trae un sabor a nostalgia delicioso que me lleva a repetirlo aunque sea para mí mismo.
Sobra decir que el detonante para que yo encontrara un amplio refugio contra la tempestuosa rutina fue mi madre normalista que me acompañaba en las tareas del kinder*. La muy tramposa me daba tips para burlar las grotescas planas y familiarizarme con la redacción; me enseñó a escribir la S por ejemplo, que no era una víbora como la maestra decía, sino que en realidad era un caminito por donde viajaba el lápiz. Me decía que bastaba girar el cuaderno al revés para para poner un signo de interrogación que abre y que los libros eran las casitas donde los personajes me invitaban a pasar a saludarlos.
Tarde que temprano esa 'ventaja' se vio reflejada en mis calificaciones, no como un progreso, sino como una desobediencia. Todavía recuerdo los gritos de la maestra golpeando con su dedo mi cuaderno de aquellas infinitas planas "¡La letra ñ todavía no la hemos visto!" y ¡zaz!, un sellito de mapache por negligente. Entonces volvía a casa decepcionado y mi madre sólo decía "no se preocupe m'ijo, usted haga lo que le pidan y ya". Pero al día siguiente volvía a clase con un conflicto porque a mí no me cabía en la cabeza que la maestra estuviera bien y que mi madre estuviera mal.
En la primaria sucedió que la maestra nos quería fomentar el hábito de la lectura conductivistamente. Recuerdo bien aquel rincón de lecturas y su alfombra cómoda y sus sillones de todo tipo, lugar de premio para el niño que hiciera bien su trabajo. Las tablas de multiplicar no fueron entonces nada más que contraseñas para acceder al dichoso paraíso, y la división geográfica de México era apenas un rompecabezas de 32 piezas que formaba una sirena degollada y que también me abría las puertas a la comodidad de la esquina amueblada. Poco recuerdo lo que hacía en aquel rincón, pero sí recuerdo que fuera lo que fuera, generalmente lo hacía solo; no porque fuera yo un niño genio, sino porque los otros niños preferían salir, o dibujar o comer tras terminar sus trabajos. 
Desde siempre he pensado que la lectura es el placer más íntimo de todos y pronto me hice a la idea de que los libros eran para mí como yo lo era para ellos. Y eso lo entendí a las malas. Tengo también el recuerdo intacto de mi primera amistad en la primaria: Luego de leer algunas historias y volver a mi lugar de clase, quise platicar con mi compañero de al lado sobre un cuento que había yo leído. El amiguito aquél alzó la mano irritado y grito "maestra, este niño me está molestando", a lo que la maestra lo ubicó en otro lugar, dejando mi escritorio vacío. La conclusión inmediata que se procesó en mi cerebro fue un "soy una molestia, a nadie le interesa lo que he leído, y si el niño que estaba aquí enseguida no quiso platicar conmigo, mucho menos lo hará aquél que está más lejos". Bajé avergonzado la mirada y me prometí no intentarlo de nuevo.
Poco después el mismo niño vino a disculparse conmigo  y como fuera nos hicimos amigos hasta el 2do de primaria, no obstante el grabado en mi mente como esponja ya estaba hecho.

Digo que fuimos amigos hasta 2do de primaria porque en 3ro me cambiaron de escuela. La ortodoxísima maestra de aquella primaria (que, no es broma, recuerdo más bien de colores muy oscuros) no toleraba que nos levantáramos de la banca por circunstancia ninguna, o sacáramos punta sin pedir antes permiso. Repeticiones interminables de números romanos, complicados diagramas del cuerpo humano, estruendosos azotes al pizarrón y, por supuesto, orejas de burro y vámonos, al rincón más lejano con tape en la boca y pobre de ti donde levantaras la mirada. Tras recordar a la maestra Margarita ésa comprendo por qué lo único que quería yo hacer después de clase era meterme a la biblioteca de mi padre y leer ahí algo, lo que fuera, cualquier cosa.
Así toleré 4to, 5to y 6to, con otros maestros, con otros amigos y con otros intereses más físicos que intelectuales, pero siempre reservando un espacio para cualquier cuento. Yo me había declarado casado con las letras y no me había dado cuenta hasta que finalmente me fue recompensado.

A mediados del 5to grado de primaria me anunciaron que mi cuento a los símbolos patrios había ganado el tercer lugar estatal... "¿Cómo que estatal?" "Pues sí m'ijo, tu cuento fue el tercer mejor de todo Chihuahua. Y hubieras ganado el primero pero el nombre de tu personaje era americano"**.  No quiero describir lo que sentí en ese momento porque sonaría muy presuntuoso (tan me enfada la presunción de aquellos intelectualoides francoparlantes que puedo usar frases como 'me meo en esos pendejos' y sigo sintiéndome literato como cualquier otro). Basta decir que sentí que era una piedra que tenía que ser pulida para ganarle a ese otro par de niños que habían escrito algo mejor, y entonces me dediqué a leer más, a saber más, a mejorarme del todo. No volví a ganar semejante logro, sólo recuerdo un 2do lugar que me dio la JMAS en una convocatoria que hizo en cada primaria para un ensayo sobre la importancia del cuidado el agua.

Mi época de secundaria, más adelante, habría sido muy nociva de no ser por la maestra de español que recuerdo con cariño. Nunca supe en qué momento la maestra María de los Ángeles detectó mi tendencia a las letras pero en cada uno de los 3 años de secundaria me metía en convocatorias para declamación, oratoria y concursos de ortografía sin avisarme. También ahí logré grandes apremios, pero lo mejor fue la curiosidad por escribir poesía que me despertó alguna fulana que seguramente no habrá terminado administración y que hoy tendrá un hijo. No lo sé, y de momento no es lo importante.

Me resulta más importante señalar que ya a mis 14 años sabía perfectamente mi afiliación, aunque no sabía (sigo sin saberlo) para qué me serviría. La vida se cansó de demostrarme que yo no estaba hecho para los deportes, ni para los amigos, ni para los cuadros de honor, mucho menos para las niñas. Yo era un muchachito taciturno sin mayor atractivo que la templanza para soportar las constantes humillaciones y bromas de un grupo de chavos que, a mi ver, no representaron nunca mayor interés que la conclusión de Moby Dick que ya me aguardaba en casa.
A esas humillaciones habría que sumarle también una carta que la orientadora escribió para mis padres argumentando que su hijo Samuel Chavarría García era un niño mediocre y muy retraído que necesitaba con urgencia atención psicológica si deseaba aspirar, a lo mucho, a ser electricista o técnico en cualquier cosa. Todavía sueño con el día en el que iré a estamparle dos títulos a esa doña en sus tatuadas y deformes cejas.

Pero en fin, ya con esa intuición literaria, la preparatoria fue más llevadera. Fue fácil hacerme de amigos ya sabiendo que ninguno de ellos se apasionaría conmigo por Baudelaire ni me competería en algún concurso de ortografía o composición literaria. Aquella afición me valió dos romances: uno por llevar a clase una compilación de poemas de Sabines, y otro por prestarle a una curiosa muchachita mi poemario con el que había ganado un certamen.

La universidad ya era sólo protocolario. Fue una época en la que las letras velaron la carga escolar y yo podía enfocarme a mejores aspiraciones (como las amistades, el noviazgo y el desarrollo literario). Mi modesto éxito en una que otra red social me brindó también apoyos muy fuertes para sentirme cómodo en todo esto y ahora, a casi un año de mi recibimiento como licenciado en letras, estoy completamente satisfecho con mis conocimientos y mis limitantes, y todo lo que de ellos ha derivado y está por derivar.

Hoy a mis 24 años estoy a unos meses de obtener mi título de posgrado y compensaré con ello todo este pasado que me ha forjado para bien o para mal hasta este momento. Todavía no sé si fungiré como diplomático, difusor, traductor o editor, lo cierto es que en las letras he nacido y en las letras habré de morir. Sea que tenga éxito o no, esta vida de largo ha sido siempre mi rincón de lectura y aunque no estoy a la expectativa de que alguien se siente conmigo del todo, yo la ofrezco y la comparto como el profesionista, el adulto y el ser humano que hasta el momento he podido construir.


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*Preescolar o jardín de niños; bleh, no me importaba entonces y no me importa ahora.
**El cuento narraba la historia de un niño mago que lograba viajar al pasado por medio de un libro y para salvar a los aztecas de una serpiente malvada que los asechaba se convertía en águila y la devoraba ante el asombro del pueblo que le construía una ciudad en su honor. El niño se llamaba Timmy.

sábado, 28 de agosto de 2010

Let's D-D-R!




Platicando con Cheryl y con Alessa (así de cabrón soy) llegamos a la conclusión de que a mi vida le hace falta, además de un wii y un corvette, el baile.

La idea me trajo varios conflictos a la cabeza, como el hecho de que yo nunca bailo por voluntad. En tiempos remotos les decía a las animadas chicas que se me acercaban con las manos extendidas que bailar estaba en contra de mi religión, y entonces improvisaba una religión pendeja que debían respetar más allá de lo que respetan mi imposibilidad para el baile. Nadie quiere entrometerse con las deidades de uno, y menos sacar a bailar a alguien así de extraño.

Lo cierto es que mi ineptitud para el baile nacen de dos conflictos. El primero es que para bailar bien, hay que tener una pareja que también baile bien. No quieres hacer el ridículo frente a tus primos en la mesa tomándote video. No quieres que la niña se ría de nervios y prefiera volver a sentarse. Mucho menos quieres pisarla, hacerle un badtouch y sentirte un tarado. Será que toda persona que me llevó a la fuerza asumía que yo sabía bailar. Mira qué mujercitas tan inocentes.
El segundo conflicto es la música. No puedo evitar reírme con el sonido que hace el cencerro, ni con el tst-tt-tsst de la cumbia, ya no digamos el ingenio de las letras. La salsa es anímica pero demanda gente con sabor, el tango es una genialidad de música pero demanda gente con sobrada elegancia, y el techno, rave y semejantes, son tres minutos de punchis-punchis que llegan a durar horas. 

Toda esta combinación genera que mis piernas se petrifiquen en la pista hasta que la ingenua damita se desespere y termine por devolverme a mi lugar de origen donde quiero estar bebiendo y diciendo bobadas sin nefastear a nadie. La señorita que se encuentre a otro galanzucho (ni modo que en este país falten) y todos felices.

¿Pero y qué tal si sí quiero bailar?

Para eso mi hermano me trepó alguna vez a una maquinilla sinsentido, no recuerdo si fue en el Juventus Bowl o dónde, pero la propuesta era interesante. La máquina me diría exactamente qué hacer, sin perder la paciencia, sin sentirse ridiculizada, y mucho menos sin pensar que soy un mediocre para el baile. Basta que todo eso lo piense nada más yo.
Su nombre: Dance Dance Revolution*.

El concepto, no está de sobra comentarlo, es muy simple. Tienes en el suelo cuatro flechas acomodadas en un recuadro de 3x3 que fungen como botones a pisar. La pantalla desplegará una avalancha de flechas sincronizadas con la música que te indicarán que paso hacer. Con algo de práctica (y trance) terminarás simulando un baile individual moviendo las piernas. Justo lo que necesito.

Es en el DDR donde encuentro el escape de mis piernas al ritmo y además, se hace un excelente ejercicio. Con $30 que le invierta (18 canciones bailadas) salgo satisfecho de la pista cual quinceañera, sin cumbias, sin ridículos, y sin pisarle el pie a nadie. Cierto que el baile es un artificio, pero la descarga de movimientos y compases está hecha, y, con suficiente práctica, uno puede adquirir un estilo único manteniendo la regla de pisar sobre las flechas indicadas.

Yo soy apenas un usuario amater. Capturé el patrón de inmediato, las flechas están perfectamente sincronizadas al beat de la canción que generalmente son rockpop, o animé (máquina japonesa finalmente); el truco es identificar el beat (tun-tun-tun-tun) y cualquier canción puede bailarse. Con el tiempo aprendí a dar vueltas de 180º y en un par puedo bailar sin ver la pantalla, o agregar movimientos extras. En comparación a un baile real e improvisado, esto es como tomar café descafeinado, muy cierto, pero el sabor está dado.

Me quedo con la idea de que sólo aquí podré desenvolverme. Sueño todavía con el día en tener una pareja en el control 2 con la cual hacer coreografías (lo he visto, y es más impresionante que un pasito pa'trás y otro pa'elante) pero de momento, cuando de moverse se trata, el DDR es lo mio, hasta que se aparezca una mujer con la paciencia de una máquina, desde luego. Mientras tanto... Daririram, dariram, dariram!





*Existe una versión americana de 5 paneles dispuestos como una X: "Pump it up". A mi ver, es demasiado caótico.

domingo, 25 de julho de 2010

Korny Mother Fucker

I'm such a stupid fuck
listening to my head and not my god
constantly thinking, 
and thinking
and thinking
and thinking





Ya antes había comentado sobre por qué considero que Korn es una excelentísima banda, con todos sus atributos, sus altibajos, su sonido y coherencia (por aquí debe de estar esa entrada, quién sabe dónde).

Esta vez quisiera redireccionar ese mismo rubro hacia mi opinión más personal y mi experiencia más íntima con dicha agrupación, alejándome un poco de la "reseña musical" y adentrándome ya en lo que la banda de Korn significa en mi vida personal. Esto claro, si la audiencia así me lo concede y su paciencia para leer esto así se los permita. 

Varias veces he comentado con amigos cercanos que si yo fuera una banda, sería Korn. Esto es, que si toda mi identidad, mi ideología, mi actitud hacia la vida, mis defectos y mis tensiones pudieran de algún modo licuarse y destilarse hasta que resultara de ahí una batería, un vocalista, con sus letras, bajo, guitarras y arte conceptual, el resultado definitivo sería Korn. Ojo que no estoy diciendo que yo sería tan bueno como ellos. En lo absoluto. Me refiero a que esta banda grita lo que yo quiero gritar, lamenta lo que yo lamento y describe con música lo que yo intento describir con mi muy humilde manera de ser, simple, individual y primitiva.






Yo conocí a Korn por medio del mercado negro privado de la técnica 61. Resulta que por allá del año 1999 cursaba yo mi segundo año de secundaria cuando me voy enterando de que en las computadoras del taller de computación algunos alumnos escondían fotografías, juegos y música en ciertas computadoras de la sala para compartirlas entre los demás compañeros; naturalmente se ponía de todo en esas 'carpetas buzón' del contrabando, por lo que teníamos que ser muy discretos a la hora de comentar si había material nuevo (la puerca está en la pocilga), o si se solicitaba más producto del mal (Dice mi mamá que si le puedes abonar lo mismo de la semana pasada). Varias veces nos formatearon las computadoras, pero generalmente casi siempre había material de bandas como Theatre of Tragedy, Slipknot, Resorte, Brujería, Pantera, y por supuesto, Korn.

Dije "producto del mal" porque efectivamente eso era lo que para los padres de los años noventas representaban estas bandas ruidosas, violentas y por demás oscuras. Desde el día en que mi padre me tiró un cassette pirata que tenía de Molotov ya quería saber qué tenían de peligrosas estas bandas tan rebeldes e innovadoras que los padres y los maestros pretendían distanciarnos tanto. Era evidente que existía algo en ellas mucho más fuerte que ellos mismos, y mis deseos por conocer ese 'inmoral y mórbido peligro' no se hicieron esperar.

La primer canción de Korn que escuché fue A.D.I.D.A.S. y eso porque la pusieron en el equipo en donde estaba yo trabajando con otro grupo de compañeros. Ellos lo llamaban "las abejitas pedorras" por la obertura de la canción que simula a un zumbido y por el amplio nivel de creatividad y clase que tienen los pubertos secundarios. No obstante, mi atención se centró en el estribillo de dicha canción: "All day I dream about sex" que se repetía constantemente. Bajo la coincidencia de que en aquellos días se estaban dando en mí los primeros encuentros hormonales y las inquietudes sexuales, inmediatamente pensé "pues estos güeyes de abejitas y de pedorros no tienen nada" y entonces quise escuchar más de ellos. Pensando quizá en que así podría también saber más de mí mismo.


De ahí en delante no recuerdo gran cosa sobre cómo me fui involucrando. Tengo muy presente la primera vez que tuve un disco de Korn en mis manos, tomado sin permiso del cajón de discos de mi prima de 20 años. El Follow the Leader tenía en la portada a una niña rubia jugando mamaleche al filo de un precipicio a punto de caer al vacío por la misma continuidad que le corresponde al juego. El escalofrío que sentí ante la imagen se me tatuó en la espalda y lo recuerdo cada vez que reflexiono por qué me impactó tanto aquel dibujo -además de ser obra de Todd Mcarlane, detalle que obviamente yo todavía no consideraba-. Pensé en aquello que estaba tratando de decirme Korn con dicha imagen: El destino trágico de la infancia, la inocencia asesinada por su propia naturaleza de ingenuidad; la violación, el morbo, la condena, el suicidio individual y el suicidio colectivo. Si bien todas estas imágenes que me hicieron entender inmediatamente por qué mis padres y mis maestros les tenían tanto miedo a estas bandas, no conforman del todo lo que yo opino de la inocencia, pero sí supe que estos amigos del nombre sinsentido y de fotografía tan agresiva iban en serio con el trabajo que estaban realizando, y que realmente sabían cómo impactar y cómo romper las reglas de las casas más conservadoras y autoritarias. Días después, cuando me enteré que en Estados Unidos un jovencito fue expulsado de su escuela por llevar puesta una playera de Korn, ahí me convencí de que esta banda iba con todo y para mucho. Me atrevo a decir que hasta el día de hoy no han dejado de sorprenderme.


Hasta donde las baterías de mi cd-walkman me alcanzaban, escuchaba a Korn debajo de la cama o en el techo de la casa. ¿Quién hubiera pensado que justamente uno de aquellos compañeros que tacharon a esta banda de "abejitas pedorras" vendría con todo su orgullo a prestarme el álbum Issues original y todo? Una vez más, la portada del disco me causó una náusea deliciosa en la espina dorsal de mi cuerpo en desarrollo, y cuando vi las opciones de portada que se habían considerado para caratular a dicho disco, de nuevo, trasgredí la autoridad de mis padres pensando en que esta música, esta banda tan violenta y prohibida iba a enseñarme cosas de las que ellos nunca serían capaces y entonces supe que no podía dejarla pasar, ese negror que las cuerdas y las exclamaciones en la grabación invocaban en mis tiernos doce años de edad.

Ya después, y con la llegada del bendito internet a nuestro planeta, fui conociendo más y más a J. Davis y a su grupo. El arte conceptual del Life is Peachy me dejó helado, y la portada de su primer disco, Korn, ya me decía que la banda era demasiado. Me dediqué entonces a traducir algunas canciones (no es por mamar pero a mis trece años yo ya dominaba un excelente inglés). Make me Bad, Somebody Someone, Hey Daddy, Freak on a Leash y Shoots and Ladders comenzaron a recrearme pesadillas en las cuales, complacido, se me escapaba siempre una sonrisa entera. Cierto que en aquellos días el metal ya ofrecía opciones como Slipknot, Brujería, NOFX y otros, pero yo tenía una conexión muy propia con Korn que iba más allá de su ambientación agresiva y sus imágenes tétricas. No sería sino hasta el lanzamiento de Untouchables que entendería el por qué.

Conforme fui comparando los discos de Korn, noté que su música maduraba de disco en disco. En cada uno proponía, reinventaba, se atrevía y se desarrollaba a sí mismo. Noté que por ejemplo, Slipknot reciclaba sus discos viejos, valiéndose de aquella fórmula del 1995 que habían estado trabajando de toda la vida. Korn se atrevió a dar otra propuesta sin perder la cara que mostraba, y en cada disco siempre tuvo buen éxito (éxito hacia conmigo, no estoy hablando de sus ventas comerciales). Noté que Limp Bizkit ya era una banda hueca para cotorrear, para dar el rol, bailar como simio y para usar la palabra fuck hasta matarla. Korn por su parte manejaba una letra inteligente, profunda, doliente, y siempre bien modulada por las cuerdas explosivas de Johnattan. Pasajes como "angels stabbing me inside", "You want to see the light? So do I", "Everytime, goddamn, I look at my son I see something I can't be, beautiful and care free, that's how I used to be" y más, en conjunto a la algarabía y la voz desesperada pero audible que distingue a Johnattan Davis me hicieron sentir que estaba con una banda que iba creciendo a la par conmigo y que tenía mucho que enseñarme.

Saliendo ya de este tema tan propio, diré que los procesos por los que ha pasado Korn me parecen de lo más ejemplares. Hoy en día pocas bandas se dan a respetar realmente, pero Korn ha sido firme en su esencia y, dicho de ellos mismos, no les interesa hacer dinero, fama, o siquiera el metal. Ellos son músicos, y les interesa hacer música, como saben hacerlo, como se sienten cómodos y como sus propias experiencias así los han educado. Korn no tiene miedo de que la crítica y la gente en general lo tache de poperos, de gastados, o de ridículos. Korn es de las bandas más humanas que he conocido justamente porque nunca se están cuidando de pensar si esto suena muy pop o si deberían agregar más sangre y más mujeres desnudas para que vean que sí son de los malos malísimos malérrimos. Korn toca temas propios de la inquietud humana y sus desvaríos que pocas bandas que no salen de su postura de malos y sodomitas alcanzan a tocar siquiera.
Por dar algunos ejemplos, el video de Hold On pone en escena a los integrantes participando en un concurso de jaripeo. Y'all wanna a Single denuncia la destrucción de la industria musical por causa de las descargas por internet, mientras que Got the Life se mofa de los rockstars posers y plásticos. En Twister Transistor priorizan la amistad sobre la pretensión del género musical al invitar a hip-hoperos como Snoop Dog y X-Zibit a protagonizar el video. Falling Away from me y Freak on a Leash revelan explicitamente el maltrato infantil, mientras que en Here to Stay reconocen la infinita basura que se transmite por televisión. Podría continuar con este listado de temas que Korn abarca: sexo, religión, amor, soledad, odio, pero creo que he dejado en claro que si le pidiéramos por ejemplo a Inmortal que se dejara de hachas y fuegos pero que conserve su identidad como banda, no sabría qué hacer.

Admiro de Korn esa capacidad para proponer ideas y sonidos, y seguir siendo siempre Korn. Admiro la atención y el reconocimiento especial que le dan a sus fans al visitar hospitales, regalar boletos para los jóvenes del ejército, o abrir convocatorias públicas para que algún fan se encargue del arte conceptual de algún video o disco (sucedió con la portada del Issues y con el video de Right Now). Admiro que se rían en las entrevistas, se hagan bromas entre ellos, tomen los temas delicados con la madurez pertinente (como la salida de Head debido a encuentros espirituales que cada integrante de la banda le respetó ampliamente) y sepan responder a sus respectivas familias. Me pareció preciosamente irónico que cuando un reportero acusó a Korn de "lack of family values", la banda organizó un tour masivo llamado, justamente "Family Values" y así taparle enteramente la boca al quimosabi aquél. Eso es mostrarte como ser humano antes que como producto de ventas. Y eso hoy en día se ha perdido entre los grupos.

Desde luego, la imagen con la que se adorna Korn también me acomoda y también me identifico con ella. El pedestal único del micrófono que ostenta Davis es un monumento al erotismo cyber-punk, tema que me ha atraído desde hace un par de años. La experiencia de Davis como ayudante de forense se refleja en sus ideas, y yo he querido aplicar para un empleo parecido mucho antes de saber algo sobre este dato. Sus vestuarios simples, elegantes, austeros y discretos me sientan muy cómodo, y de su arte conceptual ya he comentado bastante. Hablando más de visuales, es interesante señalar que cada integrante tiene su propio estilo característico que define tanto al grupo como al individuo arriba del escenario: El bajista Fiedly (de raíces españolas por cierto) literalmente baila con su instrumento. Davis (de raíces escocesas) brama con el cuerpo, Silveira (de origen aleman y español) inyecta adrenalina desde el fondo con sus gestos, y Munky (mitad italiano y mitad mexicano) es un juguete disfrutando lo que hace ahí arriba.

Si bien Korn no es la banda más completa de este arte, ni tampoco es la más importante, sí es la que reúne todo lo que yo considero que soy y todo lo que estoy aspirando a llegar ser como persona. Gentil pero reacia. Inteligente pero divertida. Atrevida pero seria. Korn conforma, traduce y completa lo que yo entiendo de mí mismo desde los doce años y conforme su música "takes a part of me" ahí seguiré viviendo como ellos me han interpretado.




segunda-feira, 12 de julho de 2010

Cronológica historia de amor.

Nes era mi mejor amiga en todo el mundo. En ese tiempo yo no entendía lo que era el amor, ni mucho menos, pero seguro que era lo que sentía por ella. Debo confesar que no recuerdo cómo la conocí, o cuándo la vi por primera vez. Nes era de esas niñas que viven en tu colonia pero que nunca sabes en cuál casa exactamente. Nunca importó ese detalle con ella, estoy seguro que tampoco recuerda cómo nos conocimos, simplemente existíamos en nuestra forma simple y llana de ser infantes asexuales.
Recuerdo que me dolían las manos cuando la tomaba. Las suyas siempre fueron manos toscas y ásperas, demasiado agresivas para mis manos de niño pequeño, pero jamás la soltaba, nunca se lo reproché, y sobre todo, me encantaba. Me gustaba que fuera tan necia y tan difícil de tratar (supongo que debo agradecerle a ella mi paciencia con el SPM). Luego de haberme cambiado de casa, nunca volví a saber de ella.










Para mi época de primaria, el destino me bendeciría con una señorita todavía más ruda que Nes, pero eso era justamente lo que en mi infancia necesitaba. Súper fue la chica que me escuchaba cuando volvía a casa nervioso y enojado porque Saira no me hacía caso, y estuvo ahí escuchándome siempre, sin hacerme corajes. Eran tiempos en los que no me importaba si las chicas eran muy cuadradas o muy frías. Yo simplemente quería una para mí, y Súper fue la respuesta que obtuve.
Por supuesto siempre la tuve mimada. Le compraba accesorios y cosillas que me alcanzaban, como esa calcomanía de Jumanji que siempre se le vio muy bien. En general, Súper era fea, pero como dije, no me importaba. Cabe señalar que mis primeras travesuras con mis dedos las hice con ella, me gustaba pasarle los dedos en su centro y hundirlos en ella. Podíamos hacer eso todo el día, jugando. 
Me enamoré de ella cuando la vi en los pasillos del Pasito, y en ese instante supe que la necesitaba conmigo.
Luego de muchos años de relación, Súper entonces tuvo una tragedia terrible que me hizo perderla y de la que no quiero hablar ahora. Basta decir que fue algo que tiene que ver con cerrojos forzados, casas solas y falta de joyas en el peinador de mi madre.













Apareció entonces, en la cúspide de mi pubertad casi concretada, la chica más oscura, atrevida y liberal que haya conocido niño alguno. Su nombre era Sesenta, y era una lolita cínica y compartida que yo por supuesto adoraba.
Yo llegué un poco tarde a su vida. Cuando ya ella había estado con mis amigos, con los amigos de mis amigos, con mis primos y con los primos de mis primos. Todo el mundo conocía muy de fondo a Sesenta, menos yo, y eso me hacía sentir bajo. El libido, la negligencia, el sexo en tres dimensiones. Todo eso lo conocí con ella y con otros tres amigos más.
Sesenta iba y venía conmigo a comer en la casa de quien fuera. Nos encerrábamos en el cuarto y sus múltiples puertos cuadruplicaban la diversión y la perversión a niveles estratosféricos. Sesenta era estruendosa y obscenamente perfecta. Entendía que todo el mundo se acostaba con ella no porque fuera accesible o porque fuese la chica de moda de toda la secundaria, sino porque era simétricamente bella, explosiva, y siempre dando de qué hablar con esa enigmática N girando que seducía a cualquier niño secundario.
Fue culpa de Sesenta que entonces yo me dedicara a pedir más, y más, y más de las mujeres. Ya nada me saciaba, quería consumirlo todo, quería tener más, temblar más, coger más. Llegamos incluso a tener un hijo un pequeño Advance que perdimos al poco tiempo y del que tampoco quiero hablar al respecto. Hoy me pongo a pensar que quizá nunca debí haber abandonado a Sesenta por...










...Play. 
Oigan, yo era muy joven todavía ¿de acuerdo? Sé que nunca debí haberlo hecho. Play era inteligente, discreta y tenía una memoria impresionante. Ciertamente era mucho más fea que Sesenta, pero Play ofrecía opciones nuevas que mi gula mental ya me demandaba. Conocí a Play en la casa de mi primo donde nos presentaron, y empecé a tratarla, platicar con ella y me dejó vislumbrado. Play no solamente era inteligentísima, también era violenta. Le gustaba cargar un estuche con todos sus discos que podían pasar a ser desde demos, a juegos originales, piratas y hasta de música. Era increíble la versatilidad y las habilidades cognocitivas que esa chica pre-adolescente ostentaba. Con esta experiencia de intelectualidad distinta, supe que eso era lo que yo realmente quería.
Decía que lo había lamentado porque luego supe que Sesenta, después de esta 'traición' con Play quedó muy muy herida. Creo que hasta cambió sus ropas negras por colores más chillantes y psicodélicos. Me entristeció mucho eso, pero Play ya me había puesto de frente a un espejo y no había vuelta atrás.

















Cubo se apareció en mi vida como cualquier amiga sin malas intenciones. Era una chica japonesa que vino a instalarse en mi casa cuando yo ya había alcanzado cierta madurez como hombre. Aunque Play estuvo de acuerdo en que Cubo se quedara con nosotros, sé muy bien que se moría de celos. Ya no podía escondérmelos. Poco a poco, y con cortejos realmente inocentes, Cubo fue ganando mi confianza hasta que con el tiempo, toda mi atención y degustación era completamente de ella. Así, chingaquedito, expulsó a Play calladita calladita, con todo y su estuche de cosas.

Cubo era muy, muy paciente. Me mostraba el lado inocente y amable de la vida y hacía que las cosas pesadas y violentas no lo fueran tanto. Quizá no era más inteligente, ni más reveladora que aquélla que se fue por la puerta trasera. Lo cierto es que yo era el único hombre en su desamparada vida, y eso me hacía sentir extremadamente bien. 
Para ese entonces, mi desarrollo mental ya se satisfacía con otras cosas, y nunca le demandé a la desamparada Cubo más de lo que podía darme. Si bien no era del todo feliz, sí estaba muy cómodo con ella, hasta que llegó una fuerte crisis y ella tuvo que marcharse, justo cuando mi sensibilidad mental ya terminaba de definirse. Cubo se despidió de mí sin rencores, con un gesto agradecido de paz y sensatez que hacen que hoy la recuerde con gusto. Supe que vivía con una familia de cuatro hijos jóvenes, y que por lo pronto, está muy bien de salud.













Hoy puedo decir que estoy orgulloso de todos estos capítulos de mi vida amorosa. Me he casado con Lalap, que ha sido una verdadera bendición. Es considerada, inteligente, dedicada y va conmigo a todas partes. Me ayuda con mis tareas, duerme comodamente conmigo y hacemos un sinfin de cosas juntos, desde cantar, bailar y ver películas, hasta dormir, leer, trabajar y claro, coger. A Lalap no le falta nada, y a donde quiera que vamos la gente se sorprende de su alcance, su magnitud y su finura de ser como es. Tenemos un bebé llamado Satio y las cosas, los detalles y hasta los problemas se han resuelto de maravilla. Estoy contento realmente, y a todas estas chiquillas les debo el fuerte y gran compromiso que he concretado ahora. He probado y he sabido de antemano la decisión adecuada.

sexta-feira, 18 de junho de 2010

D.E.P. José Saramago

Fuente: el país.com




El escritor portugués y Premio Nobel José Saramago ha muerto en torno a la una menos cuarto de la tarde hora canaria (dos menos cuarto hora peninsular) a los 87 años en su residencia de la localidad de Tías (Lanzarote). El autor de La balsa de piedra fue poeta antes que novelista de éxito y antes que poeta, pobre. Unido el periodismo a esos otros tres factores (pobreza, poesía y novela) se entenderá la fusión entre preocupación social y exigencia estética que ha marcado la obra del único Premio Nobel de la lengua portuguesa hasta hoy. En 1998, el máximo galardón literario del planeta reconoció a un hijo de campesinos sin tierra que había nacido en 1922 en Azinhaga, Ribatejo, a 100 kilómetros de Lisboa. Tenía tres años cuando su familia emigró a la capital, donde las penurias rurales se tornaron en penurias de ciudad. Así, el futuro escritor se formó en la biblioteca pública de su barrio mientras trabajaba en un taller después de abandonar la escuela para ayudar a mantener una casa en la que ya faltaba su hermano Francisco, dos años mayor que él y muerto poco después del traslado.

Las pequeñas memorias (editadas en España por Alfaguara, como el resto de su obra desde que abandonara Seix Barral) es el título que Saramago puso al relato de una infancia que siempre tuvo un pie en la aldea de la que había emigrado. Su novelaLevantado del suelo (1980) cuenta las peripecias de varias generaciones de campesinos del Alentejo. No fue su primera novela pero sí la que supuso su primera consagración después de que Manual de pintura y caligrafía rompiera en 1977 un silencio de casi 30 años. Eran los que habían pasado desde la aparición de Tierra de pecado, su verdadero, aunque poco exitoso, estreno como novelista. En esas tres décadas Saramago había trabajado como administrativo, empleado de seguros y de una editorial; se había casado y divorciado de su primera esposa, publicado tres libros de poemas, ingresado en el Partido Comunista -clandestino durante la dictadura de Salazar- y, sobre todo, consagrado como periodista.


Levantado del suelo siguió Memorial del convento, en 1982, y dos años más tarde El año de la muerte de Ricardo Reis. Centrada en la figura del heterónimo de Fernando Pessoa, el gran poeta del Portugal moderno, la novela es un intenso retrato de Lisboa de la mano de un poeta imaginario que, igual que pasó nueve meses en el vientre materno, ha de pasar un tiempo equivalente desde la muerte del hombre que lo creó antes de desaparecer definitivamente. La fama internacional le vino a Saramago precisamente con esta novela escrita con una rara intensidad poética que había sabido asimilar todas las lecciones de la narrativa moderna. En una conferencia pronunciada por esos mismos años 80 solía recordar el consejo que él mismo solía dar a los lectores que decían no entender bien sus libros por las mezclas de voces y la ausencia de marcas convencionales en los diálogos: "Léalos en voz alta". Funcionaba.


En ese tiempo, la actividad de Saramago se vuelve frenética. Una laboriosidad que le ha acompañado hasta su muerte con la escritura incansable de novelas, diarios, obras de teatro y hasta un blog . Tras la fábula iberista La balsa de piedra (1986), en la que España y Portugal se desgajan literalmente del continente europeo y se lanzan a flotar sobre el Atlántico, llegaron Historia del cerco de Lisboa (1989) y El evangelio según Jesucristo (1991). Su visión heterodoxa del mesías cristiano levantó una polémica que arreció cuando el gobierno de su país se negó a presentar el libro al Premio Literario Europeo. Herido con aquel gesto, Saramago se instaló en Lanzarote con Pilar del Río, su segunda esposa y nueva traductora. La misma polémica de tintes religiosos se reprodujo en 2009 al hilo de la publicación de una novela considerada hiriente por la jerarquía católica lusa,Caín. Meses antes, el escritor se había visto envuelto en otro rifirrafe. Esta vez en Italia: su editorial de siempre, propiedad de Silvio Berlusconi, se negó a publicar El cuaderno, un libro basado en el blog del escritor, que no ahorraba en él críticas al primer ministro italiano.


La publicación en 1995 de Ensayo sobre la ceguera, el relato de una epidema que convierte en ciegos a los habitantes de una ciudad -Fernando Meirelles la llevó al cine en 2008 con Julianne Moore como protagonista- abrió una nueva etapa en la obra de José Saramago. Novelas como La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez o Las intermitencias de la muerte llevan al terreno narrativo reflexiones sobre el consumo, la sociedad de masas, el sistema democrático o la idea de la muerte. Muchas de ellas parecen nacidas de una pregunta: "¿qué pasaría si?" Si la gente votase masivamente en blanco en unas elecciones, si alguien decidiese vivir al margen de la economía capitalista, si se encontrasen dos hombres totalmente idénticos. Otra de esas preguntas era qué pasaría si la gente dejase de morir. José Saramago sabía que había cosas que sólo suceden en la imaginación crítica de un escritor de novelas.

segunda-feira, 14 de junho de 2010

y simãó...

Hoje não consigo dormir. Manhá tenho a minha primeira aula do portugués em um ano e me sinto um pouquinho impaciente. A aula é as dez horas e debo dormir agora, mas não sei por que não posso. Não durmi em trés días e agora não consigo fazer-o.

Ótimo, não é?

Eu bisbilhotei na casa e achei um velho cuadernho da minha irmá. É um cuaderninho muito bonito e deixou-me uma idéia maluca. Eu voy escerber nesse cuadernho as coisas que eu penso referente ao meu viajem ao Lisboa ou Brasil. Tudo em portugués, é claro. Será como um diário mas não do meu presente mas do meu futuro.

Infelizmente o cuaderno tem muitas notas da minha irmá da sua aula do contabilidade. Eu esstive perto tirar-las mas são muitas demáis. Isso é porque a minha irmá apenas fiz uso de um lado das folias. Então eu podería fazer uso do lado limpo das folias mas tería coisas de contabilidade no outro e eu não gosto disso mesmo. Mas não tem importáncia, eu gosto dele demais. Posso sobreviver.

Eu tentarei dormir de novo agora. Escreberei muito nesse cuaderno (também pra voltar á caneta e deixar um pouco o tecládo) ate que eu fosse ao Portugal, o muito depóis disso.

domingo, 6 de junho de 2010

Spike Jonze - I'm Here

Advertación: ¡Spoilers! Por favor remitase al cortometraje aquí referido antes de leer este artículo.






Algo que aplaudo mucho de los cortometrajes es su facilidad para convertir a la ficción en una realidad palpable y convencernos de ello.
He visto divertidas anécdotas que me hacen apostar a que sí pueden existir situaciones y mundos como ésos en la pantalla; más que nada por la belleza que tienden a escenificar, el mensaje tan humano con el que concluyen, y el ingenio para llevarlo a cabo me convencen de que estos sentimientos existen, y que pueden sucedernos nada más por que así suceden.

Éste es el caso de I'm Here. Una brevísima anécdota de algo imposible, pero humano, y por lo tanto, parte de nosotros.

I'm Here narra la historia de Sheldon, un robot tímido e introvertido en un mundo ubicado (pero no ambientado) en el futuro, donde los robots realizan las actividades más desagradables y fastidiosas para el hombre. No es ninguna sorpresa entonces que Sheldon encuentre su vida rutinaria vacía, monótona e insabora. Su rostro plastificado expresa angustia, depresión y cansancio, inclusive en su sonrisa, agria y efímera, en un gesto que encontramos también en el resto de los robots que aparecen en el filme.

Sheldon es entonces, al igual que sus semejantes, un robot solitario y sin esperanza: rutinario, destinado al simplismo, y silencioso con su incomodidad diaria, ¿cómo podría encontrar así a una figura femenina que le inyecte algún estado, alegre, espontáneo y anímico?

Sheldon casualmente conoce a una chica robot totalmente opuesta a él, quien decide no hundirse en la situación a la que los robots están confinados y atreverse a la vida. La chica se presenta ante el espectador como una robot despreocupada, que rompe las reglas, pero que no es de ninguna manera problemática o rebelde. "You can't drive a car!" le grita una anciana cuando la ve conduciendo un auto, a lo que la chica robot sonríe, se burla y sigue su camino. Me ha parecido interesante esta manera de Jonze para introducir al personaje en la vida de Sheldon. De inmediato sabemos que se trata de una chica excepcional, por encima del promedio de su raza, y que en su cabeza ella programa cosas mucho más creativas y sobresalientes que romper las reglas establecidas (cualidad que veríamos más adelante cuando ella logra construir a toda una familia de ratones usando sólo papel china).

La chica robot (cuyo nombre no se enuncia) encuentra a Sheldon falto de energía, taciturno y un poco acobardado. Esto lo vemos en la escena del auto (donde por cierto, aparece un humano bastante retrasado, como queriendo exhibir la real calidad humana) cuando la chica lo mira atento por el retrovisor, y más tarde, le da un pequeño tumbo muy cariñoso como diciendo -con ese lenguaje corporal tan propio de las mujeres- que está interesada en tratarlo y conocerlo. Salta a la vista entonces que si bien Sheldon no es un robot muy al estilo de ella, sí es lo bastante simpático, carismático y amistoso como para traerle la paz que ella, con su modalidad activa, también está buscando indirectamente.

La escena siguiente es de lo más emotivo. Sheldon comienza su trabajo de buen ánimo; amable, anímico, servicial, contento. Es evidente que conocer a alguien tan alegre y que además le devuelva la misma simpatía, reanima cualquier estado y hace lucir mejor al día, no importa cuán rutinario sea, la ilusión con alguien condimenta cualquier oficio y le agrega un sabor diferente a cualesquier actividades diarias.
Comienza entonces un idilio juguetón y colorido entre ellos, donde ambas partes están siempre sonriendo complacidas y cómodas. Sheldon encuentra en ella una luz al final del túnel, por su carácter tan vívido y positivo, mientras que ella parece encontrar en Sheldon una pasividad hermosa, un sosiego necesario y buscado desde hace tiempo, por lo que el equilibrio es instantáneo y la devoción a esta querencia de vida se vuelve indispensable.

Viene entonces en la película el momento de poner a prueba este cariño que se formó de forma tan natural entre ambos. Por la forma de pensar de Sheldon, su decisión de sacrificar su cuerpo a cambio de mantener la "humanidad" de ella parece ser parte de su propia naturaleza. Sheldon no duda ni un momento en entregarle un poco de lo que necesita para mantenerse estable y funcionando. Alarmado, Sheldon se mutila el brazo y se lo instala a ella que lo había perdido, en un acto que simboliza justamente esta ideología de conservar la totalidad de la pareja amada aun cuando esto signifique el sacrificio propio.

De aquí surge mi idea personal de que una buena manera de nutrir al amor es por medio del sacrificio. Las escenas que le siguen al accidente recuperan la felicidad y el sosiego que la pareja había mostrado antes del accidente, y el hecho de que Sheldon viva sin un brazo el resto de los días parece ser el menor de sus problemas. A él no le importa su brazo mientras ella continúe con las actividades y la sonrisa de siempre, detalle que lo satisface más que tener dos brazos completos y que pone en evidencia al amor sincero.

Poco a poco, esta devoción va consumiéndolo casi por completo, y Sheldon termina convertido en sólo una caja sonriente a manos de la mujer que ama, completa y agradecida. Ambos perfectamente satisfechos el uno con el otro, como si nada realmente malo hubiera pasado.

He narrado un poco la trama para explicar también por qué me ha parecido prudente usar robots como personajes y violar algunas reglas de la ciencia (que como dije antes, no vienen al caso cuando de cortometrajes se trata).
Sheldon y su pareja llevan al plano de lo factible lo que muchos hombres quisieran hacer, si pudieran, por sus respectivas parejas. Parece imposible que un humano enamorado reponga el brazo de su amada con uno suyo, pero así lo haría sin pensarlo. Es esa entrega y esas ganas por ayudar al otro lo que Sheldon representa en I'm Here a modo de lo que es: una tierna fantasía. Como espectadores aceptamos ese amor entre máquinas porque exhiben patrones muy humanos con los que de inmediato simpatizamos. Terminamos entonces convencidos de que se trata de una pareja con mucha mejor calidad humana de la que tienen muchos humanos que conocemos afuera: mucho más fríos y más monótonos que un robot mismo. Lo que Spike Jonze quiere decirnos con esta encantadora pareja es que hay actos que el ser humano desea hacer para demostrar amor y devoción a con otro humano, pero que por cuestiones superiores a él mismo no puede demostrar, aún cuando para él sean verdaderos. Esta triste barrera es superada en el filme y el resultado final es que presenciamos lo que todo ser humano quisiera hacer o recibir por su pareja, y eso lo hace bello.

Si bien I'm Here es de tono inocente, lúdico y nostálgico, la idea central es identificada por cada persona capaz de sentir un amor sincero, que supere las contrariedades de las reglas establecidas y al egoísmo sin provecho hasta lograr una felicidad inquebrantable. Considero que Sheldon y su chica encontraron una felicidad mucho más allá de las imposiciones preestablecidas y que ellos representan un sentimiento mucho muy humano que eclipsa al carácter de su artificio. ¿O qué hubiera pasado si ella obedeciera la orden de no conducir un auto? Cambio la pregunta: ¿qué cosa hubiéramos visto en la pantalla de haber exigido la norma de que los robots no tienen manera de enamorarse? No lo sé, pero seguro no habría sido la representación de un amor deleitante que muchos humanos ya quisiéramos tener en nuestra vida.

sábado, 29 de maio de 2010

Cristianismo:

La creencia de que algún judío zombie cósmico políglota puede hacerte vivir eternamente si te comes un ostión representando su carne y te comunicas telepáticamente con él para aceptarlo como el amo y señor de tu destino. Así él podrá retirar las fuerzas malignas que hay en tu alma venidas del hecho de que una mujer nacida de una costilla fue convencida por una víbora de comerse una manzana de un árbol mágico quién sabe dónde, y quién sabe cuándo.  

quarta-feira, 12 de maio de 2010

Un Acercamiento a La Melancólica Muerte del Chico Ostra

En 1997 Tim Burton escribió The Melancholy Death of Oyster Boy retomando la tradición de The Book of Nonsense de Edward Lear pero sólo para pervertirla a su propio estilo. Lo que en Lear son absurdos orígenes geográficos, en Burton son criaturas de una gestación contra natura.

En la escena introductoria de Batman Returns, Burton presenta al Pingüino como un monstruoso bebé cuya primera gracia fue matar al gato. Acto seguido, sus padres lo arrojan a las cloacas, con lo que podía conjeturarse que, de acuerdo a Burton, la monstruosidad era sólo un rasgo hereditario. El mismo esquema siguen sus historias rimadas en The Melancholy Death of Oyster Boy: en varios de los poemas, Burton describe con humor negro el disgusto de los padres ante un hijo amorfo, y con frío cinismo remedian la situación de la manera más irónica.


Los juegos de palabras son de una literalidad entre tierna y siniestra: Oyster Boy, en su cualidad de tener cabeza de ostra, es devorado por sus padres: “As he picked up his son // Sam dripped on his coat // With the shell on his lips, // Sam slipped down his throat” (p, 129). Match Girl enciende en llamas a su enamorado: “But could a flame ever burn // for a match and a stick? // it did quite literally; // he burned up pretty quick” (p, 125) y James, un niño que fue atacado por un oso grizzli, recibe de regalo un oso de peluche: “Unwisely, Santa offered a teddy bear to James, unaware that // he had been mauled by a grizzly earlier that year” (p, 132).


Además de las narraciones, y así como Lear, Burton se vale de las ilustraciones para equilibrar lo narrado por el poema y el eufemismo que el humor negro a su vez implica.


Con The Melancholy Death of Oyster Boy, Burton nos confirma un presentimiento sospechado ya desde sus primeras películas: su creatividad puede desplegarse en el plano del cine, del verso o del dibujo, y conserva siempre su sello único que lo define como el anfitrión de una extraña pero nada despreciable realidad modificada.
Este breve libro expone el ingenio de Burton para llevar a cabo, ahora en el discurso literario, su carnaval de personajes extraordinarios ya frecuentes en sus proyectos de cine. A su vez, y como ya se mencionó antes, el libro está apoyado por ilustraciones de técnica con acuarela hechas por el autor mismo y nutren de carisma y de espanto al personaje previamente descrito en los versos de cada apartado; este método, más que continuar la tradición de Lear, quizá se deba más a la resolución del autor para contrarrestar su inexperiencia en cuanto a poesía se refiere, o bien para dotar al libro de un ambiente aún más lúdico. Sea como sea, Burton termina exhibiendo personajes solitarios e impotentes que sufren las angustias, discriminaciones y tratos inhumanos que se dan como consecuencia de sus peculiares diferencias físicas. Robot Boy, por ejemplo, pasa de ser el ansiado hijo primogénito al bote de la basura de la casa: “And Robot Boy // grew to be a young man // Though he was often mistaken // for a garbage can” (p, 126). Mummy Boy es asesinado a palos tras ser confundido con una piñata: “Look, it’s a piñata // said one of the boys, // let’s crack it wide open // and get the candy and toys” (p, 134). Toxic Boy se asfixia cuando pretenden exponerlo al aire libre como a cualquier otro niño: “One day for fresh air // they put him in the garden. // His face went deathly pale // and his body began to harden” (p, 132), y Anchor Baby es un bebé que confina sus días al fondo del océano llevándose consigo a su propia madre “And she was alone // with her gray baby anchor // who got so oppressive // that it eventually sank her” (p, 137).


Habrá que señalar también que estas tragedias de carácter fantástico tienen un dejo de humor negro que minimiza o disimula el horror por el que pasan estos niños. La rima juguetona y los detalles simpáticos a los que Burton da prioridad por encima de la tragedia narrada (por ejemplo el hecho de que al irse al cielo, Toxic Boy deja un agujero en la capa de ozono, o que el verdadero problema de la niña con muchos ojos viene cuando llora), será lo que inscriba a The Melancholy Death of Oyster Boy en el acervo de la literatura infantil. Si bien la piedad que concluye en la mente del lector es apenas perceptible, la inocencia y la ingenuidad de los niños simpatizan con la lírica provista en el poemario y culmina en cada poema con una breve sonrisa que abandona en un segundo plano a la deformación y al infanticidio presentes en la obra.  


Con esto, Tim Burton vuelve a definir las características propias de sus personajes inadaptados y enigmáticos que le han otorgado el prestigio de ser una institución oscura y gótica entre varios círculos adolescentes. Pareciera que su éxito, más allá de su habilidad como director de cine y diseñador de vestuario y escenografía, se debe en gran medida a la variedad de sus personajes retorcidos pero amistosos. The Melancholy Death of Oyster Boy funciona para este efecto, como un álbum familiar que Burton pone a disposición con la intención de expandir su planeta de seres extraordinarios al terreno de las letras.


Las alteraciones físicas de los niños que aquí Burton introduce son extremas e improbables, quizá sea ésta la justificación inconsciente que tiene el lector para no censurar al libro de cruel y despiadado; dado pues que ningún niño realmente nacería con una cabeza de melón, o no esperaríamos saber de una niña que así como así se transformó en una cama; los poemas disfrazan este sinsentido con varios juegos de palabras y con un humor inocente que, vistos objetivamente, no dejan de envolver al niño en terribles experiencias desafortunadas sea o no sea imposible la mutación por la que son definidos como claves del absurdo. No obstante, lo que se termina por retratar, finalmente, son niños tímidos y de carácter autista, con una complexión pálida y agridulce muy similar a la del propio Burton o a la de cualquier otra persona.


Los niños representan aquí el desajuste social, la injusticia venida de un cuerpo desacomodo que orillan a los personajes a ser tristes y calamitosos en relación al mundo de iguales que habitan en el texto.  Inclusive en el último poema de apenas diez palabras, subyace un pensamiento o una insinuación de que estos niños sí podrían ingresar a las sociedades próximas a ellos, de no ser por la discriminación que les nace adjuntas a su deformación misma. Finalmente, el autor se muestra fiel a su universo de inventiva particular en la que se mezclan la crueldad, la ternura, lo macabro y lo poético. The Melancholy Death of Oyster Boy no es más que la versión literaria de lo que sus películas ya han venido trazando desde los sueños de Pee-Wee Herman hasta su adaptación umbrosa de Alicia en el País de las Maravillas.

sexta-feira, 16 de abril de 2010

Sobre la primera vez que vi a un perro muerto

Cuando tenía  yo unos 8 años encontré en el patio de mi casa a mi cachorro muerto. No recuerdo cómo se llamaba.

Lo lloré un poco, luego lo levanté y lloré más fuerte.

Entré a la casa con el cadáver en las manos para mostrárselo a mi mamá, llorando todavía.
Cuando mi madre lo vio, pegó un grito enorme, como si le hubiera yo mostrado una tarántula o un ciempiés viscoso retorciéndose. Fue tan sonoro su gritó que me dejó a mí callado; la señora dio brincos hacia atrás e hizo muecas extrañas.

Yo no pude más que echarme a carcajadas y olvidarme del animal muerto que traía entre las manos.

sexta-feira, 19 de março de 2010

El informe sobre ciegos.

O todo el mundo está loco
o Dios es sordo.
-Enrique Búnbury.

Siempre me preocupó el problema del mal, cuando desde chico me ponía al lado de un hormiguero armado de un martillo y empezaba a matar bichos sin ton ni son. El pánico se apoderaba de las sobrevivientes, que corrían en cualquier sentido. Luego echaba agua con la manguera; inundación. Ya me imaginaba las escenas dentro, las obras de emergencia, las corridas, las órdenes y contraórdenes para salvar depósitos de alimentos, huevos, seguridad de reinas, etcétera. Finalmente, con una pala removía todo, abría grandes boquetes, buscaba las cuevas y destruía frenéticamente: catástrofe general. Después me ponía a cavilar sobre el sentido general de la existencia, y a pensar sobre nuestras propias inundaciones y terremotos. Así fui elaborando una serie de teorías, pues la idea de que estuviéramos gobernados por un dios omnipotente, omnisciente y bondadoso me parecía tan contradictoria que ni siquiera creía que se pudiese tomar verdaderamente en serio.

Al llegar a la época de los asesinatos y cruentos del país, había elaborado ya las siguientes posibilidades:

Dios no existe.
Dios existe y es un canalla
Dios existe pero a veces duerme; sus pesadillas son nuestra existencia.
Dios existe pero tiene accesos de locura; esos accesos son nuestra existencia
Dios es todopoderoso pero no omnipresente. No puede estar en todas partes. A veces está ausente ¿en otros mundos quizá? ¿En otras cosas?
Dios es un pobre diablo, con un problema demasiado complicado para sus fuerzas. Lucha con la materia como un artista lucha con su obra. Algunas veces, en algún momento logra ser Goya, pero en general es un desastre.
Dios fue derrotado antes de la Historia por el Príncipe de las Tinieblas. Y derrotado, convertido en presunto diablo, es dos veces prestigiado, puesto que se le atribuye a él este universo calamitoso.