domingo, 26 de dezembro de 2021

Pokémon Go y la gamificación del senderismo

CELEBRANDO EL NIVEL 40 

Puedo remontarme muchísimos años atrás para explicar por qué me importa tanto esto. Nivel 40 es un logro difícil de conseguir, apenas hace unos meses era el nivel máximo posible y aunque ahora el camino a pedalear se ha expandido, y qué bueno, hoy celebro mi nivel 40 con un resumen que por la naturaleza de lo vivido (20 millones de exp) no será breve aunque así lo quiera.


Ser un maestro Pokémon muy diestro

Conocí Pokémon mucho antes de su llegada a Latinoamérica en 1998, antes de que se popularizara por televisión y desde luego, mucho antes de que los adultos se espantaran de miedo. En esos tiempos como otros contemporáneos consumía mucho Club Nintendo, Nintendomanía y posteriormente Cybernet. Pokémon nos llegaba a cuentagotas en forma de rumores, suposiciones, screenshots y nubarrones de información incompleta, como ver la corona espinada de Godzilla elevándose por el horizonte desde Japón. Me emocionaba la idea de coleccionar monstruos sean tiernos o poderosos, enfrentarlos y hacerlos parte de mi imaginativo precoz, un pasatiempo que sólo ejercíamos con tazos, monstruos Sonrics de bolsillo o hielocos. Era agradable coleccionar, intercambiar y admirar las colecciones de los otros. Me gustaba la idea de compartir un hobby inocente con otros.

Había un problema que lo frustraba todo: el juego sería exclusivo para Game Boy. Pocas cosas me han roto el corazón así. El Game Boy era una consola portátil más bien costosa, no sólo por el aparato en sí sino porque para funcionar, exigía el consumo de 4 baterías AA, suministro que para mí era imposible. Aun así pedí un GameBoy a mis padres quienes se negaron irreductiblemente. "Se pasa usted todo el día jugando a eso aquí en la casa y ahora también quiere jugar afuera? Está usted loco. No." Un no que fue como un portazo frente a la dulcería, un no que reverberó en mi cabeza como un "Éstos señores tampoco lo entienden." Me quedé exprimiendo hasta el cansancio noticias, fotos y revistas mensuales sin poder jugar en absoluto durante mucho tiempo.

Un par de años después, ya en secundaria, el taller de computación era un muelle pirata de mercado negro entre los que sabíamos buscar. Ahí escondíamos tesoros clandestinos imposibles de adquirir de otro modo, como discos de Black Metal, juegos flash violentos, música ilegal vía Napster, hentai y por supuesto emuladores. Recuerdo que esa palabra me daba una sensación de hackeo profesional o de videolúdica alternativa, ¿o sea que se puede jugar al Game Boy en la computadora? Sí, ¿Con el teclado? Que sí wey. Increíble. Sólo tenía minutos a la semana para jugar en aquellas obsoletas IBM Windows '95 antes de que el profesor nos emboscara. En esos minutos apreciaba a cada Pidgey, cada sonido monoaural y cada pasito que daba el personaje.

Entonces vino mi gran oportunidad con el anuncio de Pokémon Stadium para el N64. Y yo tenía un N64. Pokémon Stadium prometía, óigalo bien, ver a tus Pokemones animados en 3D, de tu colección a tu pantalla, los podrías ver en todo su esplendor batendo las alas, lanzando fuego, rocas, hielo, por Dios hasta parpadeando. Qué maravilla ver a Blastoise mover sus cañones y disparar un chorrazo de agua letal frente a tus ojos contra un Venusaur agitando su flor dorsal, o admirar la altura rascaciélica de un Onix. Era la real shit.

Lamentablemente, Pokémon Stadium requería que tuvieras tu propio cartucho de GameBoy para poder transferir tus criaturas de sprite en 8bits a su forma 64. Así que pronto me hice de un cartucho version Roja de Pokémon obtenido en las fantásticas llanuras del Pasito 1 sin haber tenido que comprar un Game Boy, burlando con eficacia el preventivo de mis padres.

Pokémon representa pues un triunfo personal desde mis tiernas pubertades, cuando Gus Rodríguez vivía y Alexandra Vicencio me enamoraba. Así pasé mis tardes entrenando y admirando el esplendor de mi equipo, reuniendo como premios a los 3 iniciales, pokemones exclusivos de la versión azul y las codiciadas eevoluciones.

Aquí vino otro revés. Para completar la Pokédex (para poder atraparlos a todos) habían dos o tres pokemones que solo alcanzaban su forma evolucionada al intercambiarlos con otro jugador. Graveler, Machoke y Kadabra fueron para siempre Graveler, Machoke y Kadabra. No sé cuántas veces habré escroleado mi colección desde el #001 hasta el #151, porque inclusive tenía al imposible pokemón #151, y detenerme con melancolía en esos grotescos e ineludibles huecos donde Golem, Machamp y Alakazam deberían aparecer.

Al final nunca pude completar la Pokédex porque alguien, a quien nombraremos simplemente como Ese-pinche-cabronazo-de-mierda-hijo-de-su-reputa-madre-la-concha-que-te-parió-weon-qliao-mmgvo, abrió el juego y borró mi partida en una masacre digital con la que le dio muerte a todos mis pokemones. Mi Raichu nivel 55, mi Articuno, mi Mewtwo, mi Flareon, mi Blastoise, todos ejecutados por un acto cruel sin permiso y que en su lugar dejaría una partida con 11 minutos de avance a nombre de un tal Kenny, con nada más que un miserable Bulbasaur nivel 6 en el inventario. 

No volví a tocar ningún juego de Pokémon hasta años después, ignorando las ediciones siguientes de Gold/Silver, Diamond/Platinum y no sé cuántas generaciones más. Acaso jugué TCG y Pokémon Colesseum que introduce el concepto de los pokemón oscuros; del ánime o de las películas ni hablamos, pues como Ash Ketchum, la animación se quedó congelada en una infancia moralista, con argumentos infantiles y batallas sin riesgo.

Sin embargo continué con mi gusto por Pokémon aunque ahora un poco más discreto. No fue sino hasta la presentación de Pokémon Go cuando me planteé volver a involucrarme del todo en su universo, con la promesa de que gracias a las tecnologías del 2015+, la fantasía de capturar e intercambiar pokemones por todo el mundo sería más tangible.

Doy todo este contexto previo para dejar ver el peso que tiene Pokémon en mi formación de gamer. De paso entender el impacto que tiene Pokémon Go en el mundo y en el entorno con lo que ahora sí, vamos a hablar de ello.



Go Catch, Go Trade, Go Play Together

Pokémon Go (abrev. PoGo) se trató de un fenómeno que impactó tanto a gente que no estaba tan metida con Pokémon, como los que eran entrenadores frustados de antaño, como yo. Se presentaba la opción de usar tu teléfono celular para andar por las calles atrapando, en tiempo real y ubicación física, versiones virtuales de los pokemones que estarían esparcidos por el mundo. El trailer mostraba a miles de personas conviviendo con pokemones salvajes a manera de realidad virtual, intercambiando en los parques usando solo el smartphone, apoderándose de gimnasios y uniendo fuerzas para derrotar a pokemones muy poderosos. La fecha de lanzamiento tentaba mediados del 2016, acompañado de una pulsera bluetooth llamada Go Plus con la que podrías capturar pokemones con solo pulsar un botón en la muñeca. YouTube explotó con especulaciones, hype y beta testings ante lo que como ocurrió 20 años atrás, sería un fenómeno mundial, esta vez sin la tontería del pánico religioso que no quiero abordar para no revelar demasiada estupidez humana. Pokémon Go sería entonces una expansión del mundo que seguía fuerte en sus versiones portátiles, y aunque mecánica y visualmente era más bien inferior a sus contrapartes de consola, el medio parecía ser lo suficiente atractivo como para emular la experiencia de salir a atrapar pokemones por todo el mundo, tal como nada menos que el primerísimo trailer del primerísimo Pokémon sugería desde 1996. 

Pokémon Go insistía en que salieras de tu casa, usaras tus piernas y conocieras tu entorno. Su objetivo desde el trailer de lanzamiento ya te invitaba a hidratarte, ponerte la mochila y salir a que te pegue el fresco. Go Catch, Go Trade, Go Play Together, te encomienda Niantic, equipo encargado de desarrollar el juego, para que vayas por ese Charizard shiny que está por ahí en algún parque, o te acerques a visitar monumentos locales de los que no sabías nada. Este ejercicio de salir a caminar y a recorrer la ciudad con tus amigos ha sido desde siempre la prioridad del juego.

Internet se llenó de screenshots, fanart, memes y referencias del juego e incluso antes de su lanzamiento, ya había gente haciéndose del .apk ilegalmente para poder jugarlo antes de poder jugarlo, acción a la que yo me abstuve sólo por respetar el proceso de algo que para mí era valioso. Pronto empezaron a brotar grupos de personas que se reunían para recorrer las calles y buscar juntos pikachus y squirtles, incluso había gente que se dedicaba específicamente a ser tu chofer personal para llevarte por tus capturas. Todos queríamos jugar Pokémon así. Fue lamentable que Satoru Iwata, cocreador del concepto, falleciera meses antes de ver el impacto que PoGo tendría en el mundo, pero su legado es evidente. 


En su primera presentación, PoGo era una versión lite de la línea principal del juego. De entrada sólo podías atrapar a cierto número de pokemones del primer juego, con la promesa de que en el transcurso de los años se irían revelando más criaturas. No había un sistema de combate, y los intercambios, parte esencial de la idea, aún no estaban listos. Esto desalentó a muchos jugadores primerizos que no fueron pacientes con Niantic; encima, la idea de salir de casa, aunque bien intencionada, era chocante para una generación sedentaria y socialmente incompetente. Aun así el proyecto continuó lanzando actualizaciones, eventos masivos y mejoras de rendimiento. A la fecha que escribo esto todavía faltan muchos pokemones por integrar conforme más juegos de Pokémon se van lanzando, y siempre en cada nota de parche, hay algo interesante que encontrar. Por ejemplo las ligas de combate, intercambios con recompensas extra, interacción con pokeparadas y otras adiciones con las que he visto a la gente regresar, o involucrarse más todavía, cosa que enriquece muchísimo la experiencia.

Yo lo he jugado desde el día uno que la aplicación llegó a los móviles de Latinoamérica. Esta vez mi expediente se guarda en la nube de la omniformación y no habrá sacerdote ni profesor ni Kenny que destruyan mi partida. Dicho esto, 1968 días después, celebro haber llegado al nivel 40 que hasta hace apenas un año era el nivel máximo posible. Hoy este máximo se ha incrementado a nivel 50 con nuevos retos pero yo voy a mi ritmo, con mis triunfos, mis carencias, y mis propias maneras de jugarlo.

Por ejemplo, tomé la decisión irrevocable de nunca ser un jugador fly. Esto es, engañar al gps del teléfono para hacerle creer al juego que estás en cualquier parte del mundo y así atrapar pokemones exclusivos, participar en una docena de incursiones a distancia o intercambiar pokemones desde el inodoro. Respetando a quien lo hace, a mí esto me parece deshonesto y por todas partes tramposo, aunque el método natural sea lento o muy complicado. Creo que el esfuerzo de salir a buscar es lo que le da valor a la colección y se disfruta mucho más hacerte de un pokémon rarísimo o agradecerle a un amigo que te traiga un pokemon de Francia, o ver por primera vez a un Tauros salvaje. Cada uno tiene sus prioridades desde luego, y no puedo yo decirle a nadie cómo jugar su PoGo así como nadie puede a mí decírmelo. Ciertamente me he quebrado la cabeza ordenando a mis pokemones según las ciudades donde los he ido atrapando, y como no salto de gimnasio en gimnasio no tengo a los más poderosos entre los más poderosos, en consecuencia soy más bien mediocre en los combates, pero disfruto muchísimo de todos estos retos, disfruto salir a caminar y andar en grupo, celebro cada intercambio, cada incursión, cada shiny, en fin, jugar al juego como Satoru lo había intencionado.

Pero entonces, cuando ya andaba por ahí en nivel 34, ocurrió algo inesperado en todo el mundo que no me lo van a creer. 

Surgió la pandemia y con ello, la intención de Satoru se vio menguada. No salir de casa contradecía directamente a la mecánica del juego y era muy frustrante no poder intercambiar con mis amigos o hacer incursiones al centro. Mi mochila se fue empolvando con pokemones para intercambiar que poco a poco me iban estorbando, mientras veía a los Lugias ir y venir por la ventana. Nada de comunity days, nada de monedas obtenidas por defender gimnasios, nada de reunirnos a combatir en catedral. Luego de un buen tiempo de no atrapar nada más que lo que saltara en mi cuarto, dejé de jugarlo casi por completo.

Sin duda esta misma experiencia tuvieron muchos entrenadores, porque cuando cambiamos a semáforo mandarina-mostaza-bermellón-magenta-carmesí, y a pesar de los esfuerzos y regalos de Niantic para mantener a los jugadores activos, ya casi nadie lo estaba jugando. No tenía mérito jugar desde casa y pronto se hicieron memes sobre dead game y obsolencia que pronto también me dejaría mermado. 



Casi un año más tarde retomé el juego, una mañana que por curiosidad abrí la aplicación y vi esas actualizaciones, eventos que me había perdido, Community days que me pasaron de noche. Pronto me pegó la nostalgia que he descrito antes. Vi que habían nuevas características, nuevos pokemones y que realmente no estaba tan lejos del nivel 40 como pensaba. Así que una vez más, me giré la gorra, saqué mi cubrebocas y me propuse a continuar lo emprendido 5 años atrás, cumpliéndolo el día 23 de diciembre del 2021.







¿Qué sigue para llegar al nivel 50? La inclusión de este level cap trajo un problemón con los caramelos XL, requeridos para que tu pokemón siga subiendo de nivel junto contigo. Honestamente dudo que pueda invertir caramelos XL en cada uno de ellos porque exigen mucho grindeo pero haré lo posible, checando listas de rankings y cuidando en quién los invierto. Muchos de mis pokémon élite no son prioridad para maxear y en muchos casos lo hice por atravancado, aunque no me arrepiento de ninguno.

De momento mis siguientes objetivos, además de seguir mejorando a mis pokemones es capturarlos por todas las ciudades posibles, con la idea de tener toda la pokedex armada con pokemones de diferentes ciudades cada uno. Ya he pensado en comprar un RV y rodar por México al menos, capturando todo lo que pueda hasta tener todos de diferentes ciudades. Espero poder hacerlo algún día.

quarta-feira, 14 de abril de 2021

Team Liquid: El caballo degollado


Cuando alguien te pregunta a qué equipo le vas, 
generalmente es para hacerse una idea de tu sufrimiento.


En una discusión íntima que involucra horas negras y bebidas amargas que saben a dulce, Jess me preguntó de dónde viene mi desbordada afición por Team Liquid, por qué alimento tanta pasión por este equipo o por el eSport en general. Una pregunta sincera que más bien preguntaba quién era yo en este embrollo platónico y por qué es tan importante para mí integrar tanto a este logotipo en mis redes y pláticas que en apariencia poco o nada tiene que ver con quien soy por más que me esfuerce en que así sea.

Villoro dice: "Es posible que el futbol represente la última frontera legítima de la intransigencia emocional; rebasarla significa traicionar la infancia, negar al niño que entendió que los héroes se visten de blanco o azulgrana". Me parece clave que Villoro en éste y otros pasajes de su tesis aluda tanto a la infancia y al recuerdo. El deporte puede herir nuestras raíces culturales al tiempo que incentiva los gritos más estridentes, mezcla de euforia, rabia y esperanza. El hincha, continúa Villoro, "puede pertenecer al género de los ardientes, los melancólicos, los cardiacos o los nostálgicos, pero ante todo y en forma sorprendente es alguien que se resigna".

El aficionado es alguien que se resigna, y puedo decir que a mi edad, la resignación es parte ya de mi persona. Durante muchos años fui nido de resignación yéndole a las Chivas, a Ravens, al Porto, equipos que pocos títulos me han mostrado, pero sí muchas emociones. Nótese que ninguno de estos equipos pertenece de alguna manera a mis orígenes o raíces familiares. Los chihuahuenses tenemos la desventura de no tener equipo en primera y sólo conocemos al futbol por televisión, y en un primer momento a Chivas le agradecí su filosofía de jugar sólo con mexicanos, agradecimiento que preservé para poder gritar ¡Vamos Chivas! y realmente sentir algo. Ravens, por ser de Baltimore, tuvo esa genialidad de reconocer a su oriundo Edgar Allan Poe, quien me incentivara a estudiar literatura y por tanto ponerme su playera es para mí una forma muy ingenua de hacerle honor al poeta, aunque no me imagino qué contestaría Allan Poe si le dijera que le voy a un equipo de futbol americano porque la botarga le hace homenaje a su poema, seguro se encogería de hombros y nada trascendería de ello, pero qué bonito es poder mencionar algo de literatura gótica en un deporte tan tosco como lo es ése. 

El Porto por otra parte es el eterno equipo segundón del que nadie espera nada, pero si gana tampoco se lleva los titulares, por ese lado se parece mucho a Team Liquid. Me gusta la adrenalina de saber que Porto puede o no puede ganarle a un equipo equis de la Champions, adrenalina que no siento tanto cuando veo jugar al Barcelona que también idolatro, pero cuyos goles se sienten más bien como un pronóstico reservado. Ahí no hay resignación alguna. Irle al Barcelona cuando juega contra el Levante o contra el Ferencváros es un poco canalla.

De modo que sí, me gusta sufrir los partidos que veo. Me gusta estar al borde del asiento cuando Xmithie amenaza con saltar a la fosa y robarse el barón, porque podría o no podría hacerlo. No lo sé, y si parpadeo me lo pierdo. Me gusta rezar por el reverse sweep obligatorio cuando Liquid va 2-0 y necesita ganar 3 partidos consecutivos. Me gusta también pensar que gracias a mis oraciones fue posible hacerlo en la final del Spring 2017 contra Cloud9. Me gusta, en conclusión, sentir que soy testigo y parte de un evento insólito, sensación que incluso en la derrota no amaina de ninguna manera. Yo estuve ahí.

Ese sentimiento de pertenencia fue el que recuerdo haber subrayado aquella noche para atender a la pregunta. Algo dije sobre mi resignación (ahí está esa palabra otra vez) de no haber podido ser jugador de videojuegos profesional porque mis padres, como millones otros, no creían que eso era algo más importante que un título universitario por el que nadie jamás me ha preguntado. Coraje de haber desperdiciado años de mi juventud entre tareas y exposiciones, cuando pude haber perfeccionado mis tiros de habilidad y rodearme de gente que afinara mi talento. Envuelto en una manta de Team Liquid, celebro y aplaudo lo que a estos muchachos sí les fue concedido como un niño sin piernas que ve un partido de futbol abrazado a una pelota.   

Mi afición por los eSports es entonces un acto de rebeldía contra la mutilación académica que cercenó mi posible futuro de estrella. Ahora soy testigo de jóvenes que llevan por mí el estandarte del triunfo sobre el conservadurismo educativo y deportivo, y ya no puedo aspirar a ser más; veo en ellos su propia rebeldía también. Cuando hay que defender al videojuego frente a periodistas que poco o nada saben de atletismo, que hay más agotamiento físico en League of Legends que en la Fórmula1, que estos muchachos fueron expulsados de sus casas y tuvieron que vivir en cibercafés para jugar sus partidas y ser descubiertos en los rangos más altos de la escalera. Si no puedo jugar, pienso entonces, apoyaré a quienes sí pudieron, y me veré reflejado en ellos.

Me permito en esta entrada hablar desde una óptica más sentimentaloide y reducida a la experiencia propia porque 1) nadie con pendientes y tareas se dará el tiempo de leer esto, y 2) creo que el gusto por algo, cualquier cosa, siempre incumbe al sentir personal e íntimo. Ya con el corazón abierto y el futuro ajado, puedo hablar de lo que significa para mí Team Liquid y su mar de fracasos, su logotipo de caballo degollado. Para ello relataré a manera de crónica la historia de Team Liquid y el lector me dirá si es o no una historia como para abrazarla.





2012-2014: La maldición

Team Curse es el huevito del que nacería Team Liquid, cuando los juegos se jugaban sin ton ni son allá por el 2012. Las únicas reglas eran las limitantes de los campeones en el juego. League of Legends todavía no se entendía a sí mismo y los jugadores podían optar por cualquier estrategia que les funcionara y no había problema, como un equipo de futbol poniendo a 10 monos en la línea ofensiva, o un beisbolista corriendo de espaldas. Había espacio para la creatividad y lo único que sacaba adelante a un equipo era su sinergia y su dedicación al entrenamiento. No habían coaches, no habían patrocinios, no habían deportistas de alto rendimiento, eras tú y tus amiguitos jugando muy bien contra otros morritos de Nueva York o Salamanca, daba igual desde dónde jugaras mientras pusieras tus escudos y curaciones a tiempo. En particular este equipo fue mejor que el promedio pero le costaba mucho estar entre los mejores. 

Acertadamente llamado Team Curse, su maldición radicaba en quedar siempre en el 4o lugar en cada torneo que competía, y este número lo acompañaría para siempre. Se le sumaban problemas de visado y disponibilidad de jugadores que tan temprano en la época se aventaran el leap of faith y apostaran por jugar al juego en épocas en la que el nerd, el freaky, el ñoño o el gamer era peor que ser emo. Curse dio pelea pero nunca consiguió nada, excepto ser absorbida en el 2014 por una compañía holandesa que ya tenía experiencia en los medios electrónicos, llamada Team Liquid.





2014-2015: El mesías líquido

Liquid respetó de Curse todo cuanto hubo salvo los colores de su playera y la casa en la que vivían. Su soporte, Steve Arhancet, dejó la grieta y se convirtió en el CEO dueño de la nueva marca, encargado de todos los temas que suceden dentro del equipo pero fuera del juego. Los jugadores con sus jerseys nuevos y un futuro más cómodo se reinstalaron en un departamento de Santa Mónica y ahí estuvieron Quas, IWillDominate, Voyboy, Cop y Xpecial los primeros dos años jugándose la vida contra otros equipos que como ellos empezaban a crear leyendas. En un movimiento tan taimado como sacar a la dama en tus primeras 6 jugadas de ajedrez, Liquid contrató los servicios del coreano Piglet, campeón del mundo en el 2013 y cuya comprensión del inglés era completamente nula. Piglet llegó a Estados Unidos en la primavera del 2015 con un ego desbordado pero incapaz de ser ejemplo para nadie, con su actitud retraída y su imposibilidad para comunicarse, poco a poco fue convirtiéndose en un peso muerto que había que respetar porque traía no sé cuántos galardones de la liga más competitiva del mundo. 

En general, los pro-gamers son adolescentes pubertos, pero Piglet rayaba en una actitud infantil y mimada, llorando por tener que levantarse de la cama y murmurando palabras sueltas que lo hacían ver como un sordo a las necesidades de sus compañeros. "Me, no leader, just player", "They no good, they bad", resumían sus respuestas cuando el equipo de coaches e inversores le pedían resultados. Piglet era de esos niños que te morías de ganas por darles un puñetazo en la cara, pero no podías hacerlo porque era el que traía el balón. A Piglet se le perdonaba todo porque era campeón del mundo y efectivamente era un excelente adc, pero lo condescendían mucho pretextando el choce cultural y su mamitis extrema propia de los más jóvenes. Así pues, el renovado Team Liquid desembolsaría más dineros para su siguiente temporada en una estrategia absolutamente opuesta.





2016: Dardoch contra el mundo

"Si no puedo depender de un jugador", parecía pensar la organización, "entonces dependeré de 10". En otro arranque de ideas, para la temporada 2016 Liquid se hizo de un roster de 10 jugadores para jugar un juego en el que sólo participan 5. Aunque todos tenían un rol específico a cumplir, el caos no tardó en eclipsar el objetivo con problemas de espacio en la gaming house y sobrecarga de trabajo para el coach. Steve, encargado de la marca, pensó que hacer algo novedoso sería suficiente para rendir frutos, y aunque la idea no está completamente errada, la infraestructura del equipo y del ecosistema de la liga no daba para tanto disparate. Poco a poco los mejores jugadores fueron ganándose el puesto titular y los demás tenían el encargo de mantener a flote al equipo de la academia, una subrama semi-pro donde juegan más bien las jóvenes promesas inexperimentadas contra otros bachilleres de los profesionales, similar a la segunda división o liga de ascenso.

Fue en esta temporada que Liquid adquiría a uno de los novatos más irreverentes y polémicos de la historia de League of Legends. Dardoch, un muchachito de 17 años que sacaron de quién sabe dónde, ingresaba al equipo como jungla suplente. Su habilidad era notable, incluso ese año ganó el premio al Novato del año, y de muchas maneras respetaba a su mentor en esa posición, el titular IWillDominate. Dom, como se le llama en breve, había estado con Team Liquid desde que era Team Curse, y su agotamiento empezaba a notarse aunque siempre dio frutos. En poco tiempo Dardoch demostró que era un heredero digno de tomar el puesto y pronto fue el jungla oficial del cuadro titular, dejando a Dominate encargado de junglear para el equipo Academy y poco después al retiro. Entre una centena de cambios y ajustes de jugadores, el cuadro titular terminó por definirse con Lourlo, Dardoch, Fenix, Piglet y Matt. 

Esta mezcla como de jugando a la química sólo trajo discusiones y deudas al equipo. Dardoch tenía constantes discusiones con el nuevo coach Locodoco, un hijo de coreanos por el que siento una gran admiración debido a su filosofía de trabajo en equipo, algo que Dardoch nunca respetó. Durante una excursión intensiva en Corea, Dardoch, Piglet y Locodoco tuvieron las discusiones más acaloradas e infantiles que se hayan visto en cualquier equipo, lo que en poco tiempo terminó por mermar también a Lourlo, Matt y Fénix; todo era discusión y enfrentamientos innecesarios entre compañeros. Dardoch no se arrepentía de llamar imbécil a Loco ni de tachar de estúpidas sus estrategias y retroalimentaciones, mientras que Locodoco no hacía nada por imponer su estilo y hacer valer su lugar como comandante del grupo, ante la boca cerrada de Piglet quien se negaba a comunicarse y la mirada agachada de los otros integrantes que veían su futuro caerse a pedazos a punta de lloriqueos y actitudes pasivagresivas.

Apenas el equipo volvió de Corea, tuvieron otra discusión absurda que no llegaba a nada frente al CEO Steve, quien reprendió a todo el mundo y tomó cartas en el asunto. Dardoch fue suspendido debido a subordinación y desacato de órdenes, en favor de un ambiente más saludable para todos, aunque Piglet seguía sin poner de su parte. Otro problema que es la definición de la ironía es que con el retiro de IWillDominate, Liquid ya no tendría jugadores suficientes para cubrir los 5 puestos titulares. A falta de un jungla, el equipo llamó a Moon, un jovencito del que poco o nada se sabía. Añadido a esto, Piglet fue enviado a jugar para el equipo Academy y en su lugar, Fabby sería el adc titular. Nada de esto daba resultados. Incluso intentaron jugar con Arcsecond, un completo extraño sin equipo, famoso por ser de los mejores midlaners de América, pero obligado a jugar en la posición de jungla, y además integraron a un tal Jynthe para la posición del adc, tras el pobre desempeño de Fabby. Arcsecond pasó sin pena ni gloria, y tuve que googlear a Jynthe para acordarme de quién era. Este desfile de niños inexperimentados, de mucho corazón pero pocas manos, puso a Team Liquid en la primer etapa más funesta de su historia. Al final, Team Liquid, con el coraje en el rostro, tuvo que levantarle el castigo a Dardoch para volverlo a poner en el cuadro titular y ver si después del escarmiento se echaba al equipo al hombro. Con Dardoch negándole la palabra al coach Loco, el equipo apenas llegó al 5o lugar.





2017: El truco de magia

La segunda etapa más siniestra vendría dos temporadas después, en el verano del 2017 cuando el equipo tenía más o menos equilibrio pero no victorias. Dardoch sería vendido al recién formado Echo Fox, y en su lugar, Reignover ocuparía la posición de jungla. Reignover era un muchacho mucho más maduro y experimentado, de buena comunicación, por lo que su contratación tenía mucho más sentido. El coreano Fenix le daría su puesto a la joven promesa Academy GoldenGlue, mientras que Locodoco dejaría el banquillo para hacerle espacio a otro coreano llamado Cain. Este ajuste parecía resetear la mentalidad del equipo pero estaban lejos de ser competentes. Tan lejos que terminaron en el último lugar de la tabla, forzándolos a jugarse la categoría contra los equipos que venían de la liga de ascenso.

Un último llamado de atención. Liquid tendría que medirse contra EUnited y Gold Coin, los ganadores del torneo Academy; de perder contra la naciente camada de jóvenes retadores, Liquid quedaría fuera de la LCS y toda su inversión, patrocinios, contratos, mercancía, les serían arrebatadas. 

En otro acto desesesperado, moribundo como caballo sin pata, Liquid extrajo del retiro a una súperestrella del torneo local. Doublelift.

Desde el 2012 Doublelift trascendía en el juego y destacaba por mucho. Era famoso por su personalidad serena pero provocativa y por supuesto su habilidad insuperable como adc. Sería necesario hacer otra entrada acerca de su carrera como profesional, tan interesante y tan venida desde abajo como la misma historia de Liquid que aquí se relata. Meses antes de su fichaje con TL en el 2017, Doublelift había anunciado su retiro para dedicarse sólo a stremear, abandonando al equipo con el que más brilló: el odiado archirival TSM. Nunca se publicaron cifras pero es evidente que Steve le pagó a Doublelift muchísimo dinero para sacarlo del retiro y jugara para un equipo medianón como lo era Team Liquid al menos hasta que terminara la temporada. El grito de auxilio era evidente, Steve le rogaba al mejor adc de Norteamérica, chequera en mano, que salvara de la eliminación a su desastre de equipo. Como típica historia noir del héroe retirado, Doublelift se rasuró, se puso la chaqueta y acudió al llamado.

Pero, ¿y qué hacemos con Piglet? Su contrato aún no expiraba (porque no ibas a traerte desde Corea a un campeón del mundo sólo para contratarlo por 1 año), y su precio era demasiado alto como para no explotarlo. Piglet entonces fue movido a la línea de mid, cuyas funciones en apariencia son similares al adc, salvo los campeones que se juegan, tu alcance dentro del mapa y el hecho de que es una línea que mayormente se juega 1v1, a diferencia de la posición de adc que en general va acompañada de un jugador de soporte. Con Piglet reubicado en la línea central y un Doublelift con un mamut transgénico en la espalda, Team Liquid se jugaría la permanencía contra Gold Coin, en una última patada de ahogado.

Gold Coin era un equipo nuevo, pero sus jugadores eran sumamente experimentados, entre ellos su excompañero de la línea central Fenix defendería ahora el lado contrario del mapa, mientras que su ex-coach Locodoco los dirigía. Sumado a ellos, Madlife, otra superestrella coreana, también buscaría la eliminación total de Team Liquid. El resultado final fue un alarmante 2-3 en favor de Liquid, es decir, una derrota más y todo se habría perdido.

Liquid se había salvado. Doublelift cumplió su trato y regresó a la cama, pero algo en él volvió a retumbar tras sentir la presión y la energía del torneo. Estar en la liga era algo que extrañaba, una parte de él que lo ayuda a entender su vida. En un acto sorpresa, luego de tantas notas de agradecimiento y video homenajes de fans y periódicos, Doublelift regresó con su amado TSM, pero  una temporada más tarde, TSM lo reemplazó con el europeo Zven, dejándolo fuera del equipo con las maletas recién abiertas en la mano. Buscando su vendetta personal, en el verano del 2018, Doublelift volvería a las filas de Team Liquid ante la mirada incrédula de los fans.

Agradecido con el de arriba, Steve rodeó a Doublelift con los mejores jugadores que pudo encontrar. Esta vez basado más en experiencia que en talento. En la línea superior Lourlo sería reemplazado por Impact, un veterano excompañero de Piglet y también campeón del mundo 2013, pero con un inglés más comunicativo y una actitud mucho más útil. Xmithie y Pobelter, ambos muy experimentados quienes además ya habían jugado con la superestrella en los mejores tiempos de CLG, y Olleh, una joven promesa dispuesto a escuchar cada vocal y consonante que el adc diga. Este equipo estaba diseñado específicamente para explotar las habilidades comprobadas de Doublelift y por fin, por fin, algo en Team Liquid salió bien.





2018-2019: La solidez de Liquid

Fiel a sus tradiciones, el ascenso de Liquid con Doublelift comenzaría con una tragedia. En abril del 2018, sus padres habían sido atacados con un cuchillo por nadie menos que Yihong Peng, su hermano mayor. La madre murió en el ataque y su padre quedó herido de gravedad en el hospital. Aunque era cierto que su madre nunca apoyó la carrera de Doublelift, toda la comunidad estuvo con él, y dejaron atrás cualqueir recelo o desagrado que se le tuviera. Steve mismo habló con él y le dijo que si necesitaba un descanso y no jugar, era totalmente comprensible, a lo que Doublelift contestó ¿por qué no iba a querer jugar? Doublelift estaba convencido de que su lugar era el escenario y que era ahí, en la competencia, donde podría encontrar la paz y seguir adelante. En efecto, así fue.  

Este cuadro ganaría dos ligas consecutivamente: primavera y verano del 2018, convirtiéndose así en el 4o equipo en ganar el trofeo. Inclusive en sus mejores logros, la maldición del 4o lugar nunca se iría. Para las temporadas del 2019, Pobelter saldría del equipo y en su lugar entraría un jugador insignia de Cloud9, el danés Jensen, mucho más joven que Pobelter pero discutiblemente más habilidoso. Olleh, quien había hecho un excelente trabajo como soporte, también sería desocupado y su lugar lo tomaría otro campeón coreano, CoreJJ, siendo el tercer campeón del mundo en jugar para Team Liquid. CoreJJ y Doublelift hicieron una buena amistad rápidamente, creando contenido en dúo para Twitch y Youtube, y convirtiéndose en la línea de bot más temida del año. Team Liquid volvió a ganar ambas temporadas del 2019, acumulando así 4 trofeos consecutivos y, en viva voz del capitán Flowers, el mejor equipo que Norteamérica haya producido jamás.

Tanto el equipo 2018 como el 2019 participaron en certámenes mundiales, específicamente MSI 2018 y Worlds 2018, y MSI 2019 y Worlds 2019 respectivamente. MSI es una especie de mundial chiquito, donde lograron el 2o lugar sólo por debajo del imbatible G2 de Europa. Su participación en el mundial, por otra parte, fue mucho más parca y olvidable. Sin embargo, Liquid tuvo un ascenso innegable desde la llegada de Doublelift y la purga de sus elementos más tóxicos, integrando de forma más inteligente a jugadores que tuvieran sinergia y comprensión del trabajo en equipo. Sus éxitos radicaron más por la capacidad de adaptación que por sus habilidades individuales, algo que muchas veces pasa inadvertido en un ambiente tan nuevo y dependiente de las juventudes como lo es el eSport profesional. Liquid supo incorporar habilidad con experiencia, poniendo en el banquillo a un hombre estricto y directo, y entre los jugadores un ambiente de compañerismo y comunicación, donde nadie se sentía la super estrella, ni siquiera Doublelift que en poco tiempo aprendió a mostrar humildad y respeto ante coelgas y rivales para ganar torneos y evidenciar su legado.





2020-2021: Let's go Liquid!

League of Legends evoluciona rápidamente y así lo hacen también sus equipos profesionales. Para la temporada 2020, Liquid aperturaría su centro de entrenamiento especializado en alianza con Alienware, dejando atrás el anticuado concepto de la Gaming House donde jugadores vivían y entrenaban juntos. Este paso adelante sanó mucho la calidad mental y psicológica de los jugadores, quienes ya podían separar su vida privada de su trabajo como jugadores profesionales. Se le concedió al equipo un experto analista conocedor de la liga como coach para darle versatilidad a los picks con análisis precisos y condiciones de victoria, conocido como Jatt; bajo su mando, Broxah vendría desde uno de los mejores equipos de Europa a refrescar la jungla, mientras que Impact no renovaría contrato, pero en su lugar, otro europeo, Alphari, demostraría ser el mejor en esa posición. Broxah tiene grandes logros bajo el brazo pero en Liquid no terminó de cuajar completamente, por lo que pronto fue retirado sin faramallas. En este punto, Doublelift se retiró del equipo para dedicarse a crear contenido por su cuenta, siendo comprendido y aplaudido por todos como el mejor jugador que NA ha tenido jamás. Los zapatos a llenar eran grandes, y Liquid respondió con un novato en el puesto; Tactical recibía la responsabildiad de cumplir las expectativas que el espacio exigía, y aunque no era tan efectivo como su predecesor, Tactical y CoreJJ volvieron a mostrar una dupla sumamente efectiva.

Con Santorin en la jungla, otro viejo conocido quien tuvo una excelente temporada, TL llegó a la final contra Cloud9 en la primavera del 2021, juego en el que no podría participar debido a una severa enfermedad de migraña. El suplente, Armao, daría todo lo que tiene para este encuentro tan importante, pero no sería suficiente para conseguir el 5o título del equipo. Aún así, esa final terminó en un cerrado 2-3, y en ella Team Liquid demostraría lo que una buena actitud y una perseverancia bien dirigida pueden conseguir.

Liquid vino desde abajo, tuvo momentos autodestructivos y severas repercusiones de ideas que parecían buenas pero que en definitiva la organización no estaba lista para enfrentar las contraproducciones. Aun así, Steve conservó el temple y con la cabeza fría corrigió errores, habló con las personas adecuadas y se convirtió en el tetracampeón que puede aspirar a más. Aunque el desempeño de Liquid en certámenes mundiales no ha sido satisfactorio, es evidente el desarrollo que ha tenido y su evolución va de la mano con la evolución misma de League of Legends como deporte. Es un ejemplo de sobrevivencia y corrección de errores, donde cientos de equipos han desfilado y han desaparecido, con promesas destruidas y carreras truncadas. Es un ambiente cruel, pero Team Liquid, dejando atrás sus maldiciones, ha sabido adaptarse, más o menos como el agua.

Por eso le voy a Team Liquid.

#TLWIN