Guión Literario
EL CUARTO SOLO
Mariana abre los ojos. Se observa el tobillo, el grillete sigue ahí, mallugándole la pierna ya raspada y sucia, una pierna que ha aprendido a tolerar al fierro por no tener alternativa.
Sus ropas otrora blancas, hoy están tan sucias como las paredes del cuarto donde se encuentra. Sólo la mugre y el lodo se distinguen bajo la pobre iluminación que tiene el lugar por encontrarse viejo y descuidado. Ya en estos tiempos no existen cuartos de adobe como el de Mariana, ni tampoco sonidos que le recuerden a ella la voz de su voluntad y existencia.
La ventana enrejada es la única luz que la saluda por las mañanas. Luz que vislumbra la cama individual de aluminio donde ella descansa y cuyas manchas han llenado de impurezas el cuerpo de Mariana, apenas protegido por los harapos que la envuelven.
Mariana es sorda.
Su mundo de foto está en el otro lado de la reja. La palabra vida está frente a ella cada vez que se asoma por la ventana y observa a mediodía los colores sembrados en el parque contiguo. No hay nadie que la vea, nadie que le anuncie la llegada de nuevas personas, excepto sus ojos que se distraen al ver a un hombre dirigirse hacia la entrada de su casa.
Este hombre, corpulento y misterioso, lleva de la mano a un niño que tendrá tal vez 6 años. El niño la observa a ella en su ventana. Aquellas dos figuras del exterior se han detenido a media banqueta cerca de la ventana para otros invisible. El padre del niño extrae entonces un celular y hace una llamada, mientras que su niño, sin soltar al padre, observa fijamente a los ojos de Mariana tan detrás de aquella reja y tan dentro de la propia oscuridad constante. La esperanza de Mariana es tan delgada como la luz que ingresa por aquel agujero abarrotado, sin embargo, hacer contacto visual con el niño la intensifica un poco más.
El hombre guarda el aparato, hace una indicación al muchacho, y se aparta de él. Obediente, el niño permanece inmóvil y el señor se aleja. El único entretenimiento para él son los ojos de Mariana, quien permanece curiosa colgada de los barrotes de su ventana.
Algunos instantes después, la puerta de Mariana se abre. Se distinguen las siluetas de dos hombres. Uno de ellos le da el paso al segundo, quien ingresa despacio a la habitación; su complexión es grande, bien formado. Un hombre imponente, reacio y cuyos ojos imponente s cubiertos de sombra brillan por su lujuria y hambre de consumir sin calma a cualquier persona desnuda.
Se trata del padre del muchacho.
Mariana, advirtiendo la crueldad que se avecina, comienza a golpear inútilmente los barrotes, le grita al niño de la banqueta quien no puede más que observar el rostro de pánico de Mariana como si estuviese viendo un programa de televisión. El rostro del muchacho es tímido, el de Mariana se encuentra en espanto, y el hombre intruso no puede esperar para llevarse a Mariana a la cama.
Repentinamente, la boca de Mariana es silenciada por una mano tres veces mayor que ella. Mariana cae a la cama, con los ojos sorprendidos y el sonido abandonado. El hombre forcejea con una muchacha débil, apenas atrofiada y cuyo cuerpo sirve para llenar de lujos al resto de la casa, resto que ella no ha visto nunca jamás.
La lengua de él retira toda la mugre de sus mejillas, mientras que sus brazos, gruesos y dominantes, la toman a ella de las muñecas y arrancan la vieja tela que apenas estorba.
Mariana es violada, una y otra vez, por aquella bestia insaciada y por aquella situación en la que ha nacido. Resiste, resiste todo lo que pueden sus vísceras hasta que el monstruo de las sombras suspende su violento vaivén y se abraza fuerte, muy fuerte, contra el pecho de la niña.
Al final, la bestia se esconde, y el hombre que una vez articuló palabras frente a la puerta, regresa a la normalidad. Bañado en sudor se incorpora frente a la damita, se limpia un poco el rostro, y aturdido sale del cuarto. Mariana respira, respira aceleradamente, y trata de enmendar la bata grisásea que le fue arrebatada.
Con la menor de las fuerzas, sale del colchón y se arrastra por el piso; probablemente esté herida. Alcanza con esfuerzo a tomar los altivos barrotes en la ventana, y observa al niño que no ha dado ni un paso.
Al poco tiempo reaparece el hombre. Llega hasta el niño limpiándose el sudor en la frente con la manga de su traje. Sin dirigirle ningún gesto, vuelve a tomarlo de la mano y comienzan a avanzar sobre la banqueta, de vuelta por donde llegaron.
Mariana los observa con los pocos ojos que le quedan; su respiración es más tranquila pero sus ojos están ahogados en lágrimas.
El niño, ya de espaldas y caminando al lado de su padre, voltea para ver a Mariana una última vez. Se despide de ella alzando y agitando la mano, con una sonrisa inocente, como si se encontrase feliz y esperanzado en poder verla también mañana.
Sus ropas otrora blancas, hoy están tan sucias como las paredes del cuarto donde se encuentra. Sólo la mugre y el lodo se distinguen bajo la pobre iluminación que tiene el lugar por encontrarse viejo y descuidado. Ya en estos tiempos no existen cuartos de adobe como el de Mariana, ni tampoco sonidos que le recuerden a ella la voz de su voluntad y existencia.
La ventana enrejada es la única luz que la saluda por las mañanas. Luz que vislumbra la cama individual de aluminio donde ella descansa y cuyas manchas han llenado de impurezas el cuerpo de Mariana, apenas protegido por los harapos que la envuelven.
Mariana es sorda.
Su mundo de foto está en el otro lado de la reja. La palabra vida está frente a ella cada vez que se asoma por la ventana y observa a mediodía los colores sembrados en el parque contiguo. No hay nadie que la vea, nadie que le anuncie la llegada de nuevas personas, excepto sus ojos que se distraen al ver a un hombre dirigirse hacia la entrada de su casa.
Este hombre, corpulento y misterioso, lleva de la mano a un niño que tendrá tal vez 6 años. El niño la observa a ella en su ventana. Aquellas dos figuras del exterior se han detenido a media banqueta cerca de la ventana para otros invisible. El padre del niño extrae entonces un celular y hace una llamada, mientras que su niño, sin soltar al padre, observa fijamente a los ojos de Mariana tan detrás de aquella reja y tan dentro de la propia oscuridad constante. La esperanza de Mariana es tan delgada como la luz que ingresa por aquel agujero abarrotado, sin embargo, hacer contacto visual con el niño la intensifica un poco más.
El hombre guarda el aparato, hace una indicación al muchacho, y se aparta de él. Obediente, el niño permanece inmóvil y el señor se aleja. El único entretenimiento para él son los ojos de Mariana, quien permanece curiosa colgada de los barrotes de su ventana.
Algunos instantes después, la puerta de Mariana se abre. Se distinguen las siluetas de dos hombres. Uno de ellos le da el paso al segundo, quien ingresa despacio a la habitación; su complexión es grande, bien formado. Un hombre imponente, reacio y cuyos ojos imponente s cubiertos de sombra brillan por su lujuria y hambre de consumir sin calma a cualquier persona desnuda.
Se trata del padre del muchacho.
Mariana, advirtiendo la crueldad que se avecina, comienza a golpear inútilmente los barrotes, le grita al niño de la banqueta quien no puede más que observar el rostro de pánico de Mariana como si estuviese viendo un programa de televisión. El rostro del muchacho es tímido, el de Mariana se encuentra en espanto, y el hombre intruso no puede esperar para llevarse a Mariana a la cama.
Repentinamente, la boca de Mariana es silenciada por una mano tres veces mayor que ella. Mariana cae a la cama, con los ojos sorprendidos y el sonido abandonado. El hombre forcejea con una muchacha débil, apenas atrofiada y cuyo cuerpo sirve para llenar de lujos al resto de la casa, resto que ella no ha visto nunca jamás.
La lengua de él retira toda la mugre de sus mejillas, mientras que sus brazos, gruesos y dominantes, la toman a ella de las muñecas y arrancan la vieja tela que apenas estorba.
Mariana es violada, una y otra vez, por aquella bestia insaciada y por aquella situación en la que ha nacido. Resiste, resiste todo lo que pueden sus vísceras hasta que el monstruo de las sombras suspende su violento vaivén y se abraza fuerte, muy fuerte, contra el pecho de la niña.
Al final, la bestia se esconde, y el hombre que una vez articuló palabras frente a la puerta, regresa a la normalidad. Bañado en sudor se incorpora frente a la damita, se limpia un poco el rostro, y aturdido sale del cuarto. Mariana respira, respira aceleradamente, y trata de enmendar la bata grisásea que le fue arrebatada.
Con la menor de las fuerzas, sale del colchón y se arrastra por el piso; probablemente esté herida. Alcanza con esfuerzo a tomar los altivos barrotes en la ventana, y observa al niño que no ha dado ni un paso.
Al poco tiempo reaparece el hombre. Llega hasta el niño limpiándose el sudor en la frente con la manga de su traje. Sin dirigirle ningún gesto, vuelve a tomarlo de la mano y comienzan a avanzar sobre la banqueta, de vuelta por donde llegaron.
Mariana los observa con los pocos ojos que le quedan; su respiración es más tranquila pero sus ojos están ahogados en lágrimas.
El niño, ya de espaldas y caminando al lado de su padre, voltea para ver a Mariana una última vez. Se despide de ella alzando y agitando la mano, con una sonrisa inocente, como si se encontrase feliz y esperanzado en poder verla también mañana.
9 comentários:
Tan interesante como cruel...
-eso quiere decir que estuvo MUY interesate-
cuidese, joven.
WOAH.
Hace poco, recurrentemente tenía un sueño. La mayoría de las veces era el mismo, aunque con ligeras variaciones.
Y ese sueño recurrente se parecía enormemente al suyo, válgame, hasta me asusté pero con ese susto del bueno.
Sólo que Mariana no se llamaba Mariana y no era sorda. Hubiera sido más fácil si en mi sueño lo fuera. Pero entonces no sería mi sueño.
Muy bueno su guión, la forma en la que expresó todo con lujo de detalles y los contrastes utilizados.
(Ja! ya hasta me siento juez de la real academia de la lengua).
Cuídese, y saludos.
Como que no me gusta el nombre de Mariana para un cortometraje mudo je..
Pero le queda re bien.. su usted es bueno para eso de la descripción.
Hola Samy muebles (:
Por cierto, te metiste a algúnt aller de cinematografía o qué rollo?
el niño tan inocente que ni si quiera se movio del lugar donde estaba para ver que rollo jaja!...
esta muy chida la historia, hace un buen que no leia algo asi... me quede pensando en que paso con mariana? le quedaron estragos psicologicos despues de eso?? jaja
cuidese oiga!!
Mariana es sorda de nacimiento? por que si es el caso por lo tanto es muda y no hay nada mas espulante que oir gritar un sordomudo , lo digo por experiencia
espero y no se identifique con ningun personaje jaajaj chaoo
hola, tal como dije ayer que lo
haría te dejo mi correo: imadrea2@hotmail.com
que interesante como las palabras
pueden adquirir esa densidad convirtiéndose
en imagenes, aromas y sensaciones
...y que irónica la esperanza, en
ciertos casos
saludos
JAJAJAJAJA... vaya, vaya, vaya....
qué sorpresa de encontrar a tan gratos personajes por aquí.
Dios los hace... y ellos se meten al blog de Demo, jajaja.
Cuidese, lo veo pronto
Me gusto mucho(:
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