Win some, lose some, it's all the same to me;
The pleasure is to play, it makes no difference what you say.
-Motorhead, The Ace of Spades
Hace unos días me detuve a pensar cómo es mi ritmo de vida. Caí en la cuenta de que mi vida es como jugar un Texas Hold'em.
-¿Te gusta el póker? Mesa de 25/50 entonces. No, a mí ni me veas. Yo sólo estoy al borde de tu delirio.
Trabajas para ti en relación con el resto de la mesa. No puedes hacer a los jugadores que te acompañan a un lado si quieres obtener algo valioso.
Entonces un dios bien vestido te reparte dos tristes naipes ¡y orale cabrón, arréglatelas como puedas! Al ruedo.
Esas cartas son tus manos, son tus armas, y con ellas vas a levantar tu nombre y tratar de comerte al mundo.
-Un día, dos días, tres días ¿cuánto tiempo debo contar las veces que te he visto decepcionado? ¿Estás seguro que ya perdiste la cuenta?
Luego, ese fulano divino pone en la mesa otras cinco cartas (tres más que las tuyas), lo hace para burlarse de las tuyas y hacerte una jugarreta ante la cual, la mayoría se rinde hincada. Tu parte en el juego es interactuar las cartas de tu mano a las que debes perfectamente conocer [de ahí el Temet Nosce inamovible] para aplicarlas a la problemática que te han tendido en la mesa, en el mundo. Las cartas de la comuna los tiene a todos atrapados en una sola mesa, y su deber es destruirse.
Mi táctica para la supervivencia es entonces, primero, ignorar a dios. Si trato de coquetear con él, lisonjearlo, que se ve guapo, que lo idolatro, que es el rey de reyes, lo más seguro es que me corra del casino y encima que se burle de mí. Definitivo: el dealer es maricón y se chingó. Mi deber real es planear la estrategia con aquello que tengo a la mano, o quedarme solo y sin fichas. Punto.
-Gracias. ¿Te gusta? Nunca no te he gustado. Oh perdón, sígueme besando.
Si gano, absorbo riquezas, enalto el Demo Pulchrarum Umbrae.
Cada que gano arriesgando mi dinero totalmente expendible, aprendo los trucos, juego con más fichas, gano amigos, me resuelvo las realidades -hambre, cansancio, tedio- y sonrío.
Si gano la apuesta usando sólo dos naipes, puedo hacer muchas otras cosas más, comprar una botella de vino y brindar por los amigos que complacidos me han obsequiado gracias a mi capacidad de observación y deducción en el juego, unas fichas invaluables.
Y al dios de trajecito ni quién lo pele.
-¿De veras crees que hayan ojos que entiendan? ¿Cuántos conoces que asocian al póker con la vida que llevas sin relacionarlo con el juego del diablo, o el sexo indiscriminado?
Si pierdo... ¡caray! En 21 años y garra nunca me ha pasado.
Sigo vivo...
loco, estoico, en quiebra.. sí
pero vivo.
-¿Te gusta el póker? Mesa de 25/50 entonces. No, a mí ni me veas. Yo sólo estoy al borde de tu delirio.
Trabajas para ti en relación con el resto de la mesa. No puedes hacer a los jugadores que te acompañan a un lado si quieres obtener algo valioso.
Entonces un dios bien vestido te reparte dos tristes naipes ¡y orale cabrón, arréglatelas como puedas! Al ruedo.
Esas cartas son tus manos, son tus armas, y con ellas vas a levantar tu nombre y tratar de comerte al mundo.
-Un día, dos días, tres días ¿cuánto tiempo debo contar las veces que te he visto decepcionado? ¿Estás seguro que ya perdiste la cuenta?
Luego, ese fulano divino pone en la mesa otras cinco cartas (tres más que las tuyas), lo hace para burlarse de las tuyas y hacerte una jugarreta ante la cual, la mayoría se rinde hincada. Tu parte en el juego es interactuar las cartas de tu mano a las que debes perfectamente conocer [de ahí el Temet Nosce inamovible] para aplicarlas a la problemática que te han tendido en la mesa, en el mundo. Las cartas de la comuna los tiene a todos atrapados en una sola mesa, y su deber es destruirse.
Mi táctica para la supervivencia es entonces, primero, ignorar a dios. Si trato de coquetear con él, lisonjearlo, que se ve guapo, que lo idolatro, que es el rey de reyes, lo más seguro es que me corra del casino y encima que se burle de mí. Definitivo: el dealer es maricón y se chingó. Mi deber real es planear la estrategia con aquello que tengo a la mano, o quedarme solo y sin fichas. Punto.
-Gracias. ¿Te gusta? Nunca no te he gustado. Oh perdón, sígueme besando.
Si gano, absorbo riquezas, enalto el Demo Pulchrarum Umbrae.
Cada que gano arriesgando mi dinero totalmente expendible, aprendo los trucos, juego con más fichas, gano amigos, me resuelvo las realidades -hambre, cansancio, tedio- y sonrío.
Si gano la apuesta usando sólo dos naipes, puedo hacer muchas otras cosas más, comprar una botella de vino y brindar por los amigos que complacidos me han obsequiado gracias a mi capacidad de observación y deducción en el juego, unas fichas invaluables.
Y al dios de trajecito ni quién lo pele.
-¿De veras crees que hayan ojos que entiendan? ¿Cuántos conoces que asocian al póker con la vida que llevas sin relacionarlo con el juego del diablo, o el sexo indiscriminado?
Si pierdo... ¡caray! En 21 años y garra nunca me ha pasado.
Sigo vivo...
loco, estoico, en quiebra.. sí
pero vivo.
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Um comentário:
Me dieron ganas de aprender a jugar. ¡Suena divertido!
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