Recientemente tuve un conflicto con vialidad, me detuvieron por aliento alcohólico (ya ni siquiera ebriedad) y por tercera vez en diez años fui a dar a los paros.
El motivo inicial fue dar una curva muy cerrada en una calle que se me iba pasando, suficiente para marcar, óigame bien, exceso de velocidad. No soy partidario de la corrupción así que fui dócil y le permití al oficial hacer su trabajo de joder al que se pueda.
Luego de esas experiencias, las discusiones son siempre las mismas. Malditos perros, tranzeros, cómo lo joden a uno, y aunque yo hice mal, no vale ni de coña pagar $8000 por infracción, recuperación de licencia, validación vehicular, grúa y corralón. Lo que quiero plantear ahora es que cómo no se me ocurrió irme en Uber, servicio que tiene más o menos seis o siete meses en mi ciudad y que funciona.
Dentro de los paros, que son viles cárceles para criminales tal cual (te hacen quitarte las agujetas porque no te vayas a suicidar con ellas, hágame usted el chingado favor), platiqué ahí con otras tres víctimas que sufrían su primera vez ahí. Me contaron de todo lo que perdían y cómo se les complicaría recuperar su auto, ir al trabajo mañana y todo el drama familiar. Traté de tranquilizarlos, de que no es más que monserga, y que de jodas como éstas es con lo que se mantienen. Les hablé de las seis a treintayocho horas que ahí nos tendrían sin hacer nada, que había que mantener la calma para reducir el tiempo, tratar de dormir o seguir platicando como tres extraños que tienen algo en común; para mi sorpresa me sacaron de ahí en poco menos de la hora, pienso yo que fue debido a que tenía a una persona esperándome fuera, las dos ocasiones anteriores iba solo y sólo salí hasta que amaneció. Si nomás es para asustarlos, tenerlos ansiosos, orillarlos a que frente a la autoridad cometan otra pendejada por impotencia.
Hoy me pasé mi sábado haciendo trámites; filas y filas de gente humilde atorada bajo el sol por pasar un semáforo en amarillo o porque iban en una calle que no especifica es de sentido contrario, filas y filas de madres de familia reduciendo su quincena, perdiendo su día, cargados no de vergüenza sino de indignación y odio al sistema.
Yo también estaba así, molesto, cómo era posible, .40 el mínimo que puede aparecer en un alcoholímetro trucado, una media de cerveza y te vas a cuenca. Hice mal en beber y conducir, pero por Gokú que no estaba ebrio ni de coña. Así que me equivoqué, cometí una falta en un sistema hecho para joder, pero no soy ningún criminal ni un intransigente ni un desconsiderado. Me enorgullezco de mi precaución al volante y mi forma de tomar, no es alarmante.
Seguro muchos amigos y personas que lean esto no me creen, o se piensan igual. Al juez no le importa, al oficial le piden cierta cantidad de detenidos al día, y a la gente hay que chingarla como sea. Por lo que no voy a darle más vueltas al asunto y voy a hacer la fuerte, fortísima sugerencia, con riesgo a sonar comercial, de usar Uber cuando vayan a un bar.
No porque no puedan conducir, sino porque hay cazadores allá afuera que están vigilándote cuando tengas un titubeo en las calles oscuras donde la velocidad es relativa y pretexto para exprimir. Lo digo porque con Uber, nosotros los jodemos a ellos, nosotros los dejamos de brazos cruzados, hacemos que presentar quince reportes en una semana sea inviable, recuperamos el poder para decidir cómo nos divertimos.
Precisamente tomé un Uber cuando terminé mis trámites esta tarde. Durante el viaje, platicaba con mi conductor acerca de estos atropellos, y él me hablaba de sus problemas también con tránsito, de accidentes fuertes, de fallecidos, de pérdidas cuánticas, y entonces me sentí todavía más seguro de ir en el asiento copiloto, escuchaba aquello como una historia ajena, a mí no me va a pasar no porque sea un chingón, porque ni tomé tanto o porque soy prensa, sino porque viajo en Uber y esos problemas les corresponden a otras personas.
No sean esas personas.
No les paguen $8,000 más al gobierno, ni hagan de sus grandes esfuerzos por conseguir un coche, un negocio millonario para cabrones con licencia para chingar. Uber salva vidas, es más efectivo que el cínico "si toma no maneje", da ingresos a la gente más noble, estudiantes, desempleados, padres de familia, amigos. El oficial de tránsito tiene su nómina, no necesita esa obligación del comandante de chingar a los que vea y catalogarlo a uno como pinche borracho pendejo. Uber es un ganar-ganar, también los taxis están mejorando su servicio al verse en desventaja, y a la larga también protegemos la vida de otros, sin sacrificar una sola gota de cerveza en este mundo arrutinado y asfixiante donde salir con los amigos hace falta al menos un día de la semana.
Termino este breve texto más tranquilo esperando que con el uso de Uber la gente buena reciba más ingresos, la gente mala se las vea más negras, la gente inocente esté a salvo, y nosotros podamos celebrar la vida como nos gusta sin temor a ser violados por ello.