Son pocas las series televisivas que me capturan realmente. Hace falta una trama inteligente, giros creativos y personajes elaborados para hacerme desear ver capítulo tras capítulo. Pues bien, BBC lanzó en junio del 2009 Psychoville, una serie inglesa de siete capítulos y un especial de Halloween cuyo género, como todas las cosas buenas, no se podría definir.
Decir que se trata de horror sería sugestionar a la mente de que su intención es asustarte, cuando no. Llamarlo comedia es esperar a que te haga reír, y aunque es una serie divertida, no pretende provocar carcajadas. Decir que es parodia es decir que no tiene idea original, y llamarlo misterio o suspenso o thriller sería restarle crédito a su trabajo humorístico.
Psychoville presenta a cinco personajes únicos y retorcidos cuya situación en común es haber recibido cada uno una carta de un no menos interesante hombre. Enlistaré rápidamente a cada uno de los protagonistas y sus patologías para notar también que cada uno de ellos merecería su propia serie aparte por el modo en el que están detalladamente construidos -si tuviera yo un poquito de idea sobre perfiles psicológicos quizá podría ser más exacto con las descripciones, perdonen mi limitado conocimiento sobre psicoanálisis-. Trataré también de no spoilear nada de la trama para no echar a perder alguna de las muchas sorpresas que la serie tiene preparadas.
Mr. Jelly es un payaso agresivo y enfadado cuya personalidad sarcástica y gruñona sólo puede compararse a su falta de tacto para entretener a los niños. Mr. Jelly es agrio, tenebroso, nefasto, y manco. Lleva consigo un juego de dieciséis herramientas para reemplazar su mano derecha cuya ausencia usa para escarmentar a las personas. Mr. Jelly no sólo tiene que lidiar con esta discapacidad para trabajar, sino que también con Mr. Jolly, el payaso de la competencia, cuyo éxito lo hace enfurecer más todavía. Mr Jelly, el payaso manco, es el del aspecto más aterrador y es también, irónicamente, el más divertido.
Joy Aston es una enfermera que colabora en el área prenatal de un hospital. Joy es dulce, gentil y alegre en todo momento excepto cuando alguien se mete con su muñeco: un sucio y desgastado "Freddy" que Joy cuida como si fuese su bebé real. El dañado estado mental de Joy salta a la vista en cuanto se nos introduce al personaje, pero Joy se mantiene dentro de su ilusión en todo momento y efectivamente trata al muñeco Freddy como su hijo: lo arrulla, le cambia el pañal y hasta le da pecho frente a un marido taciturno que se limita sólo a soportar y a seguirle la corriente a la locura de su mujer. Hay una escena en particular que me parece triste y graciosa a la vez en donde Joy sube a un autobús con su muñeco en los brazos y le exige a una estudiante que le ceda el asiento exclusivo para mujeres con niños.
Luego está Oscar Lómax, un anciano ciego y millonario asistido por un jovencito al que él llama "Tealeaf". La particularidad de Lómax, más allá de creer que un paquete de chicles es su teléfono celular, o de tener una mansión que, él no lo sabe, está casi vacía, es una inmensa colección de peluches rarísimos y exclusivos. Lómax y Tealeaf salen en búsqueda por el último peluche de su colección y pelearán contra un par de siamesas espeluznantes y umbrosas que también harán lo que sea por conseguir el aclamado peluche.
Le sigue Robert Greenspan, un enano que trabaja en una obra de teatro interpretando a un enano de Blanca Nieves. Robert es constantemente humillado, no sólo por su condición física, sino también por estar enamorado de la actriz que interpreta a Blanca Nieves. Estas humillaciones llevarán a Robert a ser vengativo y malicioso, y además, a estar convencido de que tiene poderes sobrenaturales.
Finalmente, David Sowerbutts, quizás mi personaje favorito, es un pelmazo de treinta y ocho años eterno dependiente de su anciana y maniática madre, Maureen Sowerbutts, quien se niega a que David se valga por sí mismo. David sigue y escucha a su madre sin chistar y comparte con ella un hobbie muy peculiar: el estudio, fascinación y admiración por los asesinos seriales, tópico en el que David está muy bien instruido. Pese a la torpeza mental de David, su conocimiento sobre, biografías y modus operandi de los más grandes asesinos en la historia es una cualidad impresionante y a la vez peligrosa combinada con la sobreprotección de Maureen. Esta pareja me recordó mucho a 'la madre nefasta y el bebé obeso' de Thirteen ghosts (Beck, 2001).
Tenemos entonces un payaso manco, una madre reprimida, un ciego obsesionado, un enano malicioso y un potencial homicida reunidos en esta serie creada por Reece Shearsmith y Steve Pemberton, quienes también interpretan a varios personajes dentro de la serie. No sólo esta ensalada de fenómenos es ya suficiente para mantener el morbo y la espectación, sino que también el misterio humorístico y los homenajes que se hacen a obras y personajes como Alfred Hitchcock (1899-1980), Stephen King (1947-), Frankenstein (Mary Shelley, 1818), Are you afraid of the dark? (1991) o hasta al mismo Chucky (Child's play, 1988), constituyen una anécdota atractiva e ingeniosa llena de sustos y absurdos que no son para nada tontos ni chocantes como se esperaría de una parodia. Los delirios y malfunciones psicológicas de los personajes dan espacio a enredos graciosos y terribles a la vez, como cuando David alucina con que está bailando con sus asesinos seriales favoritos quienes en medio del delirio le revelan un dato tan importante como retorcido. O cuando Tealeaf, para lograr su cometido, coquetea con una de las siamesas rivales y discuten los acuerdos para sus momentos de intimidad. Como tal, al menos yo encuentro repulsiva la idea de acostarse con una siamesa -disculpen si hiero algunas susceptibilidades-, pero Psychoville logra reunir dicha repugnancia con tintes de comedia. En otro momento de la serie, Mr. Jelly termina esposado a una anciana senil que complicará más las cosas, pero también las hará más divertidas.
En general, Psychoville funciona como un álbum familiar disparatado y oscuro que pone en vitrina a estos fenómenos de circo dignos de aparecer en una novela de Allan Poe (1809-1849). Si bien la situación introductoria es apenas un pretexto para meter a estos personajes en la misma licuadora, es posible reconocer también que cada uno de ellos cuenta con sus propios enredos independientes, y la genialidad final consiste, además de las ingeniosas historias, personajes retorcidos y técnicas cinematográficas (hay una larguísima escena alusiva a The Rope (Hitchcock, 1948) que fue hecha en una sola toma de cámara), es el equilibrio perfecto entre parodia y homenaje, suspenso y humor, terror y absurdo.
.Link para ver la serie.
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