sábado, 13 de novembro de 2010

El hubiera sí existe

¡Buff! Ya me dio flojera caminar
hasta la casa. Pinche avenida se
me hace eterna. Mejor por acá.
Puta madre, otra vez no traigo llaves.
Siempre se me olvida que ya
tengo que comprar otros audífonos
Grrr, y no hay nadie en la casa y 
quién sabe cuándo regresen éstos
Ni hablar, igual paso por un Oxxo
y a ver qué hay.
En serio que qué pendeja, ¿cómo no traigo llaves?
Y ya casi no me quedan cigarros.
Tendré que ponerme a esperar, por güey
No, mejor sigo caminando, igual
no estoy tan lejos de la casa
Me he de ver bien ridícula aquí sola sentada. 
Mejor me *hip* levanto. O no, mejor no. 
Coming out of my cage and I've 
been doin' just fine gotta got--
Wooh! ¿Pero quién será ella?
Qué guapa es.
Mañana le pregunto a Diana, o a Melby por la tarea de Vladi. 
Peligro y ninguna sabe ahí.
¡Vaya, qué lindos labios tiene!
¿Qué estará haciendo ahí sentada
afuera?
Bueno, ya mañana veo. Qué flaco ese tipo.
de manga corta con este frío, de veras que
 hay cada loco.
No creo que me haya visto.
¿Y si doy la vuelta a la cuadra
nada más para verla de nuevo?
Sí hombre, vente. ¿qué puede pasar?
Igual es tiempo para no llegar a la casa.
Podría ir por otra cajetilla con la doña, 
sí, ¿a que me trate como niña? No, qué flojera
¿Qué será lo que tiene esa niña? Algo
en su piel me atrae, ¿serán sus lunares?
¿su tez como nívea? Pff, sí que es linda.
¿Qué ese no es el tipo que acaba de pasar? 
¿pues qué se traerá?
¿Y si...? No, no jodas, ¿qué le diría?
Sólo le fastidiaría su momento del cigarro
pero es que no puedo sólo irme y dejarlo así.
Andará perdido. Quién sabe. Grrr, qué frío tengo 
y mis padres que nomás no llegan.
(Entra al abarrotes de la esquina)
"Buenas tardes. Me da un Marlboro
por favor. ¿Sueltos no vende? Uhm
ni hablar, deme una cajetilla entonces
¿Cuánto es? ...Sale, gracias."
Eso me recuerda que tengo antojo de
unas quesadillas. Ash, en qué pienso.


"Hola, disculpa ¿tienes fuego que me prestes?"
"Sí, Déjame ver. (ofrece el encendedor)"
"Gracias (enciende un cigarro) ¿cómo  te llamas?"
"Argelia ¿y tú?"
"Samuel. Vivo a tres cuadras de aquí"
"¿En serio? Yo vivo en esta casa, 
¿Por qué nunca te había visto?"
"Es que rara vez ando por acá. De hecho rara vez
me detengo a hablar con alguien"
"¿Ah sí? Pues no te creo ¿ahora 
por qué te dio por hablar conmigo?"
"La verdad, es porque te vi y te me hiciste muy linda;
pero no quería quedarme sólo con eso y 
quise saber también tu nombre"
"Ah pues ahora ya sabes cómo me llamo"
"Sí, tu nombre es muy bonito. ¿Me dejarías escribir algo sobre ti?"
"¿Escribir algo sobre mí?"
"Sí, sólo eso"
"¿Pero escribir qué cosa?"
"Cualquier cosa"
"Pues *hip* sí, supongo que está bien" 
"Gracias, (apaga el cigarrillo)."
"¿Qué no tienes frío?"
"¿Frío?  No, no pienso en el frío. Toma (le da su cajetilla)"
"¿Y esto?"
"Yo no fumo"

domingo, 7 de novembro de 2010

Las ironías de México

Muchas veces mi respuesta inmediata cuando me preguntan ¿cómo están las cosas en Chihuahua? es señalar la inseguridad, la corrupción, la drogadicción y demás putrefacción de mi ciudad natal. Para ser honesto (y agradecido, desde luego) nunca me había tocado en carne viva sentir toda esa destrucción fuera de los noticieros, patrullas volando y militares en escolta. El vecino de enfrente fue secuestrado dos veces, pero hasta ahí había llegado mi tacto con la inseguridad.

Remito en el título a la ironía de mi bello y jovial país porque no fue en Chihuahua donde me tocó vivir esa delincuencia, sino en la capital de Guanajuato, la ciudad mexicana menos mexicana de México y que yo sentía la más serena de todas las que he conocido.

Sucedió que caminando sobre una avenida desierta de regreso a casa, cuatro amigos y yo (una mujer y cuatro varones) platicábamos de lo bien que nos divertimos, hasta que vimos, al otro extremo de la acera, a un grupo de cinco o seis jóvenes en agresión. Al principio creíamos que eran dos bandos en riña, pero cuando el grupo entero se dio a la fuga y se resguardó en uno de los callejones, notamos que en realidad se trataba de un asalto sobre un hombre de 40 años que luego de la golpiza se levantó del suelo bañado en sangre y comenzó a caminar ante nuestros ojos perplejos.

Nos acercamos a su auxilio para buscarle una ambulancia. Tenía un severo golpe en la frente, otro en la nuca, y su oreja izquierda estaba casi desgarrada. Mientras lo revisábamos, Ángel llamó al 066 para que lo llevaran a un hospital. El hombre, tomado y golpeado, no podía recordar hacia dónde estaba su casa.
La policía apareció pronto. Unos ocho oficiales saltaron de una camioneta y comenzaron la revisión. Mientras unos hablaban con el hombre, otros hablaban con los testigos y uno más tomaba mis datos aparte. Segundos después, un grupo de muchachos se aproximaba a la escena.

Resultó que era el grupo de asaltantes que venía de regreso.
¡Eh pinches polis de mierda van a valer verga putos! Y comenzaron a disparar.

Vi entonces que tanto amigos como policías salieron corriendo y dejaron al hombre herido que reposaba en la banqueta. No supe qué sensación me dio cuando vi a los policías, a cada uno de los propios policías armados y preparados, correr huir junto con nosotros. Uno de ellos respondió a los disparos con los suyos, pero con ver a los 8 elementos corriendo como civiles yo ya me sentía mucho muy desprotegido. Corrí más y alcancé a Mata, la chica que venía con nosotros, y la metí a la cajuela de una camioneta. Eh, ¿y el Fer? ¿Dónde está el Fer? Preguntaba Hugo que se unía con nosotros junto a la camioneta. Volteamos a todos lados. Faltaba Fer, y la policía también había desaparecido.

Encargué a Ángel que se quedara con Mata mientras Hugo y yo retrocedíamos unos pasos, temerosos y resguardados en los autos estacionados. Honestamente, yo ya me imaginaba a Fer derribado a media calle; yo gritaba su nombre con el miedo en la boca.

Afortunadamente lo vimos a salvo corriendo a nosotros y nos dijo que como vio que dejamos al hombre herido, se detuvo a esconderlo debajo de un carro. Tal como lo leen, Fer agarró al homre y se metió debajo de un carro y dejó que los delincuentes (no por querer apuntar a nadie pero tenían acento del D.F.) sólo pasaran a un lado de ellos. Nos dijo que los fulanos regresaron a esconderse al callejón de donde habían venido y los policías volvieron para asegurarse de que no regresen.

Después de eso, ya despejada la violencia y con paramédicos asistiendo a la víctima, me quedé muy frustrado y triste. La policía conocía los callejones que sirvieron de escape para los asaltantes y pudieron haber rodeado el área y entrar con más unidades. Pero no lo hicieron. Dejarnos a nosotros cinco jóvenes a nuestra suerte tampoco es lo mejor de alguien con una placa que signa "proteger y servir" y, en serio, una oficial nos pedía con desesperación y temblor en la mano un cigarro.

Quería concluir con una reflexión sobre la situación del país, seguido de lo que espero en mi experiencia próxima en Lisboa, pero de exclamaciones tipo "qué barbaridad" ya estoy muy cansado. Esa noche me sumé a las familias que viven con miedo, y ya eso es suficiente.

Llegamos a casa, blancos de miedo, sin ganas ni maneras de poder descansar.