Platicando con Cheryl y con Alessa (así de cabrón soy) llegamos a la conclusión de que a mi vida le hace falta, además de un wii y un corvette, el baile.
La idea me trajo varios conflictos a la cabeza, como el hecho de que yo nunca bailo por voluntad. En tiempos remotos les decía a las animadas chicas que se me acercaban con las manos extendidas que bailar estaba en contra de mi religión, y entonces improvisaba una religión pendeja que debían respetar más allá de lo que respetan mi imposibilidad para el baile. Nadie quiere entrometerse con las deidades de uno, y menos sacar a bailar a alguien así de extraño.
Lo cierto es que mi ineptitud para el baile nacen de dos conflictos. El primero es que para bailar bien, hay que tener una pareja que también baile bien. No quieres hacer el ridículo frente a tus primos en la mesa tomándote video. No quieres que la niña se ría de nervios y prefiera volver a sentarse. Mucho menos quieres pisarla, hacerle un badtouch y sentirte un tarado. Será que toda persona que me llevó a la fuerza asumía que yo sabía bailar. Mira qué mujercitas tan inocentes.
El segundo conflicto es la música. No puedo evitar reírme con el sonido que hace el cencerro, ni con el tst-tt-tsst de la cumbia, ya no digamos el ingenio de las letras. La salsa es anímica pero demanda gente con sabor, el tango es una genialidad de música pero demanda gente con sobrada elegancia, y el techno, rave y semejantes, son tres minutos de punchis-punchis que llegan a durar horas.
Toda esta combinación genera que mis piernas se petrifiquen en la pista hasta que la ingenua damita se desespere y termine por devolverme a mi lugar de origen donde quiero estar bebiendo y diciendo bobadas sin nefastear a nadie. La señorita que se encuentre a otro galanzucho (ni modo que en este país falten) y todos felices.
¿Pero y qué tal si sí quiero bailar?
Para eso mi hermano me trepó alguna vez a una maquinilla sinsentido, no recuerdo si fue en el Juventus Bowl o dónde, pero la propuesta era interesante. La máquina me diría exactamente qué hacer, sin perder la paciencia, sin sentirse ridiculizada, y mucho menos sin pensar que soy un mediocre para el baile. Basta que todo eso lo piense nada más yo.
Su nombre: Dance Dance Revolution*.
El concepto, no está de sobra comentarlo, es muy simple. Tienes en el suelo cuatro flechas acomodadas en un recuadro de 3x3 que fungen como botones a pisar. La pantalla desplegará una avalancha de flechas sincronizadas con la música que te indicarán que paso hacer. Con algo de práctica (y trance) terminarás simulando un baile individual moviendo las piernas. Justo lo que necesito.
Es en el DDR donde encuentro el escape de mis piernas al ritmo y además, se hace un excelente ejercicio. Con $30 que le invierta (18 canciones bailadas) salgo satisfecho de la pista cual quinceañera, sin cumbias, sin ridículos, y sin pisarle el pie a nadie. Cierto que el baile es un artificio, pero la descarga de movimientos y compases está hecha, y, con suficiente práctica, uno puede adquirir un estilo único manteniendo la regla de pisar sobre las flechas indicadas.
Yo soy apenas un usuario amater. Capturé el patrón de inmediato, las flechas están perfectamente sincronizadas al beat de la canción que generalmente son rockpop, o animé (máquina japonesa finalmente); el truco es identificar el beat (tun-tun-tun-tun) y cualquier canción puede bailarse. Con el tiempo aprendí a dar vueltas de 180º y en un par puedo bailar sin ver la pantalla, o agregar movimientos extras. En comparación a un baile real e improvisado, esto es como tomar café descafeinado, muy cierto, pero el sabor está dado.
Me quedo con la idea de que sólo aquí podré desenvolverme. Sueño todavía con el día en tener una pareja en el control 2 con la cual hacer coreografías (lo he visto, y es más impresionante que un pasito pa'trás y otro pa'elante) pero de momento, cuando de moverse se trata, el DDR es lo mio, hasta que se aparezca una mujer con la paciencia de una máquina, desde luego. Mientras tanto... Daririram, dariram, dariram!
*Existe una versión americana de 5 paneles dispuestos como una X: "Pump it up". A mi ver, es demasiado caótico.