Esperamos
yo y mi cama
un tendido de sales viejas
un refrigerador vacío.
Silencio.
Yo y lo que
asumo
era un eco
esperamos la asonancia
como respuesta
como sangre en los ojos
como siempre, la vida y la muerte.
Porque tú no mueres
Alessa del demonio.
Temo el fiero de tu nombre
y castigo (como sea)
esa insolencia ajena al tiempo.
Tú tan voceada, tan intangible
más lejana que la felicidad embruta.
No mueres nunca
ni aun cuando respiro.
No dejas de restaurar tus dientes
en mis repetidas ansias de multiplicarte.
En el sótano de tus paraísos
en la perpetuidad de tus brazos largos
en esta enferma cara mía.
En tu beso de carne cuando duermo
al aire, mi aire, un aire agitado;
un niño temeroso de la materia
y de la silueta que se ha extinto.
Pero tú no, Alessa del demonio
tú no sabes ser unísona
será por ello que te deteste.
Tú no sonríes bonito
ni me enorgullece decir que te quiero.
Dama de hierro sin dama ni hierro
que si bebo a la salud de tus pechos
es para salir de esta muerte
y volver –en cada vez– al mismo sitio.
Más que un hombre
soy un forastero cargado de letras
como fantasmas de sangre
que nunca dejó de tener dieciséis años.
Que se tutea con tu muerte
que palabrea tus intestinos colgando.
Que te quiere muerta, infeliz, destazada
en la insalubre cabeza
de la podredumbre y las bibliotecas.
Como aliento de tierra
el reflejo de eliminar un asco con otro.
Voluntad por permitirme la tez ahumada
la voz que te encuentra
la voz marabunta que te arranque los pelos
como estas ansias de matarte
y hacer de tus días
unas tragedias circulares.
Afirmar el fracaso de Venus
y de tus mártires llorones.
Tu estampa en cualquier laguna
ahí libre te deja libre.
Horror sagrado; el miedo.
Alessa
Violeta
Angelina
Armanda
Luisa
Aléssima del grande y estúpido demonio;
sangrante en la sábana
ciega por las luces negras.
Árbol en agua turbia le duele la vida
y se amanece, cada vez, en sí mismo.
Ay Alessa
maniquí de piernas abiertas
mojadas
Ay del hombre que vea tus octavas
y que pretenda, al final de su caída
seguirse fértil y vanidoso.
Hombres como tales
tronándose los dedos de liebre
pizcando el sabor a charco.
Enamoran a sepultureras
del acaso cañón de su miseria
como si allí existiese
alguna medianamente correcta.
Es la tentación, Alessa
la misma que redactó en saliva y puño
la espantosa vida de Alicia.
La tentación por haberte ahogado en cera hace mil años.
Tentación de humo, sin hueco fijo
sin manera de escapar
del cuerpo humano
el cuerpo lobo
de guardia baja
el cuerpo amante.
Por eso has de beberte al demonio
con ese plástico ardiente de carmina seca.
Para no pedirte yo, ni alguna otra tontería
que te destruyas el nombre
y lo rescribas
en uñas de mujer atacante
cintura de mujer monumento
vientre de mujer entregada
el cuerpo amante.
Al final eres lo que quieras
ojo de muerto
aparición de algún muro.
Fuente evolutiva y la sangre de mis hijos con su propio mundo.
Alessa colectiva, siempre del demonio
siempre de los hombres drogantes contigo
en ti se piensan omnideseados
aquellos tristes errores del infierno.
De infamia transparente
grasa, de total grasa
llenas los besos que se chupan de tus bocas
de tus mil bocas hondas y pesadas
azules, transparentes, pesticidas..
Todas a favor del hambre
por la guerra de voces atrapadas.
A favor de las noches sin ellos
cuando te hartas de ti misma.
Hombres, todos los hombres
que te orillan al intersueño
con la probable fijación
en mantener la esperanza
en las fauces de Alighieri.
Y seguimos esperando.