con tintes de advertencia
-María Luisa Bomal, La última niebla.
Lo miro extrañada, tardo un momento en comprender que está llorando.
Me aparto de él tratando de convencerme que la actitud más discreta está en fingir una absoluta ignorancia de su dolor. Pero en mi fuero interno algo me dice que ésa es también la actitud más cómoda.
Y entonces, más que el llanto de mi marido, me molesta la idea de mi propio egoísmo. Lo dejo caminar al cuarto contiguo sin hacerle un gesto, ni balbucearle siquiera alguna palabra de consuelo. Finalmente resuelvo en solamente desvestirme; me acuesto, y sin saber con qué clase de cinismo, quedo profundamente dormida en la cama.
A la mañana siguiente, cuando despierto, hay a mi lado un zurco vacío en nuestro lecho.
Dicen que al rayar el alba, mi marido escapó del pueblo.
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